/LA VECINA/
Poppy
Estaba sentada en la mesa comiendo una deliciosa sopa que había preparado mamá. Lily, por su parte, estaba sentada a mi lado comiendo tranquilamente una rebanada de postre. Mientras mamá, sentada frente a nosotras, me daba una pequeña clase de cómo cuidarme ya que me iba ir a vivir sola. Aunque primero debía agregar que me dio un sermón del por qué no le había avisado antes acerca de mi mudanza tan repentina.
Mamá era una mujer muy histérica y dramática, lo que la convertía en una mujer sobreprotectora. Aunque no tenía sentido, pues siempre me buscaba citas, las cuales nunca terminaban para nada bien. Después de que le contara cómo había ido la última cita, dijo que decantaría de ese tema.
—Sí, mamá —puse los ojos en blanco disimuladamente.
—Y ya sabes, Poppy, nada de darle mucha confianza a cualquiera, ¿entendiste? —me observó con seriedad.
Solté un pequeño suspiro.
—Sí, mamá, ya sé. Nada de confianza a nadie.
—No sabemos cómo puede llegar a ser la gente realmente y cuáles son sus intenciones en verdad —agregó ignorando mi poco interés en la charla. Todas esas cosas ya las sabía, y mamá aún seguía creyendo que yo no sabía cuidarme sola.
—Mamá, eso también lo sé. —Mi padre me lo había explicado de la mejor manera—. La gente puede llegar a ser corrompida sin razón alguna. —Fueron sus palabras.
Al observarme, mamá soltó un suspiro. Tal vez, poco a poco, se iba resignando.
—Pero ¿segura que puedes lidiar con todo? —la tranquilidad cariñosa no tardo en ocupar su rostro—. Digo, ya eres grande, pero... ¿no crees que deberías tener a alguien que te cuide, Poppy?
Me le quedé mirando con el entrecejo fruncido. Era una adulta, con veintisiete años, ya sabía cuidarme sola, y si no sabía pues debía aprender, ¿no? La vida se trata de eso; de aprender, de arriesgarse y probar cosas nuevas. Claro, puede que en algún momento la embarremos, pero un error lo comete cualquiera. Lo importante es saber levantarse y seguir adelante. Cosa que, al parecer, mamá no comprendía.
Después de soltar un pequeño suspiro dejé el plato a un lado y tomé sus suaves y delgadas manos entre las mías.
—Mamá, me sé cuidar muy bien solita, de verdad que no me va a pasar nada. No te preocupes.
Mamá suspiró y, después de mirarme por un momento, me dedicó una bonita sonrisa.
—Está bien —dijo finalmente—, dejaré de preocuparme tanto. Entonces, ¿te mudas hoy?
Asentí levemente con la cabeza.
—Entonces apúrate o se te hará tarde para hacer la mudanza —mamá no escatimó en utilizar su tono cariñoso y comprensivo, el cual me gustaba. A pesar de todo, mamá podía llegar a ser la mujer más dulce y comprensible que yo hubiera podido conocer.
Las tres nos levantamos de la mesa y, ni cortas ni perezosas, nos pusimos en la tarea de empacar mi mudanza —que no era mucha de hecho— para llevar a mi nuevo hogar.
Nicholas
Eran las once de la mañana y aún seguía trotando por donde fuese que me llevaran mis pies. Me había levantado a las seis de la mañana a causa de que no podía conciliar el sueño. Es más, no había podido dormir en casi toda la noche. Así que había decidido que lo mejor era salir a trotar para ver si así mi mente se despejaba un poco.

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Mi jefe y yo
RomancePoppy Halper y su odioso jefe, Nicholas Kuesel, no son el prototipo de jefe y secretaria perfectos. Es más, sus diferentes formas de pensar, de socializar, hasta de hablar, se chocan. Ella dice odiarlo y él suele tener constantes jaquecas por ella. ...