Durante el mediodía, Giyuu se sentó en una banca bajo un árbol de cerezo, listo para comer su almuerzo de salmón y arroz. Se sentía feliz después de aquella cena que tuvo con Kyojuro, por lo que durante el día estuvo radiante de un aura alegre.
Cuando estaba comiendo, escuchó tras de sí los pasos de unas personas. Se giró de inmediato, encontrándose con Mitsuri y Shinobu.
—¡Vaya, Tomioka-san! — exclamó Mitsuri con un rubor en las mejillas, denotando felicidad en su voz.
—¿Por qué tan solo, Tomioka-san? ¿No tienes amigos? — preguntó Shinobu con una sonrisa maliciosa en los labios.
—¡Ah, Kocho, no seas así! — dijo poniendo las manos en las mejillas —. Tomioka-san, ¿podemos hacerte compañía? ¡También íbamos a almorzar! — la alegría que mostraba la joven de cabellos bicolores le recordó a Kyojuro. Se notaba que él la había entrenado.
Giyuu asintió sin emitir palabra alguna. Las dos chicas se sentaron a cada lado de él, comenzando a comer. No iba a negar que se sentía tremendamente incómodo de estar con ellas. Shinobu le cohibía con su personalidad pasiva y agresiva y los comentarios crueles que de repente soltaba con total intención de molestarlo. Mitsuri era un sol, una persona tan dulce y cariñosa que le lograba agobiar de tanto que hablaba. Pero sin duda, lo que más le sorprendía, era lo mucho que podía comer. Mitsuri a veces hablaba con la boca llena, manchando el rostro de Giyuu con comida, lo que ocasionaba suaves risas en Shinobu, y que Giyuu frunciera el entrecejo.
Estuvo distraído con sus pensamientos a tal punto de que no escuchó a Kyojuro acercarse tras de sí sólo hasta el momento en el que escuchó a Mitsuri exclamar su nombre con un notorio entusiasmo. Sintió las fuertes manos del pilar de la llama posarse en sus hombros. Levantó la cabeza, encontrándose con el rostro de Kyojuro, viéndole con una expresión de sorpresa.
—¡Joven pilar del agua! ¡recuerda que tienes que limpiarte cuando te manches con la comida! — dijo sonriendo.
Avergonzado, con las mejillas ruborizadas de vergüenza, se agachó para limpiarse el rostro con las manos. Shinobu trataba de reprimir sus ganas de burlarse descaradamente de él, mientras Mitsuri se disculpaba repetidas veces en un tono de voz angustiado.
—Rengoku-san — comenzó hablando Shinobu, con un tono apacible y amigable —, ¿por qué no nos acompañas a comer?
El contrario le observó, asintiendo casi al instante a su propuesta, pues ya llevaba su almuerzo en un pequeño recipiente. Se sentó al lado de Mitsuri, comenzando así una extendida charla con ella, aunque de vez en cuando gustaba de ver a Giyuu comer, o fruncir el ceño ante las palabras de su amiga mariposa.
Kocho podía llegar a ser sádica de vez en cuando, cosa que, a pesar de estar presente Mitsuri hablando sin control, Kyojuro notó. Le preocupaba que Giyuu se pudiera sentir mal por las cosas que oía, ya que sabía además de las cosas que le decían Obanai y Sanemi cuando estaba solo.
—Ya se está haciendo tarde — comentó la de cabellos negros y morados, levantándose de la banca en la que estaba —. Fue muy grato almorzar con ustedes, espero y se repita — pronunció suave.
—¡Digo lo mismo! — respondió Mitsuri, levantándose de igual forma —. ¡Yo también debo irme, pero me la pasé increíble; deberíamos hacerlo más seguido!
Tras dicho eso, las dos amigas se alejaron del lugar, dejando solos a ambos hombres, quienes no tardaron en entrar en un incómodo y silencioso ambiente.
El viento era cálido, soplaba suave en el aire haciendo que el árbol de cerezo que tenían sobre sus cabezas se moviera y dejara caer unos cuantos pétalos al suelo, e inevitablemente sobre ellos. Un pequeño pétalo cayó sobre la nariz de Giyuu, tomándolo por sorpresa, pero sobre todo, generándole un pequeño cosquilleo que le hizo arrugar la nariz. Kyojuro esbozó una sonrisa ante esa reacción. Le pareció adorable ver a aquel azabache de semblante serio estar molesto por un pequeño pétalo. Llevó su mano al pétalo, retirándolo como si fuera lo más delicado del mundo.
Giyuu levantó la cabeza, viendo a los ojos contrarios que le miraban encantados. El azul profundo de los ojos de Giyuu era tan hermoso como un océano calmo, pero tan triste que el brillo que alguna vez tuvo parecía el de una historia lejana.
—Gracias — pronunció el joven en un tono delicado.
—No hay de qué — sonrió, dejando el pétalo sobre la banca.
Otro silencio. Esta vez, era más cómodo; permitiéndole a ambos disfrutar de la compañía del otro.
Kyojuro observó a Giyuu de reojo. Este se encontraba viendo al cielo, como si el azul del mismo tuviera algo interesante que mostrar. Admiró su rostro, viendo los labios que tanto deseaba sentir estar entreabiertos; su pequeña nariz que le daba un toque adorable; sus largas pestañas que decoraban sus ojos rasgados de orbes azules; y la palidez de su piel que le hacía parecer el ser más bello que pudo llegar al mundo.
—Me sigue sorprendiendo que seas un hombre de tan pocas palabras — comentó para romper el silencio.
Giyuu desvío la mirada del cielo, para ver directo a los ojos contrarios. Frunció el entrecejo, sintiendo culpa dentro de sí.
—Lo siento, sé que soy muy aburrido — bajó la cabeza, viendo a sus pies.
—Al contrario — dijo de inmediato —, eso es lo que te hace especial — pudo jurar haber visto un rubor en las mejillas del azabache, lo cual le hizo sentir triunfante —. Giyuu, mírame.
El mencionado se asombró de que le haya llamado por su nombre. No recordaba cuando había sido la última vez que alguien lo hizo.
Kyojuro se humedeció los labios, llevando sus manos a las mejillas de Giyuu, para así lentamente obligarle a levantar la cabeza y verlo a los ojos.
—No te menosprecies, eres perfecto tal y como eres.
—Kocho dice lo contrario; suele decirme que no tengo amigos. Comienzo a creerle... — respondió decaído —. Además, Shinazugawa e Iguro también me dicen cosas de repente. Me hacen sentir triste.
Apretando los labios, Kyojuro le acarició las mejillas, comprendiendo lo que sentía, y en el fondo, sintiendo algo de resentimiento por sus compañeros pilares.
—Las personas siempre tratarán de hacernos sentir mal con lo que sea, pero eso no quiere decir que sea verdad. Eres especial, Giyuu, nunca lo olvides.
—Ni siquiera sé si soy especial para alguien — entre cerró los ojos, sintiendo un nudo en la garganta.
—Lo eres para mí — sus palabras lograron sorprenderlo. Poco a poco, fue acortando la distancia que había entre ellos —. Dime, Giyuu, ¿importa lo que opinen los demás de ti? ¿o basta con saber que para mí eres una de las personas más importantes que existe?
La respiración del azabache comenzaba a acelerarse debido a la cercanía, y también a la felicidad que sentía. Su pecho subía y bajaba, y nuevamente sentía esas cosquillas en su estómago que tan bien le hacían sentir.
—¿Puedo? — habló inseguro —, ¿puedo sentirme así de bien contigo?
—¿Te sientes bien conmigo? — rio nervioso —. Me alegra que sea así, porque entonces estamos igual.
El árbol; el cielo; y los pequeños animales que deambulaban por ahí serían los únicos testigos del tan necesitado beso en el que se unieron aquellos jóvenes. Era un beso tan suave; apenas un roce de labios que resultaba hermoso y puro, y en el que podían demostrar el intenso amor que se tenían, y que por fin podían hacer realidad. Con una mano, Kyojuro le acarició la mejilla derecha, mientras que con la otra le daba caricias en la cabeza. Se permitieron cerrar los ojos y disfrutar del momento. Giyuu no pudo controlar las lágrimas de felicidad que se deslizaron por sus mejillas.
Fue el momento más feliz de sus vidas.
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Todos te odian, Tomioka. En especial yo
أدب الهواةGiyuu Tomioka es el pilar del agua. Es una persona muy callada, de pocos, o más bien, nulos amigos y habilidades sociales casi inexistentes. Es debido a su personalidad introvertida que los demás lo creen alguien arrogante y con aires de superiorida...