30

296 15 0
                                    

-No voy a estar con nadie, Aaron.-se burló mi primo, imitando mi tono de voz.-Te pillé.

-Yo soy la excepción.-rió Edward guiñándome un ojo mientras bailábamos junto  a mi primo.

¿Podría ser más hermoso estar con él en este preciso momento? Lo dudo. Lo miré un largo rato, dejándome llevar por él a bailar. Poco a poco, nos fuimos alejando de la pista, mientras hablábamos de mil cosas del pasado, presente y futuro. Me gustó que él me viera en su futuro, entonces fui consciente de que yo también lo veía en el mío. Prendida de sus ojos color esmeralda, perdí la noción del tiempo y del habla y, cuando volví a tener consciencia de mis actos, estaba sentada en la escalera, junto a él.

-Yo sé que esto va a terminarse algún día.-dije sin saber muy bien a qué me refería.- Todos vamos a separarnos.

-Yo voy a seguir acá, con vos.-dijo y supe que lo inevitable estaba cerca. Conocía esa frase. Él no iba a estar siempre porque, simplemente, se alejaría también. Después de todo, ¿cuántas palabras se había llevado el viento a lo largo de todos estos años?

-No vas a ser mi mejor amigo siempre, Edward. Vas a formar una familia y te vas a ocupar de ellos. Vas a pasar con ellos todo el rato y tu mujer va a ser la única a quien quieras a tu lado.

-Claro que no voy a ser siempre tu mejor amigo.-dijo frunciendo el ceño.-Voy a dedicar mi vida a mis hijos y a mi mujer, y no voy a querer saber nada más de nadie. Me va a bastar con saber que, cada tarde, ambos vamos a volver a la misma casa y vamos a forjar un amor tan fuerte que nada va a importarnos.-dijo y sonreí aunque no creo que haya sido muy efectivo, puesto que estaba quebrándome en lo más profundo de mi ser. Era así. Él lograría todo eso y más.- Y voy a ser un gran padre, o eso espero. ¿Y sabes que va a ser lo más maravilloso? Verlos llamarte mamá.

Abrí mi boca para responder pero mi mente era una laguna de pensamientos que comenzaba a subir su cause, inundando las costas  de mi cordura. Edward me miraba y ya nada existía. La música se esfumó, la gente, a casa, la fiesta. Ya no había nada. Solo aguardábamos nosotros, en el medio de la nada, desnudándonos con las palabras que acallábamos desde aquella noche en la laguna, desde aquella noche en la que di un paso hacia mi familia, apartándome de Edward. Aquella noche en la que decidí por él. Pero ahora podía ver que nuestra distancia no había logrado más que fortalecer ese amor que comenzamos a sentir cuando éramos a penas dos niños corriendo hacia una roca en la playa, para transformar ese lugar en suyo. 

Ahora, con él frente a mi, podía ver como la vida me daba una segunda oportunidad, como me invitaba a seguir el camino que había ignorado. Me centré en él, en los escasos centímetros que nos separaban, en la forma en que su mirada se paseaba de mis ojos a mis labios, expectante.

-Y mis hijos....-susurré sin saber si él me oía.- Van a llamarte papá.

Sus ojos brillaron, cautivándome. Entonces supe que me había oído. Sonrió. Sin ser consciente de ello, me acerqué más a él. Su mano se deslizó por mi piel hasta llegar a mi mejilla y su respiración chocó con la mía. Todo parecía una ensoñación, demasiado perfecta para ser real.

-Te amo.-murmuró con voz profunda y lo deseé. Sus labios encontraron los míos y me sentí embriagada de esa desesperación, ese miedo a que se desvaneciera. 

La mano de Edward viajó hasta mi cintura y me atrajo hacia él, volviendo mas real ese momento, dejándome sentir su corazón acelerado. Yo provocaba eso en él. Él provocaba eso en mi. Cuando abandonó mis labios, retuve el impulso de volver a besarlo, mientras mi frente descansaba contra la suya. Lo miré, sus ojos estaban cerrados. Cerré los míos y reí suavemente, para luego sentir como él lo hacía él también. Volví a mirarlo. Sus ojos estaban fijos en mi.

Remember meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora