24. SIN ESPERANZAS

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Dejar entrar a alguien en tu corazón ya son palabras mayores. Significa ponerlo todo en juego y saber desde un principio que puedes perder.

Yo lo dejé entrar. Sin querer, claro está, pero lo dejé entrar, y ahora ha roto un pedazo de mí apareciendo como si nada y no hubiera estado un maldito mes y medio, desaparecido.

No voy a negar que en otras circunstancias hubiera corrido a sus brazos, pero ahora es diferente.

Siento de más y las cosas duelen el doble.

Estoy harta de su juego de si y no, por eso he decidido salir corriendo y no echármelo a la cara, porque estoy cansada de que sus cambios de humor y maneras de actuar acaben con mi paz mental. Sabe todo el empeño que le estoy poniendo a eso tan raro que tenemos, confiando en él a pesar de tener mil razones para no hacerlo, y perdonándole cada vez que se manda una maldita cagada.

¿Por qué me lo paga así? Y peor aún ¿Por qué se marchó justo en el momento en que lo hizo?

Tengo tantas preguntas sin respuestas que no se ni por donde empezar.

Subo la colina de El Eje con Weber siguiendo mis pasos y aparto mis lágrimas, dejando escapar un par de sollozos. Había querido venir sola, pero el chofer de mi tutora había insistido en que no preguntaría, solo se limitaría a cerciorarse de que llegaba bien.

Hoy no voy a quedarme en la residencia porque necesito desconectar de todo lo que tenga que ver con El Eje y su gente, así que abro la cancela de casa porque esta noche necesito pasarla aquí.

Me giro una vez dentro y echo la llave de nuevo -Gracias, Weber -intento sonreír pero a penas puedo mover mi cara.

-De nada, señorita Paula, descanse -asiente y se lo agradezco, forzando de nuevo una sonrisa y asintiendo.

Cuando cierro la cancela, me doy la vuelta para entrar en casa y acabar con este día de mierda. Pienso llegar, ducharme y acostarme hasta que el verano haya llegado del todo y pueda olvidar la traición con un par de baños en el lago.

Meto la llave en la puerta, oigo la cancela y me giro para ver a Guillermo y Horte entrar. A mi tutora no se le ve para nada bien, y ahora entiendo porque Mario no quería contarle que me encontré con esa horrible mujer en el turkey.

No tengo idea de quien es y de que significa para todos ellos, pero como ya percibí, seguro que nada bueno.

Espero a que las dos personas que tengo en frente lleguen hasta mi y suspiro pesadamente. Guille me ha hecho un gesto con la cabeza para ver cómo estoy, y yo me he encogido de hombros por no decirle que estoy en la mierda.

Horte me mira y entre lágrimas besa mi mejilla -¿Estás bien? -pregunta ella también.

Esta vez niego y sorbo mi nariz -No, pero estaré mejor, ahora no te preocupes y vayamos a descansar.

-Si necesitas hablar yo...

-Horte -la interrumpo y me mira -Estaré bien, de verdad.

Mi tutora asiente y entra a casa entre llantos, seguida por Guillermo que antes de nada agarra un lado de mi cabeza y besa mi frente. Cierro los ojos, sintiendo que eso es lo que más necesito ahora y sonrío cuando acaricia mi mejilla.

Como me encierre en mi habitación voy a acabar con un ataque de ansiedad, así
que decido que es mejor no entrar y bajo los escalones del porche, encontrándome con la extensa arboleda de pinos.

Necesito despejarme y quizás el aire fresco no me venga mal.

Es media noche, así que no me alejo mucho, solo a unos metros de casa donde hay un pequeño banco en el que suelo sentarme siempre a estudiar.

El eje. Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora