8. Los restos del destrozo

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🎶Banda sonora: Numb - Linkin Park🎶

Minho llamó al intercomunicador y entró cuando la puerta exterior se abrió. Se cruzó con una trabajadora cuando llegaba a la puerta principal.

—Buenos días — La saludó con una venia y sonrió. La cara de la mujer estaba descompuesta.

—Buenos días, Lee Minho-ssi... Tengo que advertirle de que Yang Jeongin-nim está de muy mal humor hoy...

—¿Ha pasado algo?

—No lo sabemos, ayer nos echó de la casa y hoy nos ha prohibido entrar, hemos estado por aquí fuera toda la mañana...

—¿Sabe si está bien? —La ansiedad golpeó el pecho de Minho por un segundo.

—Está... Hmm... Despierto, no hemos dejado de escucharle, pero su humor no está en su mejor momento...

—Mejor váyanse a casa y vuelvan mañana, ¿de acuerdo? Yo cuidaré de él.

—Sí, sí, de acuerdo...

La mujer dio la vuelta para rodear la casa hacia el jardín trasero, donde suponía que estaría el otro trabajador. I.N era muy celoso de su intimidad, por lo que solo mantenía dos empleados en la casa de forma continua. Rondaban los 50 y eran educados y amables. Y, sobre todas las cosas, eran discretos.

Cuando llegaba a la puerta principal, escuchó la verja exterior volver a abrirse a su espalda. Se giró para ver a los empleados marcharse, saludando con la mano. Un segundo después Mark entraba en el jardín vestido informal con un gorro bucket y una mascarilla quirúrgica negra en la cara.

Aguardó a que llegara junto a él para llamar a la puerta principal.

—¿Estás enfermo o algo, Mark? —preguntó, esperando a que I.N abriese.

— O algo... —bromeó.

Cuando su jefe abrió la puerta, Minho no dio crédito: vestía una camiseta blanca manchada con gotas de sangre que no supo de dónde procedían hasta que vio sus nudillos en carne viva.

Se apartó de la puerta dejándoles pasar sin decir ni una palabra. Minho se percató del desastre en cuanto dejaron sus zapatos en el recibidor mientras se calzaba unas zapatillas de andar por casa. En el salón principal encontró varias botellas de güisqui, unas a medias, otras destruidas. Las manchas en la pared eran indicativo de que algunas se habían estrellado allí.

Dos de las carísimas sillas de diseño que I.N tenía en su comedor estaban hechas astillas. Las otras seis tampoco podrían volver a utilizarse. Demonios, Minho no creía que la mesa pudiese volver a usarse.

La estancia principal de aquella casa parecía haber sufrido el ataque de una banda de ladrones. Pero conocía a I.N lo suficiente como para saber que era el producto de la reunión con su hermano. 

«Una realmente mala»

El hombre caminó descalzo y maldijo al pisar un cristal, pero continuó, dejando pequeñas huellas ensangrentadas en el suelo de mármol beige como si no pasase nada. Minho lo siguió de cerca, se dirigía al gimnasio y cuando llegaron la cosa estaba casi igual de mal. El banco de pesas estaba desarmado en una esquina, la barra estrellada contra la cinta de correr inservible, los útiles de boxeo por todas partes. Lo único que parecía en pie era el saco al fondo de la habitación y el hombre fue directo allí.

Golpeó con fuerza soltando un gruñido bajo. Sus brazos y piernas se movían con rapidez. Minho sintió un escalofrío cuando escuchó el choque del pie contra el saco. El sonido seco retumbaba por todas partes.

Estación de lluvias: VERANO | Minsung | ChanglixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora