Ella

Capítulo 4.

Brooke Harper.

Iba caminando a clases. Era temprano, no me gusta llegar tarde, se me hace algo incómodo.

Estaba sumida en mis pensamientos cuando choqué con alguien.

—Mierda —susurré.

Había tirado mis cosas.

—Como lo siento —habló la chica.

Alce mi vista hacia ella.

—No te preocupes, yo era la distraída —le sonreí.

La chica me ayudó a recoger mis cosas y al terminar me miró.

—¿Tu eres Brooke? —preguntó alzando una ceja.

—Amm... ¿Sí?

—Oh, dios —parecía sorprendida.

Vale, no entiendo ni un carajo.

—Disculpa, ¿Te conozco?

—Oh, cierto. Soy Audrey. Estudió en el mismo curso que tú. Te he visto varias veces en los recreos y me has parecido interesante, pero normalmente no me acercó —indicó.

—Oh, ya —asentí.—no te había notado en mi curso, perdón.

Ella negó sonriendo.—No te preocupes.

Empecé a caminar a la par de ella.

—¿Y... De dónde eres? —pregunte.

Si estábamos en el mismo año, podría ser su amiga.

—Soy de Nueva York,¿Y tú?

Me sorprendí un poco. Era muy difícil que gente de allá hablara tan bien el español.

—Soy de aquí, no recuerdo haber salido de esta ciudad —reí un poco.

—Debe ser grandioso, ¿no? Me refiero a no haberte ido de un lugar para vivir en otro país.

—A veces cansa ver siempre lo mismo, pero me he acostumbrado.

—¿Qué te animó a estudiar psicología? —preguntó.

Lo pensé un poco.—Creo que ayudar a otras personas siempre ha sido mi inspiración para querer serlo.

Ella asintió.

—¿Y a ti?

—Por lo general se me hacía interesante la carrera, había visto que se lee mucho y para la lectura soy buena —sonrió.

—¿No hay una carrera para eso?

—Oh, si. Pero quería experimentar la psicología. Le prometí a mi padre que si no se me daba, estudiaría filología.

—Eso es... Genial, Audrey.

Asintió.—¿Cuál es tu nombre completo?

—Brooke Harper Roberts, ¿El tuyo?

—Audrey Blake Evans.

—Blake es un gran nombre, me gusta —sonreí.

—Harper también lo es.

Ambas sonreímos.

Entramos a clases, me gustó su compañía, hacia mucho que no socializaba con otras personas y hacerlo con ella fue grandiosa.

—¿Quieres almorzar conmigo? —pregunté algo dudosa.

Ya habíamos terminado las primeras clases y era hora del descanso.

—Claro, me gusta tu compañía.

Sonreí, casi nadie me dice eso y oírlo se sentía bien.

Compramos algo de la cafetería y buscamos una mesa, al encontrarla nos sentamos.