Capítulo 5 - Lección final

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Tras haber salvado el reino de Arabasta todos los Mugiwara cayeron exhaustos por sus respectivas peleas y el duro viaje por el desierto, cuando Vivi fue a buscarles los vio tirados en la calle y pidió que los llevasen a palacio para curar sus heridas. En camillas, los trasladaron a la enfermería donde fueron atendidos sin ser conscientes hasta que al abrir los ojos vieron que estaban a salvo en el castillo, incluido Luffy que aún no despertaba.

Aunque le hubiesen dado el antídoto, el veneno había causado mucho daño en su cuerpo y la fiebre aun no le bajaba, por lo que el resto de la tripulación dejaron que los médicos de Arabasta atendiesen a su capitán mientras ellos, ya más recuperados, fueron a la ciudad para preparar el Going Merry y partir cuando fuese necesario, la Marina seguía en la capital y seguro que les estaban buscando.

Sanji y Chopper fueron juntos para conseguir provisiones tanto médicas como comestibles, no fue tarea fácil pues la ciudad estaba patas arriba y aunque el ejercito estuviese ayudando a la reconstrucción de las casas, había escasez de alimentos y por mucho que Vivi les había ofrecido llenar su despensa era algo que el mismo cocinero quería encargarse, pues ella tenía ahora otras responsabilidades más prioritarias.

Cuando regresaron al castillo vieron en la distancia a Zoro, que aun vendado ya estaba entrenándose, el pequeño reno quiso ir a regañarle, pero el rubio le detuvo, era mejor dejarle hacer, estaba preocupado por Luffy y tener la mente ocupada le vendría bien, por lo que le dejaron solo hasta que todos se reunieron para cenar y la princesa les ofreció una habitación a cada uno para que pudieran descansar mejor, al menos hasta que el chico de goma despertase. A todos les gustó la idea, así que tras la cena cada uno se retiró a su nueva habitación.

Era una enorme habitación amueblada con todo lo necesario, del mismo estilo que había en todo el reino pero de mayor calidad y lujo, la cama era doble y estaba cubierta con sábanas de seda de color marfil y colcha con intrincados diseños arábigos para no pasar frío, pues en el desierto, al caer la noche, la temperatura descendía muchísimo. También había un balcón que daba al exterior, en otras circunstancias se vería el precioso reino, pero ahora solo era un montón de ruinas que tardarían en volver a recuperar su hermoso paisaje urbano y tras él se veía el desierto y el ancho rio que cruzaron para llegar a la capital.

Estuvo a punto de encenderse un cigarro cuando vio por el rabillo del ojo algo que llamó su atención, una figura ataviada con un traje típico del desierto iba brincando de balcón en balcón y eso le hizo sonreír. Se acodó en la barandilla esperando a que este llegase hasta el suyo.

- Pareces un ladrón en plena noche, vas a causarle problemas a Vivi – saludó cuando por fin llegó y se plantó delante suya – no me digas que te has perdido aun cuando te han acompañado a tu dormitorio.

- No me he perdido – respondió también con una sonrisa en sus labios – estoy justo donde quería estar. - Una suave risa murió en los labios de Zoro cuando abrazó a Sanji y besaba sus labios, había sido demasiadas noches durmiendo en el desierto con los otros y no habían tenido la oportunidad para estar a solas – estás frio ¿Cuánto tiempo llevas aquí fuera esperando a que apareciese?

- ¿Quién dice que estaba haciendo eso? – le pockeó la frente sin causar daño alguno – solo iba a fumar un rato antes de irme a dormir.

Mintió antes de besarle de nuevo, aun con el tiempo que llevaban viéndose a escondidas, siempre era Zoro el que iba a buscarle, rara vez era la que el cocinero daba el primer paso, pero eso no parecía preocuparle al espadachín que aceptó con gusto el beso, apenas tenía el sabor a tabaco que enmascaraba el de Sanji. Coló su lengua en la cavidad del rubio que accedió su paso y la entrelazó con la suya como bien le enseñó tras irse de la isla de Drum y continuaron dándose calor en ese balcón donde la luna llena les iluminaba con su pálida luz.

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