26

246 14 0
                                    

Mi celular comenzó a sonar, despertándome. Gruñí, ¿quién era el infeliz que acababa de despertarme? Miré la hora y solté otro gruñido, ¿quién era el infeliz que me despertaba a las 3:08 de la mañana.

Tomé el teléfono y solo logré encandilarme antes de toparme con un número desconocido. Atendí, dispuesto a gritarle que me dejara dormir, pero solo pude gruñir, nuevamente.

-Edward, soy yo, Jacob. Clara no está. Decime que está con vos. -sonaba desesperado.

Me llevó unos segundos asimilar sus palabras, entonces fruncí el ceño.

-No, no está conmigo.-dije y mi voz seguida por el tono, me había colgado.

Algo confundido aún, me senté en la cama.

-Clara no está.-murmuré sin entender el sentido de las palabras.- Clara no está. ¡Clara no está!-dije entonces, cayendo en la cuenta de lo que acababan de decirme. Me paré de golpe y comencé a buscar mi ropa. Clara no estaba.

Corrí, literalmente, al auto y comencé a recorrer la ciudad de una esquina a la otra. La desesperación aumentaba tras cada segundo en que no la encontraba. Clari, ¿dónde te metiste, mi amor?

Edward, ella te necesita.

La frase que había dicho Stefan esa misma tarde me hizo ver cuan estúpido era. Ella podía estar en un solo lugar, y a nadie se le ocurriría buscarla ahí, porque ese era nuestro lugar y nadie mas lo sabía.

Doblé en la avenida, debía llegar al lago lo antes posible, tenía un terrible presentimiento respecto a todo lo que estaba ocurriendo.

Narra Clara.

Me quité el sweter y el short, quedando en ropa interior. Miré hacia el frente mientras trataba de buscar una respuesta a una pregunta que nadie jamás había formulado. El silencio fue toda mi respuesta, entonces comencé a avanzar, internándome lentamente en el lago, sintiendo el agua acariciando mi piel con sus dedos fríos.

No quería detenerme, ya no sabía como hacerlo. Mis pies se movían por si solos mientras yo seguía con la vista fija en el horizonte. No era valiente, lo sabía pero ya no podía detenerme.

La frenada de un auto llegó a mis oídos, pero no volteé, no podía. Mis labios temblaban con suavidad y mis músculos comenzaban a entumecerse por la temperatura del agua. 

Unos pasos resonaron en el silencio que presidía al amanecer contiguo a la eterna noche en la que me encontraba. Se oían rápidos y pronto se transformaron en chapoteos. El agua comenzaba a perturbarse y mis pies se detuvieron aunque no puedo explicarme por qué lo hicieron. Sentí una respiración agitada a mi espalda pero no pude voltear. No sentía mas que mis labios temblorosos y las lágrimas que ardían en mis ojos a causa de mi fracaso. Alguien parecía ser testigo de mi suicidio, de mi fragilidad y mi dolor.

-No avances.-la voz de Edward resonó en el vacío. Sonaba dulce, suave, real. Sonaba a Edward.-Por favor.

-Edward,-susurré, y no sé si fue su presencia o qué lo que me devolvió el control de mi propia voz. Solo era consciente de que él estaba ahí y comenzaba a estar al tanto de mis propias acciones.- lo siento, por todo. Pero... ya no sé qué hacer.-las lágrimas se deslizaron, brindándole un poco de calidez a mis mejillas.- Siempre dije que iba a hacer las cosas bien. Quería que estuvieras orgulloso de mi, pero... ya no sé cómo se hace.

-No es tu culpa.-dijo, pero si lo era. Todo era mi culpa.- Yo no estuve ahí para vos. Me volví loco y hice todo completamente mal.

Volteé, recuperando el control sobre mi propio cuerpo y supe que no iba a hacerlo, no iba a morir esa noche porque Edward estaba ahí, conmigo. Él se encontraba mas cerca de lo que creía.

-Lo siento, Edward.-susurré.

-Volvé a decir mi nombre.-pidió y sentí que me desharía allí mismo pero lo hice.

-Edward.

Clavé mis ojos en los suyos y él posó sus manos en mi cintura, acortando las distancias entre nuestros cuerpos.

-No me dejes.-suplicó en un murmullo inclinándose sobre mi.

-No voy a dejarte.-respondí, hechizada por sus ojos verdes. Y me encontré queriendo que me besara. Porque era posible amar a dos personas y ahora lo sabía. Yo nunca podría elegir entre Jacob y Edward, talvés por eso me sentía tan perdida. Amaba a Jacob, si, pero también amaba a Edward ahora que él volvía a ser el mismo que yo conocía desde que había nacido.

-¿Mejores amigos?-preguntó entonces en un susurro manteniendo su rostro a centímetros del mío. Supe que ambos nos rompimos un poco en ese momento. Su vista se posaba en mis labios y volvía a mis ojos con lentitud. Quería besarlo, pero no podía.

-Para siempre.-dije entonces con un hilo de voz.

Edward presionó sus labios contra mi frente y guió mi cabeza a su pecho, donde pude sentir el latido acelerado de su corazón. Ambos nos habíamos roto.

No quería perderlo pero no podía condenarlo a quedarse conmigo, tenía un hijo. Dios, yo tenía una familia que amaba y él no se merecía vivir con la incertidumbre de no saber si regresaría al día siguiente.

Lentamente, volvimos a la orilla, abrazados, en silencio. Él tomó mi ropa y me ayudó a ponérmela. Noté la atención que ponía en mi piel y me sentí una estúpida, por no poder hacerlo feliz.

-Jacob está preocupado por vos. Todos están buscándote.-dijo en un susurro y abrió la puerta para que subiera.- Voy a llevarte a tu casa.

Asentí y él tomó lugar. Quería decir algo, pero no podía. Quería decirle que si él no hubiera llegado, la noche habría acabado diferente, pero las palabras se atoraban en mi garganta y no podía formular las frases en mi mente. Las manos de él presionaban y se aflojaban en el volante y me preguntaba qué pasaba por su mente. Lo único que esperaba, era que fuera mejor que lo que surcaba la mía.

Remember meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora