19. MARIPOSAS NEGRAS

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El murmullo de la gente, las sirenas de los coches de policía a lo lejos, el llanto desgarrador de una madre, los reclamos de Hortensia, el silencio de dos vidas arrebatadas y los brazos de alguien sosteniendo mi cuerpo.

En estos momentos, soy un ser inmóvil que se limita a respirar y observar todo lo que está pasando a su alrededor, pero sin sentirlo. Es como estar atrapado dentro de un cuerpo roto. Sentir ansia de gritar y soltar todo lo que llevas dentro pero no poder, porque te falta algo, algo dentro de tí ha desaparecido, se ha esfumado, se ha hecho pedazos...

Siento los dedos de alguien rozar mi cara y levanto la cabeza como puedo. La imagen borrosa de mi hermano aparece frente a mí y me sonríe, besándome la cabeza y apartando una lágrima de su mejilla.

-Debe ir al hospital, Hortensia -no sé quién está hablando pero cierro mis ojos y escucho.

-La atendeis aquí y después se viene a casa -responde mi tutora con seguridad.

-La policía quiere hablar con ella.

-¿¡Y la veis en condiciones de hablar con alguien!? -Hortensia suena enfadada.

-Mamá, yo creo que...

-¡Cállate, Marina! -interrumpe -No quiero oirte, ni a ti, ni a ninguno de vosotros.

No se oye nada más. Caigo de nuevo en un profundo sueño.

Una semana después.

Mi ojos pesan. Tanto como cuando tengo una parálisis del sueño y no puedo despertar. Mi boca está seca, áspera... Y mi cuerpo entumecido. No sé donde estoy, solo recuerdo haber oído a mi hermano llorar, a Hortensia gritar desesperada y a mis amigos hablarme de lo que está pasando a mi alrededor.

Un suspiro tembloroso sale de mis labios recordando todo lo que ha pasado y me incorporo rápidamente de la cama donde estoy postrada, para vomitar.

Creo que viviré con ese trauma toda la vida y ahora no sé cómo quitarme este dolor del pecho.

Llevo una mano a mi frente y miro a mi alrededor. Estoy en mi habitación, no sé cómo he llegado hasta aquí, y tampoco sé cuanto tiempo ha pasado, lo único que quiero es salir, pero me doy cuenta que no puedo cuando intento mover mi pierna y soy incapaz.

Hago una mueca y me destapo, viendo la escayola que me llega hasta un poco mas arriba de la rodilla. Sabía que la tenía lastimada, aún puedo recordar el dolor tan desagradable que sentí cuando tuve que lidiar con ella allí dentro.

-Cariño...Dios, has vomitado -Hortensia abre la puerta y la miro, llevando una mano a mi pecho por la culpa tan grande que siento.

Mi tutora se acerca cuando me ve llorar y me abraza con fuerza, besando mi cabeza -No, mi niña, no llores.

-Yo... -mi voz tiembla -Lo siento tanto...

-Lo sé, Paula, deja de preocuparte -agarra mis mejillas y sonríe, intentando calmarme.

No se la ve muy bien. Diría que incluso está más delgada, y no lo entiendo cuando solo han pasado...

-¿Que hora es? -pregunto.

Mi tutora mira su reloj -Las siete de la tarde.

-¿Cuantas hora he dormido? -hago una mueca.

Horte frunce su ceño y niega con la cabeza -¿Horas? Has estado una semana durmiendo, Paula.

¿Que?

He perdido totalmente la noción del tiempo.

-¿Como he podido estar dormida tanto tiempo? -pregunto.

El eje. Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora