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Los orbes brillantes de Yoongi miraban curiosos al hombre que daba vueltas y vueltas a la hirviente máquina mientras lentamente se iba formando una bola algodonada alrededor del papel que el hombre sostenía. No podía parar de mirar como se formaba aquella sonrosada nube con intriga pues sentía que no debía saber a nada, o quizás sabría a mermelada vieja.

Cuando finalmente la nube estuvo lista, Namjoon pagó por ella y la tomó del cono de papel, tomando un buen trozo entre sus dedos y llevándolo a su boca. La mirada de incertidumbre en el rostro de Min hacía que aguantar la risa fuera demasiado difícil, parecía un gato mirando un juguete nuevo sin comprender su función.

— Prueba un poco, te gustará —le aseguró el moreno, tomando un trozo entre sus dedos y tendiéndoselo a su amigo.

Yoongi negó con la cabeza, mirando el rosado cúmulo hecho de azúcar. Kim insistió, acercándole el dulce y sencillamente, el mayor no podía negarse ante aquellos bonitos ojos entusiastas que le rogaban que compartiera ese trocito de felicidad con él.

No muy convencido, Yoongi tomó el trozo de nube y lo llevó a su boca, dejándolo reposar en su lengua para sentir como se derretía, haciendo estallar el sabor de azúcar en sus papilas gustativas. Los ojos del muchacho se abrieron en gozo y le sonrió a su amigo, desapareciendo sus ojos en emoción.

— ¿Te gustó? —cuestionó el más alto con ficha, ofreciéndole otro trozo. Yoongi asintió encantado y comió lo que le fue ofrecido, cautivado por el sabor tan acaramelado del postre.

Las luces de la rueda de la fortuna se robaron toda la atención del pelinegro, mirando este como el artefacto daba vueltas, permitiendo a la gente estar en lo más alto y mirar la preciosa vista que otorgaba Seúl en la noche. Yoongi vio como los ojos de su enamorado reflejaban los brillos de aquella atracción y tragó pesado debido al miedo a las alturas que lo carcomía con simplemente ver aquella máquina.

— Vayamos a eso, Yoon —pidió, tomando la mano del joven y caminando a la fila con una alegría que le aceleraba el corazón.

— No quiero subir allí —susurró Min, sin querer mirar al más alto.

— ¿Por qué no? Será divertido —dijo, dando un suave apretón a la mano contraria. Yoongi no se había dado cuenta de que su amigo no había soltado su mano hasta que sintió aquel apretón y su rostro se ruborizó, sintiendo la suave piel de la palma de Namjoon contra la suya como algo tan reconfortante que el miedo a las alturas desapareció por un momento.

El de hebras color menta cedió a subir a aquella maquinaria, posiblemente debido a que la compañía relajaba su acelerado corazón y porque solo podía pensar en la forma en la que sus manos se encontraban juntas en aquella fila, sintiendo los dedos de Kim ajustarse perfectamente a su mano.

Cuando fue su lugar y subieron a aquella peculiar maquinaria, Min se tomó un momento para tragar pesado y empezar a morder sus uñas; ya su mano y la de Namjoon no estaban juntas así que el creciente miedo le irradiaba en el pecho, apoderándose de todo su ser, pero ya no había vuelta atrás, ya habían subido y ya la atracción había comenzado. Además, le daba vergüenza decirle su miedo a Namjoon y arruinar su diversión.

Cuando sintió como subían más y más su corazón palpitaba tan fuerte que se alejó unos centímetros del menor para que este no pudiera oírlo, pero esto fue un error, ya que, al acercarse a la barandilla, su interior dio un vuelvo y su pecho empezó a hacer un vaivén donde subía y bajaba con suma rapidez. Mordía sus uñas sin parar, tratando de mantener su mente ocupada, o posiblemente lo hacía inconscientemente ya.

— Pudiste decirme si tenías miedo a las alturas —interrumpió Nam, tomando la mano de su boca y entrelazándola con la suya—. No te obligaría a subir aquí si temes a las alturas.

— No quería arruinarte la diversión —le dijo, mirándolo con sus ojos abiertos como dos lunas llenas.

— No la arruinas, me divierto solo con estar a tu lado.

Y tras las dulces palabras, Namjoon se juntó lo más que pudo a su amigo, asegurándose de que la cercanía pudiera tranquilizar su agitado corazón, sobre todo cuando llegaron a la punta del juego y este se detuvo para dejarles ver la vista.

— La vista es hermosa —aseguró el moreno con emoción—. Tienes que mirar, Yoon. No soltaré tu mano, lo prometo.

Y Yoongi se asomó a ver los pequeños puntos brillantes que eran las luces nocturnas de los miles de casas y edificios que decoraban Seúl, volviéndolo un cielo estrellado sumamente bello. Era hermoso, y verlo con la mano de Kim sobre la suya se sentía el cielo mismo, el paraíso para él.

Momentos después, ya no eran las luces de la ciudad las que miraba fijamente, sino las que reflejaban como brillos de estrellas en los ojos de aquel chico del que estaba enamorado. Estaba cautivado viendo la felicidad en aquel precioso rostro que observaba las luces de la ciudad como si de una majestuosa obra de arte se tratara; para Yoongi, la verdadera obra de arte allí eran los iris marrones y los carnosos labios del chico junto a él, que le tomaba la mano con una suavidad tan inmensa que parecía creer que sus manos iban a quebrarse.

— Esto es hermoso —mencionó el más alto con júbilo, volteando a ver a su amigo, encontrándose a este mirándolo ya.

— Lo es —murmuró Min, sin dejar de delinear las facciones de su amigo.

Cuando ambos conectaron miradas, ya la rueda se encontraba bajando y su vuelta estaba terminando, pero aquel momento en la cima fue tan mágico para ambos, que incluso cuando ya habían bajado, sus corazones palpitaban como locos y sus mejillas se teñían del color del algodón de azúcar que había comido Namjoon.

Fue entonces cuando a Yoongi se le prendió un foco.

— Sentí tus manos frías allá arriba —comentó, quitándose la chaqueta.

— No traer suéter a pesar de haber comenzado otoño fue una mala idea —rio Kim levemente, pero sus risitas se callaron cuando sintió a su compañero colocarle su chaqueta sobre los hombros—. No tenías que-...

— Vas a enfermarte, por favor, tenla —insistió Yoongi mirándolo, mientras caminaban de vuelta a la estación.

— Eres tan lindo... —y Namjoon no se dio cuenta de que había pensado en voz alta hasta que Yoongi se detuvo frente a él, mirándolo a los ojos con aquella mirada suave y profunda a la vez con la que siempre escrutaba a Kim.

Sus ojos estaban fundidos en los ajenos y dio un paso más hasta que las puntas de sus zapatos se tocaron y sus rostros estaban tan cerca que Yoongi pasó saliva. La cercanía iba a matarlo y sentía que se ahogaría con sus palabras o con sus sentimientos que estaban peleando por salir y explotar allí mismo.

— También eres muy lindo, Nam —le susurró, ya que debido a la cercanía no era necesario alzar la voz.

Su corazón golpeteaba en su tórax tanto que empezaba a dolerle y sentía que moriría allí mismo, necesitaba moverse, necesitaba...

Y entonces Namjoon esbozó una delicada sonrisa que dejó ver sus hoyuelos y plantó un pequeño besito en la frente de Yoongi antes de seguir caminando.

"¿Qué?", era lo único que pasaba por la cabeza de Yoongi. Tan cerca y tan lejos, si tan solo sus labios estuvieran a la misma altura...

Strike uno.

sunflower love | namgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora