Everand

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No voy a mentir, fue tan satisfactorio golpear a esa niña nacida en cuna de oro que ni siquiera me di cuenta cuando se desmayó, no hasta que Warin comenzó a gritar.

– ¡Ya basta, la vas a matar!- Warin se acercó de prisa a ella para levantarla del suelo. Cuando la volteo fue cuando vi su cara hinchada “vaya así que también fui por su cara, que dicha la mía” pensé mientras sonreía.

– ¿Que no fue eso lo que se nos pidió?- pregunte al ver que Warin no me quitaba su mirada asesina de encima.

-Dejémosle el trabajo sucio al rey, nosotros encarguémonos de desaparecerla- propuso Ambrose a lo que Hugh asintió y nos dio las indicaciones.

Nos encargaríamos de llevar a la princesa a una casa lejos del pueblo, lo único que teníamos que hacer era dejarla ahí, ir a informar al rey que el trabajo estaba hecho, después el rey se encargaría de lo demás.

Se escuchaba como algo realmente sencillo de no ser que para dirigirnos a la casa que Hugh indicaba implicaba cruzar el mercado que se encontraba en el pueblo debido al
festival de la cosecha, el cual siempre estaba lleno de gente.

Era bien sabido por los pueblerinos, que uno de nuestros trabajos era la caza de lobos, por lo cual intentamos cubrir a la princesa con sangre de un par de lobos muertos, (lo cual no era para nada necesario pero antes de que nos diéramos cuenta Ambrose, quien le tenía cierto rencor a la niña por razones que desconocía, ya la había bañado en sangre que soltaba el peor hedor al cual nunca me acostumbraría) la subimos a una de nuestras carretillas de madera y atravesamos el mercado los más rápido que pudimos.

Nunca habíamos tenido que recurrir a esconderle nuestras acciones al pueblo, ya que se podría decir que vivíamos por ellos, desde que yo tenía dieciséis me había unido a Hugh
después de que mis padres me abandonaran, algo que nunca resentí ya que el estar con Hugh era como tener un padre, además las acciones que el hacía no eran del todo mal.
Pues les ayudábamos a los mercaderes a vender lo necesario e incluso un par de veces llegamos a salvar un par de vidas.

Cazábamos lobos que acecharan los corrales de ovejas de algunos pueblerinos y ellos nos pagaban por eso.


Siempre desde que me uní a ellos tuve un lugar donde dormir o algo que comer, no creí que eso llegaría a cambiar algún día sino hasta hoy, que en nuestro infortunio nos topamos
con Dan, un pueblerino borracho, fastidioso pero sorpresivamente chistoso, no fue el caso esta vez, ya que al tratar de querer acercarse a nosotros tropezó y para evitar caerse se sostuvo de la sabana con la cual cubríamos la carretilla, por lo cual todos vieron que los que cargábamos en realidad era un cuerpo, lo cual sorprendió a todos.

Hugh nos gritó indicándonos correr pues ya algunos pueblerinos nos miraban con odio, no fue hasta que llegamos a la casa que nos dimos cuenta que más de dos decenas de
personas nos habían seguido hasta ahí claramente molestas –No podemos estar aquí mucho tiempo, hay que buscar una salida rápida antes de que nos rodeen y debemos sacar a Rebecca rápido- indico Hugh a lo que Warin respondió –Creo que es demasiado tarde para eso- y justo después, la casa empezó a humear y las llamas ya eran más visibles.

-¿Si les gritamos que a quien tenemos es a la princesa nos dejaran en paz?- pregunto Ambrose a lo cual todos los vimos exactamente con la misma expresión, algo que pareció
darle bastante gracia.

-Ese rey hijo de puta- dije cuando empezamos a correr por encima del fuego para salir del lugar.

Galileo y los 5 jinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora