Los días pasan y mi agobio crece. A penas presto atención en clase, y ni siquiera estoy feliz de que ayer me quitaran la escayola por fin.
Intento mantener mi cabeza ocupada, estudiando para los exámenes y saliendo con los chicos por los alrededores de El Eje. Siempre bajo la supervisión de Weber, claro está, pero es inútil. Ni siquiera puedo pegar ojo por la noches porque si me duermo, solo tengo pesadillas. Y comer no es una opción porque todo lo que como, lo vómito. Así que digamos que estoy en un momento muy bajo de mi vida en el que solo pienso en seguir respirando y en Miguel.
No ha dado señales de vida desde que desapareció y su madre y yo vamos todos los días a comisaría para ver si saben algo, pero es para nada. Ni siquiera sé si están poniendo mucho empeño en encontrarlo.
Desde hace unos dias, si es verdad que estoy más tranquila. Es como una sensación extraña de calma que me hace pensar que él está bien, pero aún así no puedo evitar estar nerviosa y asustada por si mi intuición falla.
Ahora estoy con Mario, comprando un par de cosas que le hacen falta a Horte en casa. Y después iremos un rato al Turkey para merendar. Me ha dicho que si no como algo, vendrá todas las mañanas a cantarme a la cama, y sinceramente no quiero eso.
Guardo las últimas cosas en las bolsas y mi amigo saca la tarjeta de crédito de su madre para pagar. No es mayor de edad, pero aquí todos lo conocen.
–¿Donde dejaremos todo esto mientras estamos Merendando? –pregunto –Hay congelados.
Mario se pone sus gafas de sol y agarra el par de bolsas para salir –Le diré a Zara que las guarde mientras tanto –sonríe –No te librarás de mí hoy, princesa.
Agacho la cabeza y sonrío. Ya no me afecta tanto que me llame así, y como tampoco va a dejar de hacerlo, no voy a discutir con él.
Comenzamos a andar con el sol dando de pleno en nuestra cara y me permito disfrutar del día tan maravilloso que hace. Ya no hay nieve, y la primavera está dejando los primeros rastros, inundando Murren de un color verde, maravilloso.
Suspiro echando mi pelo hacia atrás y giro mi cabeza cuando noto que Mario me mira.
Frunzo el ceño y sonrío –¿Estás bien?
–Si ¿por qué?
–Porque no paras de mirarme –levanto una ceja y aprieto mis labios.
Mario sonríe –Es que eres preciosa.
Mi corazón amenaza con salir de mi pecho y sonrío agradecida pero nerviosa. Me descoloca que él me hable así, y no sé cómo actuar para no crearle falsas ilusiones. Solo me dejo llevar y me muestro tal y como me siento, y no quiero que se confunda por ello. Porque sí, me halaga, pero desde la amistad.
–Exageras –digo despreocupada.
–¿De veras lo crees?
–Si –suspiro –Por cierto, pronto me llamarán para ir a hablar con la policía y sinceramente no me apetece. ¿Vendrás conmigo?
No estoy preparada para explicar lo que viví y tampoco me apetece hacer algo que a Mike no le gustaría, pero esto no es cualquier cosa, y poniéndome en la piel de la madre de esos niños, tengo que hacerlo aunque me cueste la misma vida. La policía al fin y al cabo ya no puede hacer nada más que encerrar al sangre fría que hizo aquello. ¿Que pensaba hacer Mike si no? ¿matarlo?
No me extrañaría.
–Claro, te acompañaré –sonríe –Por cierto después podríamos ir al lago. Me apetece un plan relax solo contigo –pasa una mano por mi pelo.
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El eje. Entre luz y oscuridad
RomanceEra la única capaz de ver más allá de él, porque a pesar de tener los ojos más oscuros de El eje, con mi luz pude atravesar todo su interior, envolviéndome así en su oscuridad y destruyendo todo lo que se ponía a nuestro paso.