30. Los que se iban

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🎶Banda sonora: Imsomnia - The Rose🎶

I.N no quería estar ahí. Quizá no tanto como Jisung, pero él también estaba incómodo. Salió de la cabaña y encendió un cigarro. Se quedó bajo el techo del porche porque no quería llenar de barro sus zapatos.

Escuchó el coche que se acercaba por la carretera de tierra, aunque no lo veía aún; en medio de la nada, a 20 kilómetros de cualquier punto civilizado, no se oía nada más que la naturaleza. Dio una calada profunda, llenando sus pulmones del humo oscuro.

Ese estúpido niñato no sabía nada. Era una maldita carga inservible que le tenía pasando la jodida tarde de domingo en una cabaña en medio de la puta nada tratando de sacarle información que no tenía. Y I.N quería estar en alguna de sus casas de Seúl, follándose a alguien, bebiendo güisqui y escuchando su música favorita.

Aplastó el cigarro a medio fumar en el suelo. «¿No va a dejar de llover nunca?», se preguntó. El vehículo apareció por la única carretera de acceso. Mark conducía y no pudo evitar sonreír ampliamente cuando vio la cara de Minho en el asiento del copiloto.

I.N llegó a pensar que su amigo sería capaz de alertar a Jisung de lo que estaba pasando, sobre todo después de que ignorase sus llamadas durante más de una hora. Pero, sorprendentemente, no lo hizo. Salió de la casa, lanzó la tarjeta de acceso dentro del coche y todo fue demasiado fácil.

Mark y él habían entrado al garaje como si fueran propietarios. En un coche muy parecido al suyo, pero obviamente alquilado, se llevaron al chico sentado en una silla de ruedas colocándolo en la parte trasera del jeep.

Cambiaron de vehículo tres veces más, en diferentes puntos de la carretera, para llegar a Chiaksan en casi cuatro horas, en lugar de las dos que cubrían la ruta entre Seúl y la cabaña.

I.N había dejado a Minho descansar esa noche, pero obligó a Mark a traerlo hoy. Ese cabrón tenía que hacer su puto trabajo si no quería que Dongyoon lo descuartizara. Y estaba seguro de que su hermano no necesitaba muchas excusas para hacerlo. No era que Yang Jeongin estuviera protegiéndolo, pero de verdad no quería perder a Lee Minho. Era algo así como... agradable trabajar con él.

El coche frenó cerca de donde estaba parado con los brazos cruzados. Mark salió primero y cerró la puerta de un golpe, con la cara trabada por el enfado. No habían discutido, pero sabía que ese imbécil no estaba de acuerdo con los métodos de I.N.

—¿Se ha portado bien el niño durante el viaje? —le preguntó al mayor.

—Vas a romperlo, I.N —contestó Mark, el borde oscuro de su voz combinado con los puños apretados a los lados—. Déjame hacerlo a mí, deja que sea yo el que hable con el chico.

—No. —No dijo nada más, dirigió la mirada al coche, donde Minho seguía sentado, con las manos sobre el salpicadero.

Caminó hacia el vehículo, manchando las botas y maldijo entre dientes. Abrió la puerta del pasajero y vio la cara descompuesta de Minho. Tiró del cuello de la chaqueta de cuero que llevaba puesta y lo lanzó fuera, al suelo embarrado.

El tipo ni siquiera se quejó. Se incorporó despacio, poniéndose de pie de forma lenta y restregó sus manos sucias en la parte delantera de los vaqueros tratando de apartar el lodo. Su cabeza seguía baja y I.N sintió que el hombre se había rendido del todo.

Y no le gustó.

Lo empujó hacia la casa sin decir ni una palabra, hasta que llegaron al porche donde el suelo estaba seco. I.N se quedó allí y encendió otro cigarro mirando como el chico paraba a unos metros y lo miraba por el rabillo del ojo.

Estación de lluvias: VERANO | Minsung | ChanglixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora