Capítulo 18

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Arrastrando los pies Émile llegó a dónde están Mujin Park, el cuál sacaba de sus prendas un artilugio especial para asesinar a Mori. No le importaba que estuviera sentado en la tierra con un pequeño bebé en brazos, tenía que quitar de su camino a un ser tan poderoso como lo era Jin Mori.

Aunque ni siquiera pudo sentir cuando le rompieron el brazo. Émile tenía en sus manos una porra, con la cuál golpeó a Mujin Park, el lado que destruye a sus enemigo  brindo un golpe directo al hombre con cicatriz enfrente. Los huesos crujieron, rompiéndose y abriéndose paso entre la piel abierta.

Era una escena asquerosa, pero como el Dios bueno tenía que intervenir y evitar que sucediera más caos al planeta y a su amado.

— Bueno, yo cumplí con mi promesa — menciono con una sonrisa melancólica Émile.

— ¿Qué promesa? — preguntó Mori alado de él.

Kwan agarraba juguetón el traje negro del Dios. Émile se estremeció ante la voz suave del omega y el suave agarre del bebé.

— No, yo... E-es — Mori lo miraba atento y curioso con esos hermosos ojos azules con estrellas en lugar de pupilas. Ese par de ojos era la gran debilidad de Dagda — ¿recuerdas que hace un par de siglos te llegó una carta? — relato Émile avergonzado.

Mori se quedo pensativa tratando de recordar alguna carta misteriosa.

Cuando recordó algo, estaba cansado y estaba durmiendo debajo de un árbol de duraznos divinos. Fue en esa ocasión que un origami cayó en su regazo, se desdobló y se mostró una carta. La carta era una declaración de amor, con la premisa de una promesa de protegerlo y cuidarlo. En esos tiempos cuando era un completo imbécil había doblado y destrozado la carta. No se sintió halagado, se sintió ofendido, había pensado "¿Quién era el jodido estúpido qué creía que necesitaba mendigar protección? A él, el alfa más fuerte y poderoso, ni siquiera era un omega cómo para pedir una familia o flores".

— Si — menciono avergonzado Mori por la reacción que tuvo en esos momentos.

— Yo la escribí — el sueve color rojo en las mejilla pálidas contrastaba con las ventanas al mar que tenía por ojos. — y, sigo manteniendo mi promesa — el llamado Dios Bueno se acercó con suavidad y acunó las mejillas de Mori haciendo que formará un ligero puchero.

Se comenzó acercar suavemente, Mori sostenía a Kwan y el bebé no soltaba el traje del hombre haciendo que separarse  sin lastimar de una u otra forma a Kwan fuera imposible.

Y lo inevitable sucedios, los labios de ambos se juntaron en una beso. En el cuál Émile trato de depositar todo el amor que le tenía al ahora omega. Kwan soltó por fin el traje del alfa, Mori pudo retroceder y separarse del beso. O por lo menos ese era el plan, no contaba que la fuerza que tenía el más alto fuera bastante considerable y después de haber hecho una pelea desastrosa con los Dioses más fuertes, pues no estaba en su mejor condición.

Al final fue el mayor quien finalizó el beso, una lágrima bajo por uno de sus ojos, y solo fue una.

— Perdón — murmuró Mori.

— No te preocupes, soy yo quién debe disculparse. Estás casado, tienes un hijo y amas a otro alfa.

— Pero aún así, Lo lamento tanto, lamento haber hecho añicos tu carta, lamento no poder corresponder tus sentimientos y lo lamento tanto porque eres un hombre extremadamente fuerte, de los más fuertes que he conocido — lamento triste Mori mientras arrullaba a su bebé.

El omega extendió su mano y con ella acunó el rostro de Émile.

— Vivimos lo suficiente como para enamorarnos de otros seres, lo lamento, pero yo ya amo a alguien, y no cambiaría a la familia que tengo ahora por nada del mundo.

El más hermoso omegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora