33. NO SOY LA MISMA QUE ERA AYER

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Paula.

Mientras le doy un sorbo al té, veo pasar el tiempo tras el ventanal grande del comedor, y oigo también como alrededor mío, todo es un caos. Mis amigas se pelean con los chicos, Carmen se queja por todo, Horte intenta poner orden...

Admito que estresa, pero no sé, estoy como en casa.

Muerdo mi labio y me giro para acercarme a la mesa. Quiero comer algo,  aunque en el fondo sepa que solo me estoy obligando.

El hambre hace días que lo he perdido, y supongo que la visita al hotel, también tiene la culpa.

—Vámonos.

Mike camina hacia la salida y frunzo el ceño, mirando a sus hermanos que están igual de descolocados que yo. El mayor de los Nehom se ha puesto de lo más nervioso de un momento a otro y no entiendo que bicho le ha podido picar.

—Pero si acabamos de llegar, no hemos hecho nada.

—Quiero irme ya, no me fío del ambiente.

Guille hace una mueca —¿Que ambiente? ¿Que te has fumado?

—Nada, me quiero pirar, va.

—Se te va la olla, Miguel —Dice Mario con tranquilidad.

Yo aprovecho y miro al hermano más mayor de los Nehom, que está notablemente nervioso.

No voy a preguntar que pasa, ni voy a pedir explicaciones porque conociendo al personal, no va a decirme nada, pero de igual forma me preocupa.

—Vámonos entonces —digo, haciendo caso a lo que dice el cabezota de Miguel y dejando más confusos aún al resto de personas de mi alrededor, que me siguen después de un rato de incomprensión.

Después buscamos a todos y volvimos a Climb, donde nos dispersamos para dormir y otros para comer.

Mike no ha dado señales de vida desde entonces, pero tampoco es que me importe mucho.

Cojo una manzana y un yogur y dejo un beso en la cara de Marina, que me sonríe y guiña un ojo mientras habla animadamente con Luna.

—Me apetecía venir a darte los buenos días —Guille me sorprende y lo miro —Aunque parece que prefieres disfrutar de tu soledad.

Va sin camiseta, con unas bermudas del Real Madrid, y sus zapatillas de Doraemon. Un personaje en toda regla.

—Te concedo unos minutos, pero pocos —sonrío y le doy una cucharada a mi yogur, observando su sonrisa pícara.

—¿Cómo estás? ¿Has dormido bien, alguna pesadilla...?

—Todo bien.

—Eso que sueñas es horrible, y como estuvimos en el hotel, no sé...

Trago grueso, intentando que ningún recuerdo se escape —Si, es horrible, pero ya hace bastante que no...

—Mis hombrecillos —Carmen habla y miro hacia donde ella lo hace, encontrándome con Mike y Mario que entran a la sala solo con un pantalón de chándal puesto cada uno, sus pelos apuntando a cualquier dirección y sus caras de dormidos totales.

Para odiarse, parecen el mismo reflejo del otro, vaya.

Parpadeo y quito la mirada de ambos, que no tienen buena cara y espero que no sea porque han discutido.

—¿Cómo haces para tener tanta energía por las mañanas? —dios, me tiemblan las piernas con esa voz grave —Me taladras la cabeza, abuela.

El eje. Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora