Hyunjin era un respetable hombre de negocios. Serio, imponente y arrogante.
Seungmin aún estaba en la universidad. Un chico tranquilo, amable y obediente.
Ambos eran completos extraños cuando se casaron, sin embargo la gran química sexual que había...
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Hyunjin despertó gracias a un delicioso aroma, abrió los ojos con pereza y se encontró a oscuras.
Prendió la lámpara sobre la mesita de noche y se refregó los ojos, con la misma pereza se levantó de la cama y se dirigió al baño para lavarse la cara.
Su estómago gruñó de nuevo por el rico olor a lasaña y cuando salió del baño pudo apreciar uno de sus trajes colgado en la puerta que dirigía al closet. Se acercó a él con el ceño fruncido y una nota colgaba del gancho.
"Espero que no sea una molestia, pero esta noche me gustaría una cena elegante junto a usted, le espero en la terraza.
-Hwang Seungmin."
Hyunjin sonrió enternecido y se metió al baño con todo y traje, tomó una ducha rápida y se vistió, la camisa negra la dejó con los tres primeros botones desabrochados y encima se puso el saco, a Hyunjin le gustaba vestir con tonos oscuros, a comparación de su esposo que siempre brillaba con sus tonalidades pastel.
Miró la hora y verificó que no pasaban de las 8, aun así todas las florería se encontraban cerradas por lo que con rapidez sacó su teléfono y espero hasta que le contestaron.
-Pero miren quien se atreve a llamar -la voz del otro lado suena molesta- maldito hijo de puta, después de no invitarnos a tu boda e ignorarnos los últimos meses te atreves a llamarme como si nada.
-Si, como sea, ¿la joyería sigue abierta?
-Por qué demonios crees que voy a contestarte, estás vetado de todas mis sucursales, adiós.
Hwang se descolocó un poco, sabía que su mayor estaba molesto, pero no se imagino que le colgaría de esa manera.
Cambiando sus planes, salió de casa y manejando a prisas se dirigió a una florería que se encontraba cerca de su casa pero cuando llegó un empleado ponía el cartel de cerrado.
-¡Aún no cierres, por favor! -grito corriendo, el chico había pegado un brinquito del susto y con la mano en su alterado corazón se giró para verlo.
-Lo siento señor, ya es hora del cierre.
-Por favor, solo quiero un ramo, lo pagaré doble si es necesario.
-¿Olvidó su aniversario o algo así? Parece desesperado.
-No, es solo que mi esposo se tomó la molestia de prepararme una cena, quiere alegrar mi semana de mierda y yo se lo quiero agradecer -explicó, esperaba que el vendedor se apiadara de él.
-Esta bien señor -suspiro el chico rendido mientras volvía a abrir la tienda.
Ambos pasaron y el chico encendió las luces.
-¿Alguna flor en específico?
-Todo menos rosas -simplificó observando un bonito arreglo de girasoles.
-¿Podría describirme a su pareja? Así es más fácil que yo haga un ramo que refleje su personalidad o sentimientos hacia él.
-El es precioso -murmuró mientras el rostro de su esposo se hacía presente en su mente- Es lindo e inocente, tiene una hermosa sonrisa pero también es condenadamente atractivo, tiene un cuerpo espectacular y yo solo quiero protegerlo de todos -Hyunjin se mordió la lengua al despertar de su ensoñación por su esposo y se sonrojó al ver al vendedor quien le sonreía de oreja a oreja.
-Imagino que es un chico increíble -dijo con amabilidad- mire Señor, por lo que usted me dice, tres flores están dentro de las características de su esposo; las peonias se asocian al amor, a la felicidad y la abundancia -comenzó a explicar mientras le mostraba las flores en la pantalla de una tablet- los tulipanes representan el amor puro y perfecto, un amor incondicional y verdadero. Por último, podrían ser las Camelias, estas demuestran la belleza en estado puro, son símbolo del deseo y la pasión, son flores preciosas.
Hyunjin lo meditó por unos minutos, las tres flores eran bonitas, pero las ponías y las camelias se llevaban toda su atención, sin embargo, recordó que a Seungmin le habían regalado peonias en su boda, por lo que terminó escogiendo las Camelias rosas.
El empleado le sonrió y le pidió que le esperar en lo que le hacía el arreglo.
-Serían treinta dólares -dijo el chico mientras el rubio observaba el arreglo con admiración, el chico sabía hacer muy bien su trabajo.
-Quédate con el cambio, hiciste un trabajo perfecto y te tomaste la molestia de atenderme fuera de horario -le tendió un billete de 100 dólares y con una sonrisa agradecida salió del establecimiento dejando a un sorprendido chico que después soltó una carcajada.
