34. CONEXIÓN DIRECTA CON EL SUBCONSCIENTE

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Mario.

Las salidas en bici, las piruletas sabor a fresa, los conejitos de pascua...

Que la abuela esté aquí, es una vuelta a la infancia, es ese lugar seguro del que uno no querría salir nunca, ese abrazo calentito con olor a almendras, a café solo y leche condensada.

La echaba de menos.

—A ver, mi vida, pruébatelo ahora.

La abuela Carmen me ajusta el largo del pantalón y doy un par de pasos, sonriendo cuando me doy cuenta que los ha dejado genial, y que al final ha merecido la pena echarle un ojo al baúl de los recuerdos.

En un rato hemos quedado todos para inaugurar la plaza Sol de nuevo, volviendo a hacer las fiestas que nos gustaba hacer cuando éramos más críos.

Después acabábamos todos tirados para ver el amanecer.

—Eran de tu padre —mi madre habla y la observo. Está con una taza de manzanilla en sus manos, y lee atentamente una revista del corazón.

Asiento —Si, los reconocí, era uno de sus favoritos.

—Si te viese ahora mismo, te echaría a los perros —la abuela se ríe, parece que recordando algo puntual —Ese cascarrabias odiaba que le tocaran sus cosas.

—Que se joda.

—Hortensia, hija.

—Hablas de él como si tuviese algo bueno.

—Está diciendo todo lo contrario, mamá.

—Gracias, cariño, veo que a tí no te ciega el odio.

Niego —No lo odio, me es indiferente.

—Carmen, ¿dónde están mis puros?

Pensaba que mi abuelo a estas horas ya dormía, pero no recordaba que él sin su purito de antes de irse a la cama, no puede vivir. Es temprano, pero las horas de sueño no las perdona.

—Yo que sé, Manolo, tú sabrás donde metes tus cosas.

—Mamá, ayúdame a subirme la cremallera del vestido, anda.

Mi melliza aparece con un ataque de nervios y hago una mueca graciosa que hace reír a mi abuela, aunque frunzo el ceño al instante cuando me percato que Mike viene detrás de Marina, en pijama, con un vaso de agua en la mano, y sus pelos apuntando hacia todas las direcciones. Ya debería estar listo, pero creo que tiene otros planes.

—¿Ya estás? —mamá lo mira cuando acaba con mi hermana, y mi hermano mayor se sienta a su lado.

—Si —dice Mike, sacando su móvil e ignorando a todo el mundo.

—Mi vida, ¿tú no sales? —pregunta mi abuela.

—No —dice, sin levantar la vista del teléfono —No se me ha perdido nada en esa fiesta.

Bueno...

Lamo mis labios y siento como mamá se remueve un poco incómoda —Prefiere pasar una noche viendo películas con su madre.

Acomoda el desastroso pelo de Miguel y miro a mi hermana, que me mira de vuelta. Ambos sabemos que la razón por la que no va a asistir a la fiesta, es Paula, porque algo les ha pasado hoy en el lago, aunque no sabemos bien el qué.

—No creo que prefiera eso —Marina se agacha y reposa los brazos sobre el respaldo del sofá —¿Se puede saber porque prefieres quedarte aquí antes que venir a una de las mejores fiestas de la zona?

Mi hermano mayor se ríe —Demasiado pequeña para saber lo que es una buena fiesta.

—Bueno, es lo que me decías tú hace algunos años, que era de las mejores fiestas que podría imaginar.

El eje. Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora