VII

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Su cuerpo dolía.

Un golpe tras otro, un par de patadas a su estómago, un par de jaloneos en su cabello, ser arrastrado por el suelo y siendo insultado. Oh, y no podía faltar los daños a terceros, su padre. Este trató de defenderlo y detener a su esposa.

-A tí no te incumbe, puto inútil -lo empujó lejos de ellos -No vuelvas a acercarte, sabes que la ley está a mi favor.

¿Lo golpeaba por mentir? Según ella sí, pero empezaba a sospechar que solo lo usaba como saco de boxeo para desahogarse de cosas que (en lo personal) a él no le importaban. Esa situación era exagerada, estaba cansado de lo mismo todos los días.

Cuando él llegaba de la escuela, era sometido a una inspección. La señora lo olfateaba por todos lados y si notaba el mínimo indicio de olor, era sermoneado, también se llevaba un par de jalones de cabello y golpes en la cabeza. No sabía cuánto tiempo podía seguir aguantando en ese lugar, Mitsuki es una mierda de persona, de esas que solo hacen que la sociedad se vuelva más miserable con todos.

Quería irse de ahí, quería desaparecer para que esa vieja no lo encuentre nunca.

Después de un largo rato (no sabía bien cuánto tiempo había durado ahí), la ceniza se alejó y le ordenó que se levantara. Le dio la espalda y caminó a la cocina, salió de ahí con un vaso de agua. ¿Era para él? Ja, por supuesto que no.

Se sentó en el sofá y cruzó sus piernas. Lo miró desde arriba, con superioridad. Sonrió con burla y habló.

-Irás, tus amiguchos pensarán mal de nosotros y no te doy el puto permiso. Pasaré al cajero mañana y te daré el dinero.

Se formó un nudo en su garganta, quería vomitar y las enormes ganas de llorar que tenía no ayudaban a mejorar en nada la situación. Chasqueó la lengua y terminó de levantarse del suelo.

No la miró a la cara, no quería, no podía. Quería que muriera, quería matarla.

Apretó las puños y bufó. Subió las escaleras con rapidez y se encerró en su habitación. Tuvo que tomar aire antes de cerrar la puerta para evitar que hiciera ruido. Una vez la azotó con algo de fuerza y tuvo que soportar una segunda ronda de golpes.

Se echó en su cama y enterró el rostro en la almohada. Su cuerpo dolía demasiado pero los sentimientos de impotencia, tristeza e ira eran superiores. Sin poder evitarlo, un sollozo se escapó de sus labios, desatándose en llanto incontrolable.

Si vivía así en su propio hogar, ¿Qué le esperaba allá afuera? Cuando tenga las responsabilidades de un adulto.

La desesperanza comenzaba a cubrirlo como una sombra o como si el sol se ocultara para jamás volver a salir. La idea de terminar con su vida era tan atractiva, estaba exhausto y ya no veía el propósito de seguir en ese mundo.

Aún así, los días pasaban, eran peores, cada minuto era peor que el anterior. Su madre se ponía cada vez más pesada, molesta, irritante. ¿Qué putas le habían hecho para que se convirtiera en una mujer tan jodidamente amargada?

Y sí, la fecha del campamento llegó. Todos fueron sorprendidos una vez más por su profesor, ninguno de ellos se esperó que en realidad el viaje estuviera a disposición de todos y que la amenaza de “solo los que pasen las pruebas podrán asistir” era totalmente falsa. De forma interna y privada se contactó a los padres/tutores de los reprobados para obtener los permisos y el pago necesario, afortunadamente la mayoría de padres eran agradables y llevaderos.

Bajó del auto familiar (al cuál Masaru no tenía permitido subir), azotó la puerta y caminó tan rápido como sus pies se lo permitían al interior del instituto. Apretaba la correa de su mochila y sus ojos ardían, se sentían calientes. Seguramente se veía pésimo, enrojecido por sus intentos de no quebrarse en llanto.

Sociedad de mierda [DkBk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora