Capítulo 12 - Celo: Primera parte

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Hacía solo un par de días que se marcharon de Water Seven, tras aquella gran fiesta Franky, con ayuda del gremio de Carpinteros, les construyó un barco nuevo, el Thousand Sunny, un navío mucho más grande que el Going Merry y mejor equipado en el que hizo dos dormitorios, uno para cada mujer de la tripulación, ellas rechazaron una de las habitaciones porque les gustaba compartirla, por lo que sortearon la otra y Sanji tuvo la suerte de poder tener su propio espacio.

Franky se unió a la tripulación, habían puesto precio a su cabeza y ahora le consideraban un peligro por oponerse al Gobierno Mundial al ayudar a los Mugiwara en el rescate de Nico Robin en Ennies Loby. Usopp regresó con ellos tras pedir perdón a Luffy y este le recibió con los brazos abiertos de nuevo. Ya solo les faltaba el músico y estaban en camino de conseguirlo sin que ellos lo supieran todavía.

Era una mañana tranquila, para lo que viene siendo el Grand Line, tras una tormenta de granizo y un tornado provocado por un rey marino que terminó siendo la comida que el cocinero se encargó de preparar para sus nakamas. Todos aparecieron salvo Zoro, que se retrasaba para variar, Usopp estaba a punto de levantarse para ir a buscarle cuando este apareció por la puerta. Al instante el olor del alfa se extendió por toda la cocina, aunque pocos pudieron notarlo.

- Zoro – Llamó Chopper a este que le hizo un gesto de que no se acercase.

- Lo sé, estoy en celo -El resto abrió la boca, sorprendidos de ver tan tranquilo al espadachín- Vengo a solicitar una parada antes de ir a la isla Gyojin.

- Entendido – Sonrió Luffy, nunca había pasado por un celo, pero supo que el de pelo verde no quería causar problemas- Nami, busca la próxima isla más cercana. Todos desembarcaremos menos Zoro que se quedará aquí, estaremos todo el tiempo que necesites.

- Gracias -Asintió con la cabeza- Usopp, tráeme la comida cuando terminéis, estaré en el puesto de vigía. Que nadie entre. Toca a la puerta y saldré a por ella en cuanto te vayas.

- Ah, de acuerdo – Si que extremaba las precauciones, eso estaba bien. Zoro cerró la puerta de la cocina y subió las escaleras del palo mayor para encerrarse allí. Se sentó de nuevo y miró en dirección al cocinero que estaba de espaldas a ellos.

Sus mejillas estaban completamente rojas, su temperatura corporal había subido unos grados al oler el intenso aroma de Zoro que aún tenía clavado en su nariz. Todos los alfas solían dejar salir su aroma para que todos supieran de su superioridad, demostraba su fuerza y poder, pero no era el caso de Zoro. Solía mantener un perfil bajo respecto a eso, pues creía que con su presencia era más que suficiente para imponerse ante sus enemigos, solo surgía su olor en los combates más difíciles en los que necesitaba de toda su concentración en el ataque, y ahora, el olor a bosque flotaba por toda la cocina y le parecía un olor tan exquisito como las delicias culinarias que preparaba él.

Tres horas después la navegante consiguió llevarles a una pequeña isla que apenas tendría unos diez kilómetros de diámetro, había una ciudad portuaria donde pudieron desembarcar y buscar un hotel donde pasar el tiempo que necesitase el alfa para calmarse. Cada uno consiguió una habitación y allí se quedaron. Al caer la noche, Sanji estaba intranquilo, sabía lo difícil que podía ser estar en celo y aunque el espadachín vencía el calor con entrenamiento estricto pensó que no le vendría mal un poco de ayuda. Salió a hurtadillas del hotel para volver al barco, la luz del puesto de vigía estaba encendida por lo que fue primero a la cocina a preparar lo necesario antes de subir a visitarle.

La ráfaga de aire del olor alfa coló en sus fosas nasales nada más abrir, Zoro estaba haciendo flexiones, concentrado en su tarea, hasta que escuchó la puerta abrirse, lanzó una mirada penetrante que hizo que al omega le recorriera un intenso escalofrío por la espalda.

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