XXXI

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Su padre lo miró y su rostro ardió entero. Corrió despavorido hacia el baño del piso superior y se encerró bajo llave. Los gritos de su padre se escuchaban desde el comedor. Estaba que se moría de vergüenza, seguro su padre notó las feromonas sexuales de Izuku impregnadas en él.

Cayó sentado sobre el retrete, sus piernas temblaban al recordar lo que hicieron hace poco. Encima, el alfa había dejado en claro que quería seguir haciendo cosas parecidas.

Tenía miedo, pero la adrenalina de hacer algo prohibido lo llamaba a arriesgarse y pecar junto a ese hermoso peliverde.

Masaru subió las escaleras, percibiendo el rastro que su hijo había dejado en el aire. Estaba preocupado, no tenía idea de hasta dónde habían llegado o si todo fue consentido. Temía que alguno de los dos hubiera abusado del otro o que su hijo pudiera haber quedado preñado.

-¿Katsuki? -tocó la puerta, la regadera aún no se abría -Katsuki, tenemos que hablar.

-¡Me voy a bañar! -respondió con miedo.

-Tenemos que hablar -repitió con seriedad -¿Tuvieron sexo, Katsuki? -llamándolo por su nombre haría que le respondiera a gritos, pero cuanto más grite, mejor podría detectar sus mentiras.

-¡No, no hicimos nada! -alegó al instante.

-No te creo, ¿Qué hicieron? -se cruzó de brazos y se apoyó junto a la puerta.

-¡Nada, sólo fueron besos y..! -se detuvo y, después de un rato, se escuchó un ruido extraño -¡Nada, déjame en paz!

-Katsuki, sabes que tu madre volverá y si terminas embarazado…

-¡Lo sé! -lo interrumpió al darse cuenta de a dónde iba la conversación, sostuvo su cabeza entre sus manos y gruñó completamente apenado, sus piernas temblaban y su zona íntima seguía lubricando lentamente -¡Carajo, lo sé!

-Promete que tendrán cuidado -suspiró, no había duda de que su hijo ya no era un niño, muchas veces sus instintos eran difíciles de controlar, en especial cuando se trata de alguien que de verdad quieres -Puedes contarme cualquier inquietud que tengas, trataré de contestar tus dudas lo mejor posible -se levantó y centró su mirada en la puerta que permanecía cerrada.

-Papá… -y ahí está de nuevo, esa palabra que hacía su corazón quebrar -Somos novios…

-¿De verdad? -abrió sus ojos con sorpresa, tratando de procesar esa nueva información -Me alegro por ti, pero eso no quita que deben cuidarse.

-¡No sé cómo! -gritó con frustración, seguía sin moverse de su lugar.

-La otra vez te dije, con preservativos y pastillas para el día siguiente -también le avergonzaba hablar de esos temas, pero si es para el bien de su hijo, tenía que aguantarse -Seguro en internet encuentras más información sobre eso.

Katsuki no volvió a responder, Masaru seguía inquieto pero decidió darle su espacio para que se diera una ducha y bajara a cenar.

El viernes anterior aprendió que no debía preparar la cena tan temprano, así que cuando el cenizo llegase de sus salidas con Izuku, él se pondría a cocinar. Sin embargo, nunca se imaginó que el menor iba a llegar en tales condiciones. Realmente le sorprendió verlo llegar con su ropa desacomodada y el fuerte olor de Izuku desprendiéndose de él, además de esas marcas en su cuello.

No podía evitar sentirse protector con su cachorro. Conocía poco de los Midoriya, en especial de el pecoso, no sabía si ese niño era violento, tranquilo, si iba en serio con el cenizo o si sólo se iba a aprovechar de las disculpas que se le fueron dadas.

Mientras preparaba el guiso y el menor se bañaba, repasaba una y otra vez la situación. No quería que su hijo saliera herido, ni por su novio ni por su madre. Había sido maltratado toda su vida, si le hacían algo más, seguro terminaría por quebrarse y no tenía idea de lo que ese niño sería capaz de hacer en ese estado.

Sociedad de mierda [DkBk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora