XLIX

631 124 49
                                    

Pasaron años y él terminó por graduarse de esa maldita academia. Ese lugar estaba lleno de omegas de padres con buena situación económica, tampoco podía decir que eran todos unos millonarios. También había de todas las nacionalidades y, por ello, casi siempre había choques de pensamientos.

Trató de mantenerse alejado de todos esos conflictos. Pero de vez en cuando, escuchaba comentarios bastante despectivos sobre cualquier persona, de alfas, betas o incluso se insultaban entre los mismos omegas.

A él le daba igual, pero siempre que mencionaban a los alfas, recordaba a Izuku. Su corazón palpitaba adolorido.

Nunca se logró recuperar de ello. Lo extrañaba tanto y todo el tiempo era una lucha constante por mantener la esperanza. Su mayor miedo fue y es perderlo. Ya estaba cerca de eso.

La distancia y la nula comunicación con el mundo exterior lo estaban matando poco a poco. Se sentía solo y olvidado por todos. Seguro Izuku la pasó mal cuando dejó de asistir a la academia, pero también creía que el pecoso había logrado su felicidad lejos de él.

No podía hacer nada para evitarlo.

—¿Y qué vas a estudiar? —escuchó que un grupo de omegas conversaban antes de irse a preparar para la graduación.

Entonces recordó. ¡Él había aplicado para la carrera de derecho y lo habían aceptado! Sonrió un poco y suspiró, al menos logró algo. Insignificante, pero algo es algo.

Esperaba poder ayudar a las personas, más específicamente a los alfas.

Se encerró en su dormitorio y comenzó a armar las maletas. No asistiría a la graduación, pues no valía la pena. No iría nadie que le interese y tampoco le importa si Fulanita obtuvo un diploma de asistencia.

Cuando su habitación quedó tal cual como había llegado, se sentó en el colchón y observó lo desolada que se encontraba. No había mucho cambio, pero con el tiempo había comenzado a llenar las paredes con algunos pósteres. Las paredes blancas y los muebles vacíos, daban una sensación extraña en su estómago.

Cerró los ojos y visualizó la cabaña que usaban Izuku y él. Sin duda, a pesar de estar abandonada, se veía con más vida que ese lugar. También recordó la habitación del pecoso, llena de pequeños detalles que no supo apreciar en su momento.

Sonrió con melancolía cuando su mente revivió esos momentos que vivió con el alfa.

¿Habrá mantenido su promesa de no hacerse daño? ¿Lo seguirá esperando?

La puerta se abrió sin previo aviso, asustando al omega que estaba sumergido en sus pensamientos. Miró a su profesora, quien le sonrió cálidamente.

—Tu mamá ya llegó, Katsuki —anunció como si fuera una gran noticia.

Era extraño que las personas lo llamen con su nombre y no con su apellido, como se acostumbraba en Japón.

Asintió y se levantó, colgándose una mochila y sacando la agarradera de la maleta para arrastrarla consigo. Caminó por el pasillo, siendo guiado por la docente, quien conversaba sola.

—Qué pena que no te puedas quedar a la graduación —se detuvo frente a la oficina de coordinación, estirándose para alcanzar un folder —. Aquí están tus papeles y los diplomas que ganaste.

—Oh… gracias —le sonrió falsamente y agarró la carpeta con delicadeza.

Hace años se sentía fuera de sí. Su agresividad se había esfumado y ni siquiera tenía ganas de gritarle a las personas. Tal vez eso era bueno, seguro las personas que lo conocieron antes, lo odiaban por eso.

Sociedad de mierda [DkBk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora