Entre los matorrales, árboles y piedras llenas de hierba seca, el reciente amanecer era frío y desolador. El tobillo de Azira ardía por su pésimo aterrizaje cuando escapó por la ventana. No quería encontrarse ni por equivocación a cualquier alma de aquella casona que alguna vez consideró su hogar. Apretó entre su mano sudorosa el bolso de viaje y levantó sus faldas para comenzar a descender por los pastizales de los senderos hacia el bosque. Su respiración se cortaba con cada ocasión en que intentaba respirar. Ardía tan caliente contra su garganta el congelado frío que llenaba sus pulmones mientras su capa se ondeaba con sus movimientos. Corrió y se agitó, temerosa de caer y hacerse más daño físico. Pues el emocional ya estaba rozando el límite de su razón. Sentía que explotaría en cualquier momento. Su corazón palpitaba y su cabeza dolía con todos los pensamientos que llenaban su cabeza.
Las voces del pasado resonaban como ecos a medida que tomaba rumbo en el bosque y corría a toda velocidad. Los gritos del señor Crowley, llorando su nombre a través de los cielos seguían persiguiendo su alma con un canto desgarrador. Una y otra vez el nombre de Azira Fell salía de esa boca que tanto amó besar con un tono tan triste y casi miserable. Azira no miró atrás, no sería capaz de seguir adelante de hacerlo. Todos sus seres queridos estaban en esa propiedad. No sólo su amor. Sino el cariño y afecto que desarrolló por cada persona en esa casona. Que le sonrió y que fue amable con ella. Que la hizo sentir amada y que por fin estaba en su hogar. Todo eso se quedaría atrás.
Azira no podía permitir que los recuerdos sean el impedimento de hacer lo correcto. Tenía que demostrar su valor. No como mujer, sino como ser humano. Sus sentimientos fueron traicionados y desechados debajo de una mentira. Ella no podía seguir siendo tan crédula por culpa de sus irremediables sentimientos. Por más profundos que fueran, ella sabía que el borde, ligero y menguante, era lo único que la mantendrá con vida en esta ocasión. Corrió y corrió hasta que sus piernas no lo soportaron más y cayó al suelo. Su tobillo ardía y le quemaba.
Por suerte, no era herida más grave que una simple inflamación que tendría que ignorar hasta poder salir de Tadfield. Con el poco dinero que tenía, pidió transporte para poder irse tan lejos como sea posible con lo que alcance. Fue llevada lejos del lugar que llamó hogar en una carreta entre largos y duros caminos por un destino desconocido que jamás, por supuesto, había conocido. La pareja que la llevó, cuando ya no podían llevarla más lejos, le dijeron que se encontraban en el despoblado Whitcross.
A partir de ahí, Azira se enfrentó a días y noches sin rumbo alguno. Los preciosos prados y paisajes que se cernían sobre ella eran ciertamente preciosos; pero no eran óptimos para sobrevivir. Los días eran duros y eternos y las noches frías y llenas de llanto. Azira sólo podía beber del agua de los arroyos que corrían junto a algunos pantanos donde dormía. El hambre comenzaba a matarla poco a poco mientras se sentía desfallecer. El dolor en su estómago vacío y las largas jornadas de caminata bajo el tumultuoso clima la llevaron a ceder.
Azira se recostó entre la hierba alta, detrás de unas piedras con vista a un hermoso prado que subía a un majestuoso cerro lleno de flores y árboles brillantes. Sus ojos pesaban y su cabeza dolía demasiado. Estaba mareada y su visión la engañó con la silueta de Muriel en la lejanía. Con su pijama largo y blanco y sus cabellos oscuros sueltos. La volteó a mirar y esos ojos oscuros sonrieron junto con sus brillantes dientes. Azira le sonrió por la sensación de consuelo que la llenó al saber que, tal vez, era su hora de partir. Por fin vería nuevamente a su querida amiga. Por fin correría por esos campos de trigo dorados y todo el dolor dejaría de existir. Azira extendió la mano, pero su fuerza la traicionó y se sintió desfallecer. Descansará un poco y cerró sus ojos.
Soñó que Muriel se acostaba a su lado. Como la última vez que la vio. Frente a frente mientras hablaban de tanto y de tan poco. Su mano la tocaría y ella se desvaneció sin decir palabra alguna. Azira se despertó y miró a su alrededor. Todo seguía igual a excepción de que había oscurecido. El cielo tronó y la lluvia la mojó por completo. Azira lloró de miseria por la injusticia. ¿Por qué Dios aún no la llamaba a su reino?, ¿por qué tenía que seguir viviendo con el dolor de esta vida tan espantosa y llena de rupturas?

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Azira Fell
FanfictionGood Omens x Jane Eyre adaptation. Azira Fell es una huérfana que es enviada a Lodwood, un orfanato frío y desolado, donde aprenderá su camino como institutriz y siguiendo las reglas del dogma con estoicismo. Cuando es contratada por la señora Tracy...