13

373 26 0
                                    

Narra Clara

El timbre sonó y retorcí mis manos nerviosa. Ellos venían a buscarme para la cena, no quería ir, había intentado ser razonable, pero no quería ir, no sin Edward. Sin embargo, tuve que hacerlo. Bajé con paso lento vistiendo un sencillo vestido azul sobre las rodillas y un saco negro de mangas largas y clavé mi mirada en el suelo.

Edward besó mi mejilla y se acercó a mi oído.

-Todo va a estar bien, y si algo pasa quiero que me llames. ¿Si?- Asentí.- Te quiero. Estás preciosa.

Le mostré una pequeña sonrisa y subí al auto de mi tío murmurando un "Hola" muy suave.

Aaron, su padre y yo entramos en el restaurante sin intercambiar palabra alguna. Me sentía incómoda y la sensación se acrecentó cuando nos sentamos en la mesa y ellos comenzaron a relatar anécdotas y a hablar entre si. Quería irme.

Cuando mi tío se disculpó y se retiró al baño, los ojos de Aaron se posaron en mi.

-Clara, yo no sabía que...

-No importa.- suspiré bajando mi mirada.

-Perdoname.

Era extraño oírlo así, no parecía el mismo Aaron que yo conocía, su voz era suave y estaba cargada de sentimiento. Pero lo más extraño era sentir sus palabras sinceras y hasta reconfortantes.

-No te preocupes.- dije restándole importancia.

-Si, es que... No sé qué pasó. No sé por qué me la agarré con vos. No lo sé.- había desesperación y arrepentimiento en su voz.

-Siempre fue así. Uno se acostumbra.

Luego de unos segundos en silencio, volvió a mirarme.

-¿Lo sabias?- asentí luego se un largo suspiro.

Mi tío volvió y ellos siguieron hablando como lo habían hecho antes pero, los ojos de Aaron, se desviaban hacia mi con más frecuencia.

Cuando la cena terminó, me llevaron a la casa de Edward y me despedí con un simple gesto de mi mano. Entré en la casa y subí las escaleras.

Dejé salir la impotencia y el dolor de haber compartido una cena con quien me había violado y quien solía golpearme, a través de mi sangre deslizando en filo de un sacapuntas repetidas veces por mi muñeca.

Narra Edward

Me dormí en el sofá esperándola. Revisé mi teléfono y tenía un mensaje de ella.

Quiero irme, por favor.

Suspiré y subí a mi habitación por una chaqueta para salir a buscarla pero, al pasar por su habitación, la encontré allí, tumbada de lado con una toalla manchada con sangre sobre su regazo. Me acerqué rápidamente y vi el filo junto a su mano. Aún no había terminado de coagular la sangre así que no hacía mucho que había hecho esas nuevas marcas en su brazo. Las lágrimas se acumularon en mis ojos. Lágrimas de odio, de furia, de impotencia ante la situación.

Me deshice del filo y lavé la toalla y su brazo con delicadeza, lo vendé con suavidad sin poder evitar que las lágrimas cayeran de mi ojos. Mi chiquitita estaba sufriendo, mi princesa estaba destruída y yo no sabía cómo ayudarla.

-¿Sabes...?- susurró sin abrir sus ojos.- Quizá no sea tan malo.

-¿Tu tío?- pregunté evitando el temblor en mi voz.

-Caer.

-No digas eso.- pedí acariciando su mejilla con los dedos temblorosos.- No está bien.

-Es más sencillo.

-No será fácil sin vale la pena.

-Nada vale la pena.

-Yo tampoco.- dije.- Si nada vale la pena, yo tampoco lo valgo.

-Edward...- susurró abriendo sus ojos.

-Creí que valía algo.- dije.- Pero al parecer no valgo absolutamente nada.

-No, Edward.- susurró con lágrimas en los ojos.- No era eso lo que quería decir. Te quiero, Edward.

Clavé mis ojos en los suyos, se veía tan hermosa, despeinada y pálida, débil y pequeña, seguía pareciéndome hermosa y la amaba incluso más que a mi propia vida. Besé su frente a modo de despedida, ella necesitaba dormir.

-Quedate, por favor.- pidió en un susurro.

Me recosté a su lado y la rodeé con mis brazos mientras ella volvía a cerrar sus ojos.

-Vales mucho.- susurró.- Nadie se compara con vos. Sos lo más a importante para mi y te quiero. Y puede que no sea fácil pero, por vos, lo intentaría un millón de veces, Edward.

Su voz fue convirtiéndose en un susurro hasta que se quedó dormida. La observé dormir en mi pecho durante un largo rato y, luego, yo también me dormí, pensando en sus cicatrices.

Remember meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora