/PASADO/
Poppy
A la mañana siguiente me había levantado temprano, ya que no quería que mamá viera que había estado llorando la noche anterior y me hiciera una larga lista de preguntas que tal vez no sabría ni cómo responder.
Gracias a lo buena madrugadora que había sido, había llegado temprano a la oficina y, por lo visto, el psicópata guapo de mi jefe aún no llegaba al trabajo como solía hacerlo con esa impecable puntualidad.
Supe que tenía tiempo como para bajar y tomarme una lata de Sprite para poder espabilarme.
Bajé hasta el piso de descanso y me dirigí a la nevera, saqué una lata de Sprite y después me senté en uno de los sofás que había al lado de la grande ventana que daba una perfecta vista de la ciudad.
Como había dicho, el piso de descanso era muy bonito, y cuando lo veías te era imposible pensar que Nicholas Kuesel fuera un insoportable e irritable de primera. Pero, era raro, solía ser más insoportable conmigo. Tal vez fuera porque era su secretaria y eso conllevaba mucho más cargo.
La primera vez que vi a Nicholas jamás se me cruzó por la cabeza que él fuera a ser mi jefe.
» Recuerdo que iba a llegar tarde a mi entrevista de trabajo y una capa diminuta de sudor ocupaba mi frente, parecía un desastre andante. También me había lastimado el pie al bajarme del autobús por culpa de los tacones e iba con ojeras de los mil demonios.
» A lo lejos visualicé que el ascensor estaba a punto de cerrarse por lo que no vi más opción que pedirle a la persona que estaba dentro que lo detuviera.
»-¡Alto! -grité.
» Las puertas se abrieron de golpe justo en el momento en el que llegaba. El rostro de un hombre con unas facciones interesantes y los ojos más hermosos que hubiera podido ver se hallaba frente a escasos metros de mí.
» Sonreí y entré al ascensor sintiendo un corrientazo recorrer mi cuerpo con intensidad.
»-Buenos días -saludé, sonriendo.
» Pero no recibí respuesta alguna, el hombre miraba al frente con neutralidad y una manera que me dio un escalofrío.
» «Que maleducado» pensé con indignación.
» El ascensor se detuvo en un piso y el hombre se acomodó la corbata con una elegancia que me entretuvo. Comenzó a caminar hacia la salida, pero se detuvo, giró la cabeza y clavó su mirada en mí, haciéndome sentir pequeña.
»-Buenos días, señorita. -Sonrió.
» Inconscientemente, asentí levemente con la cabeza a la vez que el hombre se iba dando unas largas y a la vez lentas zancadas.
» «Sí voy a trabajar acá tengo que hacer reír a ese hombre» me aseguré antes de que el hombre se perdiera de mi campo de visión.
Era irónico y de tan solo pensarlo me causaba risa. Yo queriendo hacerlo sonreír de seguido y lo único que había logrado hasta el momento era sacarle las peores jaquecas, de seguido. Qué podía decir, era mi don.
Minutos después tres compañeras de la planta de registros entraron a la sala y se sentaron en una mesa después de haberse servido un café que, para mi gusto, estaba demasiado cargado.
-¿Sí vieron? -preguntó una, llamando la atención de las otras dos-. Hoy el señor Kuesel llegó tarde, algo muy extraño en él.
-Al menos no fui la única que vio ese momento -agregó otra antes de darle un sorbo a su café.
ESTÁS LEYENDO
Mi jefe y yo
RastgelePoppy Halper y su odioso jefe, Nicholas Kuesel, no son el prototipo de jefe y secretaria perfectos. Es más, sus diferentes formas de pensar, de socializar, hasta de hablar, se chocan. Ella dice odiarlo y él suele tener constantes jaquecas por ella. ...