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Cuando uno se está ahogando, suele sentir el aire lentamente deslizarse fuera de sus pulmones hasta que estos arden y el mareo nos inunda la cabeza, sintiendo que todo se oscurece y gira, que nos desprendemos de nuestra vida como se arranca una flor de un campo. Era dolorosamente paulatino, haciendo que ardiera, quemara y nos sintiéramos prisioneros de aquel suplicio.

Cuando tus pulmones se llenan totalmente de agua y ya no sientes la vida en tu cuerpo, es cuando finalmente toda la tortura se detiene y el sufrimiento deja de rasgarnos el pecho.

Lastimosamente, Min no tenía agua en los pulmones ni se encontraba bajo el agua, así que su martirio no acababa y su pecho seguía teniendo prisionero a su corazón. El aire se le iba de los pulmones, pero una pequeña ráfaga sin fuerzas seguía allí para mantenerlo vivo, para que se sintiera en agonía pero no muriera. Aquella ventisca le rasgaba las orillas de los pulmones y se le cruzaba entre las arterias del corazón, para sentir un frío doloroso como si se le estuviera congelando el pecho en dolor.

Cuando llegó a su casa, había pasado por un lado de sus amigos y se había encerrado en la habitación, empapado en sus lágrimas y siendo asfixiado por su propio infierno. Estuvo allí con el seguro puesto, oculto bajo las sábanas e ignorando los toques en su puerta; estuvo allí cuando escuchó a Seokjin despedirse y salir media hora luego de su llegada; estuvo allí cuando Jungkook almorzó y cenó; estuvo allí cuando pudo empezar a escuchar los ronquidos de Jeon en el sofá; e incluso cuando escuchó sus pasos salir de la casa y cerrar la entrada principal. Sin embargo, jamás salió.

Había oído todo, había estado consciente y bien despierto todo el día, incluso hasta ahora que era de mañana y los rayos del sol se colaban dolorosos e insistentes por los bordes de la cortina. El dolor había sido aprisionado con él bajo las cobijas y se mantenía con él, negándose a quemarse con la fuerte luz solar, o a escaparse con las brisas otoñales que amenazaban con la llegada de un frío invierno.

Yoongi estuvo llorando hasta que su cara se hinchó y sus ojos ardieran rojizos, hasta que su garganta dolía por los rotos sollozos y sus uñas sangraran de tanto morderlas entre pensamientos angustiosos. Ya no pensaba que pudiera llorar más, porque sus lágrimas de las anteriores quince horas habían sido demasiado para llenar una jarra entera. No sentía que pudiera mover su cuerpo, ya que se sentía débil y afligido.

No era solo agotamiento debido a haberse saltado las comidas el día anterior, o debido a no haber dormido en toda la noche; estaba agotado de pensar, de llorar, de sentirse insuficiente y lastimado. Su cuerpo simplemente no podía levantarse de la cama, estaba pesado y la pesadumbre lo obligaba a quedarse.

Anoche, entre su desgracia, cuando estaba oscuro y las chicharras gritaban escandalosas, Min pudo despegarse de entre las colchas y aproximarse al baño a pasos rastreros. Sin embargo, cuando entró al pequeño cuarto y se miró al espejo, se le quitaron las ganas de estar allí.

En el espejo se veía a sí mismo, con sus ojos rojizos y sus ojos inflamados, con sus uñas destruidas y sus labios resecos. Pero, eso no era lo que importaba. El problema era que se veía allí, con su cabello corto y negro, sus facciones masculinas y su cuerpo pequeño. Y en su llanto, le hubiese gustado que su cabello fuera tan largo como el de aquella chica, sus manos fueran tan delicadas y con uñas largas y fuertes, su cintura fuera extremadamente pequeña y su pecho no fuera plano, sus labios quizás más rosados y su rostro más tenue y frágil. Le hubiera gustado mucho ser una bonita mujer que sí pudiera ser querida por los chicos. Le hubiese gustado no haber nacido así, no ser gay, no enamorarse de personas que no le otorgarían jamás algo recíproco.

Y estuvo gimoteando débilmente en el suelo del baño, con su cuerpo de hombre temblando hasta que pudo recuperarse en la oscuridad solitaria de la noche.

Ahora estaba acostado, sin fuerzas, con su estómago rugiendo, pero su garganta cerrada, negando la comida y amenazando con expulsar todo si intentaba alimentarse. Su rostro aún tenía rastros de su desconsuelo y su pecho dolía como si tuviera una piedra pisándole el corazón.

Cuando escuchó crujir la cerradura de la entrada principal, cerró sus ojos, enrollándose aún más bajo las sábanas. Escuchó los pasos fuertes de las botas de Jungkook y luego fue el turno de la cerradura de la habitación de crujir.

— Voy a entrar, Yoon.

Y como dijo, se adentró a la habitación, haciendo a Min como se hundía el colchón a su lado, avisándole que se encontraba sentado a su lado.

— Yoon, ¿qué ocurrió? —no hubo respuesta—. Habla conmigo, ¿qué pasó? —aún no había respuesta—. Por favor, dime qué ocurrió —nada—. Yoon, ¿qué te hizo Namjoon?

Como si la mención de aquel nombre fuera una aguja y Yoongi un globo, este estalló en llanto, dejando a Jungkook sentir su cuerpo temblar bajo la cobija. El menor se inclinó a su lado y lo abrazó sobre las telas, acariciando su espalda con delicadeza.

— Yoon, acompáñame a comer y hablamos, ¿sí? Estará todo bien, solo déjame ayudarte, quiero escucharte. No puedo entenderte si no me cuentas lo que ocurrió —le susurraba, sin dejar de otorgarle caricias y dejando un beso en su cabeza.

Luego de una pequeña espera, Min se levantó, dejando a su amigo tomarle las lastimadas manos. Le miró las oscuras y profundas ojeras, los rojos ojos empañados en lágrimas, los cabellos despeinados y los labios rojos de tanto morderlos, y solo tuvo ganas de llorar con él debido a su demacrado aspecto lleno de dolor. Sin embargo, se aguantó y lo sentó en la mesa de la cocina mientras preparaba algo de comer. Mientras preparaba tostadas y hacía algo de avena, miró a su amigo con la mirada perdida en algún lugar.

— ¿Puedes explicarme lo que pasó, Yoon? —le preguntó, mientras esparcía la mantequilla en los panes y servía la avena caliente en los vasos.

— Fui a llevarle flores, iba a decirle que estaba enamorado de él —se explicó con calma, tomando pausas mientras miraba la mesa—. Pero, entonces... —continuó, con su voz rompiéndose mientras avanzaba en la historia—. Lo vi con una chica y ella le besó la mejilla —culminó, subiendo la mirada para encontrar la de Jeon, quien había puesto la comida en la mesa y se había sentado a su lado—. ¿Todo eso que viví con él no fue especial? —comenzó a explicarse, con la garganta ardiéndole de tanto retener un sollozo. El nudo en la garganta siendo tan grueso y pesado que dolía—. Quiero decir, se sintió especial, ¿acaso no lo fue? Fue muy íntimo, de verdad creí que era algo más, pero...

Ante su silencio, Jungkook le tomó la mano.

— ¿Pero...?

— No soy una chica —dijo, mientras las lágrimas caían—. No puedo ser lo que él quiere, nunca puedo serlo para nadie. Siempre que me enamoro sale mal por la misma razón, ¿por qué tengo que ser un hombre que gusta de otros hombres? Eso solo lo hace más difícil, siento que el problema está en mí. Si yo fuera como esa chica, con el cabello largo y facciones más suaves, quizás él me hubiera besado desde un comienzo.

Las lágrimas desordenadas le bajaban por las mejillas hasta pararle en la barbilla y gotear en la mesa. Con calma, Jungkook estiró su mano para secar estas.

— Eso no es así, Yoon. ¿Por qué sería un problema que ames? Tan solo eres un ser humano que siente, como todos los demás. Que no hayas encontrado al indicado o que aquellos que te gusten no tengan interés por su mismo género no es tu culpa —alentó, acariciando sus mejillas, limpiando las gruesas gotas tibias—. Habrá un lindo chico dispuesto a amarte, Yoongi, te amará siendo un hombre y jamás, jamás te dejará. No hay un problema en ti.

Min asintió, soltando suaves hipidos mientras lloraba en silencio y Jungkook lo abrazó, escondiendo su rostro en su pecho.

— Todo estará bien. Habrá otro chico. Solo date tu tiempo y aléjate de Namjoon hasta que puedas aclarar tus ideas y olvidar tus sentimientos. Lo mejor para superarlo sería eso —le sugirió, plantándole un pequeño beso en las hebras color menta—. No llores más y come, Yoon. Pronto habrá alguien que sí te ame y no tendrás que llorar nunca más.

sunflower love | namgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora