/IDENTIDADES DESCUBIERTAS/
Poppy
Preparaba una deliciosa maruchan mientras escuchaba a la grandiosa Adele y su canción más sonada: Rolling in the deep.
The scars of your love
remind me of us
They keep me thinking
that we almost had it all
The scars of your love
They leave me loreathless
I can't help feeling
—We could have had it all —empecé, para después cantar mi parte favorita—. Rolling in the deep... —grité a todo pulmón—. You had my heart inside of you hand —bajé la voz— and you played it to the beat.
La canción seguía a la vez que la cantaba a todo pulmón, como si me sintiera identificada. Bueno, en gran parte lo hacía, y, además, quién no se siente identificado con las grandiosas canciones que compone Adele.
Cuando el timbre del apartamento sonó dos veces, me callé instantáneamente. Me dirigí hasta la puerta y la abrí. Nuevamente, no
había nadie, solo una nota que yacía en el suelo como las de la otra noche que había estado recibiendo y, que al final, no me dejaban de buen humor.«Otra vez ese vecino» pensé a la vez que ponía los ojos en blanco.
Levanté la nota y la leí:
«Podría por favor no gritar tan fuerte, su voz está a punto de hacer explotar mis tímpanos. Tenga consideración con los demás, gracias.» Fruncí el entrecejo y sentí como el enojo me invadía. Cerré la puerta con una brusquedad que me impactó y, sin perder el tiempo, busqué una hoja y un
bolígrafo.Después fui hasta la puerta del dichoso vecino, dejé la nota en el suelo —como siempre— y toqué el timbre, para luego salir corriendo a mi apartamento.
Nicholas
Cuanto hubiera deseado que revisar los documentos que Poppy me había enviado en la noche fuera fácil, pero la vecina me lo estaba poniendo difícil. Era demasiado ruidosa. Ya le había enviado una nota donde le pedía, encarecidamente, que se callara, pero ni así había colaborado la mujer. No hacía mucho que se había mudado y ya comenzaba a darme problemas.
Bueno, tal vez era como su mamá.
El timbre de la puerta sonó. Fruncí el ceño y, después de quitarme las gafas y dejarlas en la mesa, me dirigí a abrir la puerta, lleno de frustración. No vi a nadie, pero como supuse que había sido la vecina quien había timbrado, bajé la mirada de manera automática para toparme con lo que ya presentía.
Una nota.
«Siento mucho que mi voz sea fea y que usted sea un amargado del carajo, pero solo le pido que respete a la grandiosa Adele,¿comprende? Debería dejar de ser tan fastidioso y disfrutar de la vida.» decía.
Cuando terminé de leer la nota hice lo que hacía llevaba haciendo desde la noche anterior; buscar una hoja y un bolígrafo. Escribí con suma paciencia una nota que, aunque no contenía tantas palabras, eran justas para hacer enojar a cualquiera. O eso esperaba.
Fui hasta el apartamento de la dichosa vecina y dejé la nota en el suelo, luego me fui a paso lento, sin preocupación alguna, a darme un refrescante baño.
Poppy
«Cállese, por favor, parece una niña pequeña.» decía la nota que había recibido después de enviar la mía.
ESTÁS LEYENDO
Mi jefe y yo
RandomPoppy Halper y su odioso jefe, Nicholas Kuesel, no son el prototipo de jefe y secretaria perfectos. Es más, sus diferentes formas de pensar, de socializar, hasta de hablar, se chocan. Ella dice odiarlo y él suele tener constantes jaquecas por ella. ...