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-Es mi lugar.- oí que alguien reclamaba detrás de mi.

Volteé y me encontré con Madison. El chico que se había sentado en su lugar se puso de pie sin pensarlo dos veces, como impulsado por la voz de la odiosa reina de la escuela.

-¿Qué miras?- me preguntó de mala manera.

Clavé la vista en el frente sin mediar palabra alguna con ella. El chico, a quien Madison acaba de desplazar, se sentó en el pupitre que junto al mio, puesto que los pupitres eran individuales. Al parecer, era nuevo en el colegio, se lo veía bastante desconcertado.

-Yo que vos no me siento ahí.- le dije. -Tenemos varias estrellitas que reclaman lugares.

-¿Dónde puedo sentarme?- me preguntó confundido.

-Las últimas tres filas están ocupadas, el lado izquierdo de las dos primeras también pero las de la derecha están libres.

-¿Por qué tantos lugares reservados?- preguntó sorprendido.

-La mayoría de los del equipo de fútbol y las porristas están en esta clase.- me limité a decir.

El chico asintió y, tomando sus cosas, se sentó en uno de los lugares hábiles.

-Correte.- escuché detrás de mi pero no volteé. No tenía ánimos de explicarle a otro alumno nuevo cómo funcionaba el estatus de popularidad.- Te estoy hablando a vos.

Volteé con el ceño fruncido, definitivamente me hablaba a mi.

-Mi nueva amiga, Emily, va a sentarse ahí.- me dijo Madison jugando con su cabello.

-Me importa tanto.- dije en forma irónica.

-Movete.- exigió de modo desafiante.

-Obligame.- respondí de igual forma.

El profesor entró al salón, le dirigí una sonrisa burlona a Madison y volteé. Emily se vió obligada a sentarse en otro lugar. Reí para mis adentros. Es que, cuando tenes una vida un tanto complicada, a veces fastidiar a alguien de vez en cuando es lo mejor que podes hacer para evitar pensar.

Jamás me costó prestar atención en clase y siempre logré comprender los temas fácilmente. Era algo así como una nerd y, si no fuera por los problemas que tenía con otros alumnos, mi expediente sería genial.

Pasaron las tres horas de clase con rapidez y sonó la campana del descanso. Alabado sea el descanso.

Me encontré con Edward en la cafetería. Estábamos por sentarnos cuando vi al chico nuevo, el de mi clase. Su cabello era rubio y tenía unos hermosos ojos color celeste que traerían loco a cualquiera.

Me acerqué a él y lo tomé del brazo haciendo que voltee.

-Hola.- dijo con una sonrisa.

-Junto a las ventanas, no.-me limité a decir.

-Hay muchos lugares a los que no se puede ir, ¿cierto?- preguntó y yo asentí a modo de respuesta.

Él se despidió rápidamente y partió en busca de otra mesa.

-¿Nuevo?- preguntó Edward cuando volví junto a él.

-Si. No sé ni su nombre, pero dejarlo ir ahí era demasiado.

-Claro que si.- dijo rodando los ojos.-Mirá, queda una libre.

Señaló una mesa junto a la ventana y, riendo, nos encaminamos hacia allí. Ni bien nos sentamos, llegó Madison. Oh. ¡Ya la extrañaba! Notese el sarcasmo.

-Yo quiero sentarme acá.- dijo con tono presumido, como todas las palabras que salieron alguna vez de su boca.

-Que pena.- le dije.- Ya estamos nosotros. Llegaste un poco tarde.

-No sabes con quién te metes, Thompson.

Aaron Blair y su equipo se ubican tras ella, como si ya estuvieran preparándose para una pelea que no existiría.

-Vámonos, Clari.- dijo Edward.

Me paré con la bandeja en la mano. Madison rió y tiré, lentamente, mi gaseosa en su cabeza.

-¡Ups!- dije llevándome la mano a los labios y cubriendo mi, indisimulable, sonrisa. -Se me volcó, lástima tu ropa.

Edward me tomó del brazo y me sacó de la cafetería. Todos adentro reían.

-Estás loca.- fue lo único que dijo, pero no había diversión alguna en su voz.

-Se lo merecía.- dije.

-Te van a dar una paliza.- advirtió con total seriedad, acercándose a mi.

-Iban a hacerlo de todos modos. Igual que todos los días, pero hoy yo también lo disfruté.

-Clari...

-Todos los días a la salida me agarran, me da igual.

Ese día a la salida no traté de escapar como solía hacerlo, sino que permanecí allí, esperándolos. Obviamente, sin que Edward se enterara.

-Hoy estás valiente.- dijo Madison saliendo del lugar.

-No, me di cuenta que sería lindo desfigurarte la cara.- no iba a hacerlo pero le asustaban mis palabras, lo notaba.

Ella se acercó a mi y me dio una bofetada. Yo solo la empujé, haciéndola caer en el barro.
El auto de Edward apareció detrás de mi y supe que era mejor subir. Antes de que mi amigo arrancara, me apresure a hacer un último comentario.
-Que sucia está tu ropa últimamente.
Edward arrancó y me miró serio. Parecía completamente furioso.
-No ibas a desfigurarla, ¿no?- sabía que hacía esa pregunta para evitar explotar.
-Claro que no, no soy como ella. No voy a hacer más que ensuciarle la ropa y lo sabes.
Él me miró y acarició mi mejilla, dolía pero no iba a decírselo, sabía que era preferible guardar silencio.

Remember meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora