Extra 2

814 69 122
                                    

Para terminar el 2022 y a pedido de muchas (porque son así de... curiosas), vamos a ver qué pasó en esa oficina, el día que Lara se confiese ante Julia. ¿Qué pensó la arquitecta? ¿Cómo venía llevando lo que sentía por Lara? ¿Le daba todo igual? ¿Ya la había superado?

Creo que la imagen lo dice todo... Tener un vaso de agua a mano no va a venir mal, no digan que no avisé 🔥 

*** ¡ATENCIÓN! LEER ANTES DE SEGUIR ***

ESTE CAPÍTULO EXTRA DECIDÍ DEJARLO YA QUE NO SE INCLUYE EN LA VERSIÓN DEL LIBRO EN PAPEL O E-BOOK. POR ENDE, SI NO LEYERON LA HISTORIA ACÁ VAN A ENCONTRAR CIENTOS DE SPOILERS.

PARA QUIENES HAYAN COMPRADO EL LIBRO EN CUALQUIERA DE SUS VERSIONES, UNA VEZ LO TERMINEN Y TENGAN GANAS, PUEDEN SEGUIR CON ESTE CAPÍTULO ESPECIAL.

Aceptación
(POV Julia)

Mediodía del lunes, más precisamente las doce y treinta y cinco minutos pero hubiese querido que fuesen las cinco para poder agarrar sus cosas e irse a su casa a dormir hasta mañana. O la semana entera si eran tan amables, porque desde el sábado a la noche que venía sintiéndose como la mierda y el motivo lo tenía clarísimo; la imagen de Lucrecia besando a Lara le latía en las sienes y no la había dejado en paz todo el maldito fin de semana. Cuando hoy amaneció temprano por un instante tuvo la esperanza de haber despertado sin memoria, pero los primeros segundos con los ojos abiertos y ya de nuevo la imagen se le clavaba en el pecho y no la dejaba respirar.

Estaba jodida. Estaba terriblemente jodida porque si bien sabía que seguía enamorada de la castaña, verla besar a otra le había partido el corazón a la mitad de la mitad que ya lo tenía roto. Le costaba horrores verla en el gimnasio y cada vez que salía y la veía a Lucrecia esperándola del otro lado, ponía su mejor cara de nada y sonreía por cortesía. Saber que estaba con ella era algo que ya la atormentaba bastante, pero verlo había sido distinto. Hasta ahí llegaba. Podía soportar verla escribir en el celular con una sonrisa plantada en los labios. Podía soportar verlas irse juntas a la salida del gimnasio. Y cuando su macabra mente intentaba imaginar a Lara besando o tocando a Lucrecia, hacía cualquier cosa para distraerse y volver a su eje pero claro, ahora su jodida cabeza tenía una imagen cien por ciento real para reproducirla millones de veces y sin hacer demasiado esfuerzo.

Estaba sola, cansada y sin ánimos de nada. Sola porque desde incluso mucho antes de que lo hubiese dejado con Lara no había estado con nadie más. Las cosas con Mariano estaban claras y aquel chico era el más bueno que había conocido en su vida, porque sin preguntar ni reclamar nada la había entendido. Cansada porque llevaba meses peleando contra sus sentimientos, poniéndolos bajo hielo cuando la incendiaban y le daban empujones por la espalda para que fuera a buscarla, pero sabía que no debía, que era mejor así, que Lara debía avanzar con su vida sin ella. Hasta donde quisiera, hasta donde pudiera y si no volvía nunca más a buscarla lo aceptaría, como aceptaba las cosas que no podía cambiar, aunque en el fondo todos los días la esperase, aunque revisara su celular buscando encontrarla en un mensaje o en una llamada perdida. Pero aquello no pasaba y por eso también estaba sin ánimos de nada, golpeada por cientos de lugares distintos y todos por un motivo en común.

Había pasado unos meses terribles. Después de la muerte de Esteban vino lo peor, porque no sólo cargaba con la angustia de estar sin Lara y de vivir sin ella, sino que volver a tener a Martina en un hospital por no haber actuado a tiempo, otra vez, la había hecho rebobinar al pasado y temía que todo volviese a cero de nuevo. Sus miedos, sus culpas que nunca habían desaparecido y que las sentía el doble de pesadas por tener a su hermana así. Pero no sabía muy bien gracias a qué, había podido salir adelante y entender que no era capaz de manipular el destino y que las culpas no eran todas de ella. Había focalizado las energías en su hijo porque después del trágico suceso no tuvo más escapatorias que hablar con la verdad y ese, definitivamente, había sido el momento más difícil de su vida. No se comparaba con ningún otro y no tenía idea de cómo afrontarlo, cómo empezar la charla, cómo hacer que no le doliese la historia pero, por sobre todo, cómo evitar que su hijo no la odiara por ocultarle quién era su padre. Por hacerle saber que si, que su padre nunca supo de su existencia, pero que los motivos no eran los que él creía o le habían hecho creer. Y había tratado de alargar el momento de semejante confesión hasta que ya no pudo hacerlo más y Nacho se enteró de todo. ¿Qué había pasado? Bueno, su hijo no llegó a odiarla pero las primeras semanas estuvo al borde de hacerlo. Lloró, pataleó, preguntó, cuestionó, amenazó, maldijo y juró que no le iba a dirigir la palabra nunca más. Por suerte eso no había pasado gracias a que siempre habían sido muy unidos y el silencio entre ellos era insostenible.

De lo que antes era | YA A LA VENTA FISICO/EBOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora