[El vigilante]

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César odiaba a Inez, Inez odiaba a César. Era un sentimiento mutuo, que bonito, no? En realidad iba a ser un sufrimiento manejar a los dos, a ver si Airín se dignaba a ayudarme un poco. 

Dejé que césar la matase unas cuantas veces. Disparaba y borraba, disparaba y borraba. Se lanzó directamente a por ella y le destrozó la cara, borré. Pilló un lanzacohetes y la hizo explotar, borré. Pilló un patito de goma y se lo metió por el culo, borré. Agarró una lanza y la perforó mil veces, borré. Después decidí parar a César. Agarré sus brazos e intenté resistir su impulso de matarla. César se resistía pero Inez no reaccionó. Miró a Airín con cara de estar muy incómoda.

—Venga César calma... Buenas, podéis pasar eh.—Les dije amablemente.—Airín, dormirás con Inez en la habitación que usabas hace unos meses.

—Vamos, Inez, te enseño la habitación.—Dijo Airin. 

—Siiii!—Gritó Inez.

Airín se rio e Inez la siguió feliz. Ellas dos eran demasiado buenas amigas. Las invité porque nunca vendría mal ayuda cuando un asesino te quiere matar. El único problema es que César e Inez se odian, pero por mi parte les tengo bastante cariño. Inez y Airin subieron las escaleras para llegar a su habitación. No tenía pensado subir a saludar para evitar inconvenientes... Ya sabéis de que hablo. 

César, Alaá y yo estuvimos un rato tirados en el salón escuchando los gritos de las chavalas. César tenía cara de que quería matarme y Alaá estaba en su mundo. Sin saber que hacer, y desesperado por el aburrimiento decidí subir a saludar. Subí las escaleras y encontré la puerta de las chavalas al final del oscuro pasillo medio abierta, deduje que podría entrar ya que no buscaban privacidad así que pasé tranquilamente. La habitación contrastaba con la oscura y triste casa, había dos camas sobre una gran alfombra roja iluminadas por la cálida luz del techo. Inez y Airin estaban sentadas en el suelo, apoyando su espalda sobre las camas. 

—Puerrooo!!!—Gritó Inez lanzándose hacia mí y dándome un abrazo.

—Hola.—Dije un poco incómodo, pero no en mal sentido.

Yo no soy muy de dar abrazos, me encantaría poder hacerlo pero me da un poco de cosa desagradar al otro.

—Holap.—Dijo Airín.—Cuanto tiempo eh... Una pena que apenas hemos podido hablar.

—Nah, no pasa nada, para eso he venido a saludar.

Airín era una buena amiga mía y me alegraba poder hablar un poco con ella. Inez también me caía genial, pero con ella nunca me había llevado muy bien.

—Oye Puerro, por qué desapareciste?—Dijo Airín.

—Airín, no te enteras ni del clima. Puerro trabajaba para... Ella. Ya sabes...

—Inez...—Dije.—Tú sabes lo que me pasó? Yo no recuerdo nada, pero quizás tu sabes contar lo que se conoce ahora como... El cuento del Vigilante.

—El vigilante...—Dijo Inez con un tono más serio pero con la misma voz aguda de siempre.—Sí que conozco esa historia. 

—Pues adelante.—Dijo Airín bastante intrigiada.

—Hace años, en la sociedad reinaba un nuevo ser. Aquél ser tenía un poder insuperable, un poder digno de un dios. Aquél ser controlaba todo, se mantenía entre las sombras pero aún así nadie lo desobedecía. Pero ese líder tenía tanto admiradores como amenazas. Esas amenazas molestaban al líder, entonces este buscó algo que se encargase por él. El líder encontró a dos personas que lo obedecieron al instante. Uno de ellos era un asesino imparable conocido como El Ejecutador. Pero el otro que contrató era el más temido, conocido como El Vigilante. El Vigilante tenía un ejército a sus pies. Unos seres que vigilaban todo, y por eso se le conocía como El Vigilante. Un día, un joven guerrero decidió rebelarse ante el reino. Este guerrero era uno de los más fuertes de entonces, y a pesar de su juventud decidió atacar al Vigilante, pero según lo que dicen... El guerrero no pudo ni acercarse a él. El Vigilante era intocable, imparable. Si quería algo siempre lo conseguía porque todos estaban a sus pies. Pero El Vigilante fue perdiendo fuerzas poco a poco, y su poder se debilitaba a lo largo de los años. Entonces una noche-

—Un grupo de ciudadanos cualquiera, unidos por un vínculo, no solo entre ellos sino también con El Vigilante, fue a vencerle por fin.—Dije.—Y ese grupo a pesar de no poder tocarle pudo vencer, revelando los crímenes que El Vigilante tenía entre manos y sellando su poder infinito. Tiempo después aquel grupo, junto al vigilante, derrotaron a aquel líder y la libertad regresó al reino. Y os preguntaréis... Como conozco el final? Pues...

—Ya, ya...—Dijo Inez.—Tú eres el vigilante.

—Espera como-

—Puerro,—Dijo Airín.—Yo estaba ahí cuando te vencieron, aunque no hice nada. 

—Sí pero-

—Nah tranquilo, nos ha servido para desarrollo de personaje.—Interrumpió (de nuevo) Inez.

—Ah, ok.

Nos quedamos callados un rato. De pronto el silencio incómodo del ambiente desapareció cuando Inez empezó a hablar.

—Oye Puerro, y si tan fuertote eras porqué ahora estás pidiendo ayuda porque un rarito te persigue?

—Eso tía.—Dijo Airín.

—Sí tía.

—Sí tía.

—Tía.

—Tí-

—OS QUERÉIS CALLAR?!—Dije saliéndome de mis casillas.

Intenté relajarme, respiré hondo y les expiqué:

—Os explico. Yo en ese tiempo estaba siendo controlado por así decirlo. Tenía un trozo de metal en el cerebro y entonces no podía hacer lo que quisiese. En parte sí pero solo cosas malas. Entonces pues como que se me fundieron los circuitos y toda la experiencia ganada se redujo mucho. Además poco a poco me fue dejando secuelas y por eso mi poder se debilitó. Ahora entendéis?

Se quedaron calladas. Antes no callaban y ahora no dicen nada. En fin... Me levanté y les di las buenas noches. 

—Pasad una buena noche...—Dije.

Salí al pasillo y por mi mente pasaron las palabras de Emma. Acaso iban dirigidas a mí? Y si era una advertencia para todos? Yo tuve una conexión con él en el pasado, igual era eso. Entré a mi habitación, me puse el pijama y sin despedirme del resto me tumbé a descansar. Llevaba un día agotador y no tenía ninguna gana de hacer más cosas. Mientras me dormía empecé a pensar. Aquella noche no duraron mucho mis pensamientos paranoicos pero estuve determinado en una sola cosa. Debía ir al laboratorio y también debía recuperar mi prestigio. (y debía pasar a saludar a Ameki y Naiarita que hace mucho que no las veía) 








(y desenfadar a César)



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