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Cuando le informaron que tendría que ir a una misión con Giyuu, una parte de sí estaba entusiasmada, mientras que la otra nerviosa.

Giyuu no podía sentir más antipatía y disgusto como en ese momento, en el que se encontraba caminando al lado del de cabello blanco en total silencio.

Había tal tensión entre ambos que podían sentirlo en cada célula del cuerpo, haciéndoles creer que incluso sus respiraciones se oían demasiado fuertes. En un intento de aliviarse un poco, Giyuu avanzó más rápido, dejando a Sanemi molesto, pero sin recriminar absolutamente nada.

No podía sentirse más estúpido; quería acercarse a Giyuu pero no sabía cómo; no conocía ninguna forma de acercarse a las personas que no fuera de una manera agresiva. Se preguntó cómo lo había hecho con Kanae... Y lo cierto es que, jamás pudieron concretar algo correctamente, aunque la atracción entre ambos era mucha, siempre mantuvo una cierta distancia, y, la diferencia es que a ella jamás le hubiese dicho las cosas que le dijo a Giyuu.

Pensó en tirarle alguna piedra pequeña para poder llamar su atención, mas supo de inmediato que eso sería una pésima idea. ¿Qué hacer entonces?

Llegaron hasta el hostal que les serviría para pasar el resto de la tarde, y si es que terminan su misión antes, la noche. Giyuu se detuvo en seco, girándose para encarar a su compañero.

—¿Puedes pedirle a la recepcionista que nos dé unas habitaciones? — pidió con la cabeza agachada.

—¿Qué? — ladeó la cabeza, poniendo las manos en la cadera, con una expresión de molestia en el rostro —. Hazlo tú, no soy tu amigo para hacerte favores.

El contrario se ruborizó de vergüenza, apretando los labios y teniendo su ceño fruncido.

—Por favor, yo... no sé hacerlo.

Poniendo en blanco los ojos, lo tomó del antebrazo, jalándolo con fuerza hacia adentro. El de cabellos blancos pidió dos habitaciones para cada uno, y por suerte se las dieron.

—De nada, bebé — le dijo despectivo, yendo hacia la habitación que se le fue dada.

Giyuu murmuró un suave: "gracias", para después ir a la suya. Esa era, posiblemente, la situación más agradable que habían tenido.

🦋

Al pasar dos horas, Giyuu se estuvo mentalizando y dando ánimos para poder preguntarle a la recepcionista sobre si había alguna biblioteca en el lugar. Su ansiedad social siempre le sería algo que le jugaría en contra, al punto de que esas cosas tan simples, que cualquiera podía hacer, le costaban muchísimo. Para su suerte, todo resultó bien, y esa conversación resultó más breve de lo que esperó; ahora, yacía en una pequeña biblioteca buscando algún libro con el que poder entretenerse en lo que llegaba la noche. Le encantaba que el lugar estuviera tan silencioso; simplemente era un deleite la paz que sentía. Tomó un libro al azar, yendo a sentarse cerca de la ventana donde el sol pegaba.

Estuvo concentrado en su lectura por varios minutos. Tenía la fortuna de que no se distraía con facilidad, así que en todo ese tiempo pudo leer cerca de nueve páginas, hasta que todo se vio interrumpido por el sonido abrupto de la puerta abriéndose. Se sobresaltó, soltando un pequeño gemido. Sanemi pareció sorprenderse de igual manera.

—¡Perdón! — dijo —, no quería asustarte.

—No importa — respondió —, no te preocupes — se llevó una mano al pecho, respirando por la nariz repetidas veces para estar más tranquilo. 

Todos te odian, Tomioka. En especial yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora