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Las manos de ambos estaban sudando, pero aún así no se soltaban, sintiendo la compañía ajena como lo más reconfortante en aquel atardecer primaveral. Ambos estaban nerviosos y con sus rostros encendidos como las flores rojas que crecían en las entradas de los hogares por los que pasaban.

Después de salir de la cafetería, Namjoon le había ofrecido pasar la noche en su dormitorio debido a que los autobuses no llegaban y, para suerte de ambos, Hoseok había avisado temprano que se quedaría a dormir en casa de unos amigos. En el camino habían comprado ramen instantáneo y dos sodas para cenar. Era algo sumamente sencillo e improvisado pero sus corazones palpitaban emocionados ante la idea.

En el camino, habían platicado acerca de salidas pasadas o lo que habían estado viendo en la universidad. Yoongi había estado ayudando bastante a Jungkook en matemáticas ya que a este cada vez se le dificultaba más. A Namjoon le iba excelente y Min se alegraba por él, la pasión por su carrera y su amor por la vida de la naturaleza era admirable.

Era inevitable que, entre sus conversaciones calmadas acerca de su día a día, se escapara uno que otro halago, sonrojo o casto beso en los labios que duraba tan solo milisegundos. Los dos enamorados disfrutaban la compañía ajena incluso en las situaciones más simples.

Cuando llegaron al campus, Min notó que se desviaban de su camino a la habitación, sin embargo, se dejó guiar a donde sea que el moreno quisiera llevarlo.

Sus ojos divisaron el invernadero en la oscuridad y su corazón latió inquieto con la memoria de aquellos recuerdos vividos entre esas paredes de cristal. Namjoon lo adentró en aquel lugar, tomando su mano y llevándolo hasta su espacio allí.

— Estuve cuidando a Namgi todo esta tiempo, ya que eres su "otro padre" tienes el derecho a verlo, ¿no? —rió nervioso el mayor, mirando a Yoongi con sus mejillas coloradas.

— Están muy lindas, Nam. Las cuidaste muy bien —halagó el de hebras menta, mirando las flores tan bien atendidas. Sus tonos rosáceos resaltaban maravillosamente y sus hojas verdes eran brillantes. Aquella planta era el nacimiento de su amor paulatino y eminente, era aquello que les hizo darse cuenta del afecto que entre ellos crecía.

Min tomó la mano ajena y dio un delicado beso en esta, justo en el dorso. Sus manos se posaron en la cintura del menor y lo acercó a él, mirándolo a los ojos con una mirada plagada de estrellas centellantes de adoración.

El cariño que florecía entre ellos era celestial, los mantenía encerrados en una burbuja donde solo eran ellos y nadie más.

— Me gustas, Joonie —murmuró Yoongi, subiendo una de sus manos a la mejilla ajena, acariciando esta con cuidado, como si temiera que se quebrara.

— Me gustas, Yoonie —le respondió Namjoon, llevando sus manos a la cintura ajena y pegándolo más a su cuerpo, como si aquello fuera siquiera posible.

Min se apoyó en las puntas de sus zapatos, alzándose sobre sus deportivos para alcanzar los labios ajenos en un beso que trataba de capturar el afecto entre ellos en dicho gesto. Tratando de demostrarse todo lo que sentían a través de aquel contacto.

Las manos recorrían el cuerpo ajeno, otorgando caricias con una serenidad encantadora. El gesto se sentía como una unión de aquel sentimiento que se vislumbraba en sus corazones.

Por un segundo, ninguno podía pensar en nada más que aquel contacto, aquel amor entre ambos que crecía en sincronía con aquel roce de belfos donde se profesaban amor puro. Allí, en los brazos del otro, besándose entre las miles de macetas colmadas de flores y plantas encantadoras, amar no dolía. Amar no daba tanto miedo cuando sentían al corazón del otro latir al mismo ritmo, adorándose en la misma sintonía, apreciándose como si aquello curara todos los males.

Por primera vez, Yoongi no temía amar.

Por primera vez, Namjoon no temía amar.

Cuando su toque acabó, decidieron salir del invernadero tomados de manos, caminando a la habitación con el rastro de una sonrisa todavía decorándoles los rostros.

Se turnaron para bañarse y vieron alguna película que Min habría escogido mientras comían. El sentimiento hogareño que otorgaba ese momento llenaba el corazón de ambos. Se encontraban abrazados en la cama, viendo el filme en la laptop de Namjoon.

Ambos se encontraban somnolientos, sentados con la computadora en las piernas, con el mayor recostando su cabeza en el hombro ajeno mientras sus manos se repartían caricias mutuamente.

Para ambos, esto era estar en casa realmente. Así debía sentirse.

— Nam... —murmuró el de hebras color menta, sin despegar su vista de la pantalla.

El menor dio un tarareo en respuesta para asegurarle que escuchaba sus palabras.

— ¿Sabes? Siento que... lo nuestro... Umh... —comenzó a hablar, sintiendo su pulso acelerarse y el rubor cubrirle los pómulos notoriamente. Namjoon se movió en su sitio para que Min se levantara y pudieran mirarse a los ojos—. ¿No crees que... deberíamos... ir en serio? —cuestionó, evitando la mirada ajena debido a los nervios que lo invadían y el color rojo que se le regaba por todo el rostro, hasta el cuello.

— ¿Me estás pidiendo ser tu novio? —preguntó directamente el moreno, con una sonrisa que dejaba sus hoyuelos lucir preciosamente. Había parado la película y dejado la laptop en la mesita de noche a un lado.

— Umh... sí —respondió colorado—. Pero, solo si tú quieres. Puedo esperar un poco más si no te sientes preparado —su rostro estaba tan rojo que le ardían las mejillas y sus manos temblaban.

— Sí —chilló Namjoon con la emoción acelerándole los latidos. Casi se abalanzó sobre Min, quedando ambos acostados, con Kim entre sus piernas.

— ¿Sí...?

— ¡Sí quiero ser tu novio! —exclamó con emoción, dando pequeños besos a su nueva pareja, regándolos por todo su rostro.

La emoción no le cabía en el cuerpo a Yoongi, quien abrazó fuertemente al menor, apretujándolo contra su cuerpo y sintiendo como si estuviera a punto de estallar por los sentimientos que lo inundaban.

— Estoy tan feliz, de verdad quería esto... —habló entusiasmado el mayor, dejando múltiples besos en la mejilla ajena—. ¡Eres mi novio! —vociferó, levantándose con Yoongi entre sus brazos. El de cabellos color menta se sostuvo de su cuerpo, enrollando sus piernas en la cintura ajena y riendo ante la vigorosa reacción del menor.

— Lo soy, lo soy —aseguró entre risas, dejando un beso en los labios ajenos. Kim se acostó en la cama de nuevo, con su nuevo novio sobre él. El susodicho rodó sobre la cama para quedar a su lado—. Lo soy, lindo.

— Y eso me hace la persona más feliz en la tierra —le aseguró, poniéndose de lado para mirarlo. El mayor lo imitó para que quedaran cara a cara.

Solo bastó que sus miradas conectaran para que sus labios se encontraran, besándose con parsimonia, acariciando los labios ajenos con los propios de manera tan delicada que les fue inevitable sonreír en el beso. Min tomó la cintura ajena y Namjoon colocó sus manos en el pecho del mayor; sus pies estaban entrelazados y los besos no cesaron hasta un largo rato después.

La verdad era que, allí, en su burbuja de amor donde solo eran ellos dos, Min se sentía tal cual los girasoles, mirando a su sol como si fuera la estrella más brillante y la única que merecía ser el dueño de sus más encantadoras miradas.

— Te amo, Yoonie —le susurró Kim sobre los belfos, dejando un pequeño piquito abtes de alejarse para mirar a su amante.

— También te amo, Joonie —le susurró de vuelta, besando de nuevo aquellos labios de los que no quería despegarse jamás.

Los besos de aquel par de jóvenes duraron hasta que ambos cayeran rendidos, se besaron sin parar buscando de sacar todo el amor que llevaba tanto tiempo oculto.

Ahora se amarían como nunca y sin miedo.

sunflower love | namgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora