Ella

Capítulo 10.

Brooke Harper.

Decepciones y complicaciones.

Esas dos palabras han descrito mi vida durante estos largos 17 años.

7 años.

Hace unos meses me enteré del embarazo de mi mamá, estoy muy emocionada, por fin tendré alguien con quien jugar.

—¡Mamá, ya viene! —gritó mi mamá.

Mi abuela, que iba saliendo de la cocina, se acercó a ella rápidamente y ambas salieron, dejándome sola.

Por mi parte las seguí hasta afuera, me preocupaba mi mamá.

—¡Harper, quédate en casa! —me regañó mi abuela.

—Pero... quiero ver a mi mami —dije con un nudo en la garganta.

—Mocosa, te dije que te quedarás, y así lo harás.

—Pero–

—Sin peros.

Agaché la cabeza y me quedé quieta, ella me arrastró a casa y me encerró en ella.

—¡Abuela, odio la oscuridad, por favor, déjame salir! —lloriqueaba rogándole para que me dejara libre.

—Te quedarás aquí, yo iré con tu madre al hospital.

—¡Abuela, por favor!

Ella ya no respondió, más sin en cambio no deje de llorar, me aterraba la oscuridad y no quería estar ahí.

Pasaron horas después de eso, me quedé en mi habitación el resto del día, esperando alguna señal de mi mamá.

Oí como alguien trataba de abrir la puerta con la llave y me levanté corriendo.

Al llegar me pare delante de ella esperando a que mi mamá llegara con mi hermana.

Pero no fue así, sin en cambio, mi vecina —que es mi tía— entró.

—¡Oh, por dios! ¡Harper! ¿Qué haces aquí sola?

Corrí a abrazarla.

—La abuela me dejó aquí, dijo que no estorbara con mi mamá.

Y de nuevo, las lágrimas salieron de mis ojos. Pero vamos, no podía detenerlo, ¿a qué niña no le daría tristeza ver que su abuela y madre no la quieren?

—Oh, mi niña —me abrazo fuerte y luego me cargó.

—¿Por qué no me quieren, tía? —pregunté con los ojos llenos de lágrimas y mi voz entrecortada.

—Ellas... —busco las palabras.—ellas sí te quieren, cariño.

—¿Y por qué nunca lo demuestran?

Ella suspiró.—No saben cómo hacerlo, linda.

Limpie mi nariz con la manga de mi blusa.

—Tal vez tengas razón.

Me miró con algo de pena, ella sabía que lo que decía no era verdad, más sin en cambio trataba de mentirme.

—¿Tienes hambre? Podemos hacer algo de comer.

La mire sonriendo.

—¿Podemos hacer galletas? ¡A mí mami le fascinarían! —dije feliz.

—Claro que sí, vamos a comer y después haremos galletas para tu mami.

Asentí sonriendo y corrí a la cocina, llena de alegría.

Comimos sopa que hizo mi tía, y al acabar empezamos con la preparación de las galletas.