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—¿Recuerdas ese día? — pregunta Giyuu viendo a Sanemi con los ojos entrecerrados, con ese brillo malicioso que se ha incrementado en los últimos días —. ¿El día en el que trataste de ahorcarme?

El cuerpo de Shinazugawa se tensa; su respiración en su pecho es demasiado ruidosa para esa pequeña habitación oscura. 

—Estás borracho — dijo en un tono serio.

No mentía, porque en efecto, Giyuu estuvo bebiendo durante la tarde y la noche como si se le fuera la vida en ello. Sanemi nunca creyó verlo así; al serio y tímido Tomioka Giyuu ebrio, con el cabello negro alborotado y las mejillas rojas.

—Si..., creí que podría olvidarme un poco de... ¡todo! Pero fue al revés — se adentra en la habitación de su compañero, cerrando la puerta tras de sí —. Recordé cosas bonitas con Kyojuro... Nuestro primer beso, nuestra primera vez juntos; cómo me tomaba de la mano... cómo me amaba como si no hubiera nada más en el mundo — apoyó la espalda contra la pared —. Yo era su todo, y él era el mío...

Sanemi pone en blanco los ojos. Las venas en sus manos y brazos se hacen notorias cuando aprieta su puño con fuerza en un intento de reprimir su molestia.

—Soy asqueroso — soltó con desgane más para sí mismo —. Kyojuro debe odiarme.

—Él jamás te habría odiado — respondió viendo fijo hacia el frente, perdiéndose por un segundo en la nada.

Pasaron unos instantes antes de que Giyuu respondiera; cabizbajo y en un tono casi inaudible.

—Tuve sexo con el... tipo que me lo quitó. No creo que Kyojuro hubiera estado feliz.

—... Te habría entendido.

—¿Tanto como me entiendes tú? — rio sin ninguna gracia y sin esbozar ninguna sonrisa —. Estuviste esa noche. Me viste... nos viste.

El de cabello blanco se aprieta el puente de la nariz, cerrando los ojos; tratando de centrarse en su respiración para no terminar explotando en cólera. Escuchó los pasos de Giyuu acercarse, pero no se molestó en abrir los ojos aún.

—Querías matarlo, ¿no?

Unos escalofríos recorrieron su columna ante la voz tan suave y cercana. A pesar de que ya aceptó sus sentimientos por él, sigue sintiéndose incómodo por la cercanía del otro hombre. 

—Querías ser tú quien estuviera ahí, tomándome — volvió a reír con pesadez, arrodillándose entre sus piernas. 

—¿Qué dices? — abrió los ojos, encontrándose con el rostro de Giyuu demasiado cerca, y con sus manos descansando sin permiso en sus muslos.

—... No lo sé, estoy tonto.

—Sí.

—... Es sólo que... ¿por qué estás tan guapo? — se humedeció los labios, deleitándose por ver su pecho desnudo subir y bajar debido a su respiración pesada. 

—Cállate — se recriminó internamente por haber sonado tan débil.

—Cállate tú — apretó su agarre contra los muslos ajenos, logrando su objetivo de tensarlo todavía más —. Mira que recordé el día que trataste de ahorcarme.

Shinazugawa recuerda ese día mejor que nada. Fue una vez, en ese tiempo no tan lejano en el que sus sentimientos y pensamientos se debatían sobre si odiaba o amaba a Giyuu. Lo que es seguro es que Kyojuro seguía vivo. De hecho, fue poco después de que el rubio hiciera oficial su relación con Giyuu y lo estuviera gritando y presumiendo a todo el mundo.

Dormía y despertaba malhumorado e hirviendo en celos, maldiciendo a la pareja que demostraba su amor sin ningún miedo.

Quería ser Kyojuro. Quería poder besar esos labios pálidos; quería tocar aquella piel blanca y suave; quería poseer aquel cuerpo al que se había vuelto adicto con solo verlo. Quería a Giyuu; aún lo necesita tanto como se necesita respirar.

Todos te odian, Tomioka. En especial yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora