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Al día siguiente, esperó poder verlo de mejor ánimo. Obanai descansaba sobre la rama de un árbol, con los sentidos alerta en caso de que apareciera Giyuu. Quería hablar con él, algo que jamás creyó posible, pero que ahora le hacía sentir culpable por pensar que estaba traicionando la amistad que tenía con Sanemi.

Objetivo a la vista. La expresión de molestia se le notaba a kilómetros. De cierto modo, le recordó a Sanemi cuando estaba ligeramente enojado.

Giyuu no iba tan rápido como en la vez pasada, iba molesto, sí, pero caminaba con más serenidad, lo que le permitió al pilar de la serpiente poder posicionarse rápidamente frente a él.

Al verlo, Giyuu puso en blanco los ojos, pensando que venía de parte de Sanemi a reclamarle por lo ocurrido.

—¿Qué quieres? — preguntó con el ceño fruncido.

Obanai se encogió de hombros, sintiéndose un tanto cohibido por la diferencia de altura. Con dificultad, lo vio a los ojos, hablando con voz pasiva:

—¿Cómo estás? — preguntó suave, en un tono casi inaudible.

Giyuu quedó pasmado. ¿Estaba soñando? ¿Estaba en una realidad alterna? ¿Qué estaba pasando? El mejor amigo de Sanemi Shinazugawa, el peor enemigo de Giyuu, estaba preguntándole, de la nada, cómo estaba.

—No me veas así. Te vi mal y me preocupé.

—Eso es mentira  — dijo de inmediato —. ¿Cómo puedes estar preocupado por alguien a quien llamabas de basura para arriba?

—No me arrepiento de nada de lo que dije, ni de lo que pienso de ti. Me pareces desagradable y repulsivo, pero ayer vi por casualidad cómo tratabas a Kanroji, e imaginarás que no voy a permitir eso.

Giyuu bajó la cabeza, frunciendo el entrecejo.

—Sé que hice mal, no planeo justificarme. Pero no es a ti a quien le debo una disculpa.

—Me alegra que sepas que hiciste mal, porque si vuelve a ocurrir no creas que seré tan amable.

—Tu amabilidad es tan falsa como la idea de que Shinazugawa sea pasivo — dijo, pasando a su lado con indiferencia —. No deseo gente así conmigo.

—Es comprensible. Pero hablando en serio, me preocupa tu estado. Has estado muy extraño desde el fallecimiento de Kyojuro. Fuera de todo lo personal que pueda tener contigo, lamento tu pérdida; sé que ustedes eran muy unidos.

—No hay nada que lamentar — se giró a verlo, agachando ligeramente la cabeza —, porque Kyojuro no ha muerto...

Iguro frunció el entrecejo. Tomando del haori contrario sin fuerza alguna. Giyuu parecía un cuerpo sin alma andante; tan deprimente y vacío, como si toda esperanza de una vida feliz hubiera desistido.

—Sé que es difícil, pero no puedes vivir en una eterna negación.

Giyuu se cubrió los oídos con las manos. Caminando a toda prisa con los ojos cerrados. Obanai lo vio irse, sin querer abrumarlo más de lo que ya estaba.

Al día siguiente, Obanai encontró a Giyuu sentado frente al lago, con la mirada perdida en una tremenda confusión y desolación. Abrazaba a sus piernas, moviéndose de adelante hacia atrás lenta pero constantemente.

Se le acercó despacio, posicionándose a su lado. Giyuu le observó curioso, sin dejar de balancearse.

—¿Puedo sentarme? — preguntó apacible. Giyuu le asintió con la cabeza, y así él se sentó, manteniendo el suficiente espacio personal para que ninguno se sintiera incómodo.

Todos te odian, Tomioka. En especial yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora