Capitulo 4.

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Desperté ya que todo estaba bañado con la negra noche, no me levanté de la cama al darme la vuelta sobre mi, mi mejilla dolía, la palpaba con cuidado   la sentí inflamada.

—Ya lo recuerdo todo.

Me levanté de la cama, mi padre nunca me había puesto una mano encima, ya perdí la cuenta de cuántas veces me ha amenazado lo que pasará si un noble no me desposa antes de cumplir veinte años.

Revolví mis cabellos con brusquedad como si así fuese a llegar la solución, pero no obtuve nada solo un nido de pájaros en mi cabello.

—No se porque tengo el cabello largo, a mi no me gusta  y me parece algo tan incómodo. —Bufe molesta.

Me levanté de la cama me acerqué al tocador el reflejo que el espejo mostraba no era lo que yo esperaba ver, era algo que no sentía parte de mi, simplemente esa de allí no era yo.

Busqué en el alajero de mi madre, allí estaba la solución que me haría liberarme de aquel molesto cabello. Respiré profundamente sabía que mi decisión no tenía  vuelta atrás.

—Muy bien Amelie solo cierra los ojos y hazlo y ya, solo cuenta hasta tres.

No lo pensé más, puse mi cabello al filo de la daga, luego de contar hasta tres corté una gran cantidad de cabello, a esos mechones le siguieron otros más.

Abrí mis ojos era como ver a otra persona, pero me sentía contenta con el resultado.

—Cuando mi padre me vea dira que definitivamente perdí el juicio —reí imaginando la cara que el vizconde  Apafi pondría al verme con el cabello corto, toqué mi mejilla aún la sentía inflamada—. Prefiero morir antes que someterme a la voluntad y capricho de un hombre.

Miré una vez más el negro cielo, dónde solo destacaban pequeños puntos brillantes, recordaba las leyendas que mi madre me contaba acerca de unas criaturas de extrañas habilidades sobrenaturales, algunas solo merodeaban en noches tan negras como está,  también criaturas de extrema belleza que encantan y engatusa a los demás para hacerse de ellos.

Mis ojos se hacían pesados, hasta que terminé vencida por el sueño.

•••

—Lord Darien uno de los miembros más importantes de nuestro consejo de vampiros. —Dijo un hombre de  cabellera azulada bajando la mirada ante su superior.

—Zafiro cada vez que vengo aquí es para recibir alguna queja...

—Si tus desadaptados hermanos  respetaran las reglas tú mi estimado duque no estarías aquí tan seguido aquí. —Comentó una mujer de larga melena pelirroja bajando las escaleras a paso lento y grácil.

Ambos hombres hicieron una reverencia en cuanto la pelirroja de vestido púrpura llegó al final de las escaleras.

—Beryl querida prima,  —Saludó el pelinegro besando la pálida mano de la pelirroja.

—Aunque tú no es que seas el mejor ejemplo para tus hermanos, mira que unirse a una insípida humana es vulgar para nuestra estirpe,  mezclarse con   criaturas tan ordinarias como los humanos. —Siseó Beryl con un dejo de veneno en sus palabras.

El pelinegro optó por no responder, sabía que lady Beryl solo quería sacarle de quicio y eso no iba a pasar, no iba a darle el gusto.

—Vine en cuanto me fue posible querida prima —dijo con fingida cortesía omitiendo las palabras desdeñosas de Beryl—, asumo que hacerme venir de tan lejos es por algo de suma importancia. —Comentó el duque con amabilidad, pese a la hostilidad de la pelirroja.

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