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¿Sabes lo que dicen acerca del amor? Un sentimiento hermoso, puro; dulce que experimentan dos personas de manera intensa y genuina. Sanemi siempre había oído que en algún momento de su vida llegaría a amar a una mujer con tanta intensidad como para dar su vida con tal de que esté bien. Error.

Podría hacer una lista completa de desgracias. Primero, todo lo ocurrido en su infancia. Segundo, los traumas y la personalidad que adquirió que derivaron a  ataques de ira, estrés, una ligera ansiedad, la dificultad de expresar sus sentimientos, su carencia de tacto y empatía, entre otros. Tercero, que esté enamorado de un hombre sabiendo que podrían torturarlo y matarlo. Como extra, el hombre que amaba ya le había entregado su corazón a otro.

¿Amor? Sonaba gracioso, pues Sanemi pensaba que ese sentimiento puro y maravilloso solo podían disfrutarlo los más privilegiados.

No se oponía del todo cuando decían que el era hermoso, aunque al menos para él no eran más que habladurías superficiales, porque el amor que estaba sintiendo por Giyuu era dolorosamente cruel. Los celos que sintió cuando lo veía estando con Kyojuro le quemaban, haciendo que ni siquiera pudiera pensar racionalmente y lo mantuvieran distraído por horas y días. Ahora, el dolor que tenía era mayor; esas puñaladas en el corazón de saber que Giyuu estuvo con un demonio y, que además, él mismo los vio, era horroroso; maquiavélico, como si mil cuchillos lo apuñalaran una y otra vez.

Se torturaba a sí mismo al no permitirse llorar ni siquiera en sus momentos de soledad. Su mentalidad consistía en que eso era para personas débiles y que jamás debería hacerlo. Por más que adoraba a Giyuu, creía que era débil; al menos en el sentido emocional. Creyó que lo escucharía llorar hasta deshidratarse, pero en toda la noche no se escuchó ningún quejido, gemido o jadeo y para la mañana, cuando lo fue a ver, seguía despierto; con enormes ojeras, ojos hinchados, rojizos y una mirada perdida en la nada misma.


Conocía esa mirada, estaba traumado; seguramente no hablaría, ni dormiría, ni comería por mucho tiempo.

Lo único que sabía del demonio era que correspondía al rango de Luna superior tres. Poderoso, inclusive demasiado para el pilar más fuerte, pero no imposible. Matarlo resultaría una tarea en la que quizá perdería. Valdría la pena con tal de recuperar el honor de Giyuu y, asimismo, tomar venganza en nombre de Kyojuro.

—¡Oye! ¿te vas a levantar? — otra vez su manera insensible de tratar se hacía presente. No era el mejor momento, resultaba poco empático que siquiera le preguntara eso —. Tenemos trabajo que hacer.

Giyuu se giró sobre su hombro, frunciendo el entrecejo con disgusto.

—Apenas puedo sentir las caderas — puso en blanco los ojos —. Shinazugawa, cállate y lárgate

—Lo siento mucho, Tomioka, tú no me mandas. Tenemos que encontrar al demonio que anda rondando.

Giyuu se incorporó para sentarse, dedicándole una mirada penetrante y un momento de largo silencio.

—¿Eres estúpido? — preguntó, y el peliblanco lo miró confundido —, es obvio que la luna superior tres era la que estaba rondando — abrazó a sus piernas, teniendo el ceño fruncido con molestia, pero no una molestia generada por Sanemi —. No tengo idea de cómo fue que Kyojuro le contó de mí; no sé si fue durante la batalla que tuvieron, aunque eso suena ridículo si lo piensas... — se mordió el labio inferior, haciéndose sangrar—. Necesito hablar con Tanjiro.

—No me interesan las teorías sobre por qué esa cosa te folló; lo único que me importa es terminar este trabajo.

—A mí si me interesa — replicó —, porque quiero saber si le hizo lo mismo a mi Kyojuro. Y si es así, lo buscaré, y no me importa si muero en el proceso; de hecho sería lo mejor que podría pasarme, pero juro que voy a matarlo — habló firme, con una gran determinación en su mirada.

Probablemente era primera vez que Giyuu tenía una determinación mayor a la de matar a Muzan, una mayor que cobrar venganza en nombre de Tsutako y Sabito. Esta determinación se sentía superior a todo ello, y debía de admitir que no sólo lo hacía por Kyojuro, sino también por sí mismo. Sanemi esbozó una leve sonrisa. Si ya le encantaba la faceta de Giyuu tranquilo, serio y totalmente apacible, le emocionaba ver una parte de él que desconocía.

—Bueno, tenemos un objetivo en común — se acercó, sentándose en el suelo —. No podremos conseguirlo si te quedas en cama.

—¿Mismo objetivo? ¿por qué?

—Ese bastardo te hizo llorar. Mataré a cualquiera que lo haga.

—Siendo así, tendrías que matarte.

—Ese trabajo lo estás haciendo tú, pues puedo asegurarte que me has matado. Es evidente que sigo aquí, solo estoy soltando mierda filosófica — dudó bastante en hacerlo, pero tuvo la valentía necesaria para sujetarle la mano. Giyuu no se lo impidió —. Ver a la persona que amas estar con otros, duele, y tú has hecho tantas cosas que siento que estoy muerto.

—Lo siento — murmuró.

—Sin palabras, Tomioka. Aprecio que lo digas, pero los actos son mayor prueba que cualquier cosa que digas — dejó un beso casto en su mano.

Giyuu lo observó confundido. ¿Dónde estaba la ira, la rabia, el resentimiento natural que debería tener? Parecía como si Sanemi fuera otro hombre.

—Si dices que te he matado, ¿por qué sigues haciendo esto? ¿por qué quieres matar a esa luna?

—¿Sabes?, los humanos somos una mierda, nos torturamos una y otra vez por un sentimiento que no es mutuo. Sé que me has hecho daño, y aun así te sigo amando, y seguiría volviendo a ti aunque me odies con justa razón — rio bajo, con ironía —. No moriría por ti; viviría por ti, y eso es una tortura mayor — sonrió, ladeando la cabeza.

—No merezco ese amor, no cuando eres consciente de que sigo amando a Kyojuro.

—Ya, cierra la boca y ve a bañarte — Giyuu se ruborizó de vergüenza, mientras Sanemi se levantaba y antes de salir, le dirigió una última mirada.

Lo dejó solo, en una enorme confusión. ¿Eso era el amor? ¿qué se supone que es el amor? ¿acaso él habría hecho lo mismo por Kyojuro? ¿Kyojuro hubiera hecho lo mismo? Puede comprender cómo se siente Sanemi, y eso no le genera nada más que duda y culpa. Se sentía como el peor ser humano por tener a alguien perdidamente enamorado así; herido, dolido, muerto.

🦋

Se reunieron al día siguiente frente al hostal, temprano en la mañana. Sin dirigirse la palabra, emprendieron camino hacia el bosque, con la luz del sol golpeándolos.

—Creí que sería más difícil para ti salir de la cama.

—Lo fue — respondió el azabache con suavidad —, pero, un trauma más, un trauma menos; ya a estas alturas da igual. Estar en la cama solo me hubiese hecho más miserable.

—Es muy valiente que hayas decidido levantarte a pesar de todo.

—¿Sabes qué es valiente?

Sanemi lo observó, esperando su respuesta.

—Tú.

Giyuu siguió avanzando, pero el de cabello blanco se había detenido en seco, con la mirada perdida y un leve rubor.

—Soy genuino, créeme.

—No es que no te crea... solo... ¿por qué?

—Sólo confía en mí, Nemi — mordió su labio inferior, bajando la cabeza con cierta timidez —. Tenemos mucho de qué hablar.

—Estaré encantado de que hablemos...

Todos te odian, Tomioka. En especial yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora