Capitulo 10

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Julliette

Habían pasado ya tres días desde que fui capturada en esa pocilga. Tres interminables días, mi rutina se basaba en despertar discutir con alguno de los piratas que este de turno para cuidarme, comer, sentarme en esa "cama" —que era todo menos cómoda y acogedora —, cenar, discutir con otro y dormir.

Odiaba estar encerrada, si antes me quejaba de estar todo el tiempo en el castillo ahora quería saltar de la borda y morir ahogada solo para no estar aquí. En las muchas cosas que me desagradaban también estaba la suciedad que se encontraba literalmente en todos lados, típico de los piratas que no le eran fiel ni siquiera de su propia higiene.

En Boufant, más específicamente en el castillo y sus alrededores —donde normalmente vivían la gente de la alta sociedad del pueblo — había un increíble sentido de orden y limpieza impuestos ni más ni menos que por mi padre que consideraba que la suciedad era para los inferiores a ellos, una muestra de pobreza. Llega un punto en que la obsesión de mi padre se paso a mi.

Aun recuerdo cuando recibí un gran castigo siendo muy joven por ensuciar accidentalmente mi vestido jugando con una mascota que solía tener. Yo aún tenia solo siete años...

"Mi clase de piano de las seis p.m. había terminado, tenia un receso de media hora antes de arte y decidí pasarlo en el jardín.

Era un día hermoso, el solo radiante se posaba en lo mas alto del cielo siendo levemente tapado por unas blancas nubes que contrastaban con el celeste. Un digno día de primavera.

Me dirigí al rosedal que estaba en la parte trasera del castillo. Amaba ir ahí y más en esta época del año cuando las rosas coloreaban y alegraban los lúgubres paredones de piedra que contorneaban todo su hogar, también era la época en la que más eran cuidadas por el jardinero real, el señor Spice.

—¿Adonde se dirige con tanta prisa, señorita? —dijo este con una sonrisa bondadosa y su característica barba larga y blanca.

—Quiero cortar unas cuantas rosas para mi madre, hoy se ven muy bonitas —conteste alegre.

—Mmm yo que usted no caminaría cerca de las flores —dijo acercándose a estas y pisando un lugar cercano, su pie se hundió unos cuantos centímetros en el barro —acaban de ser regadas y te vas a ensuciar mucho, no creo que eso le agrade a su padre.

—Esta bien, tiene razón —dije un poco desanimada —disculpe por hacerlo perder el tiempo, señor Spice.

—Oh por favor, alteza —dijo riendo —me alegra verla fuera del castillo.

Se inclino un poco antes de seguir podando un arbusto con unas grandes tijeras.

[...]

Estaba designada a volver al castillo y esperar ahí los diez minutos que me quedaban para mi siguiente clase cuando pude ver a Jack, un hermoso perro dálmata que funcionaba como una mascota real, más que nada fue un regalo de mi padre cuando cumplí los cinco años.

Era un animal excesivamente inquieto y juguetón, principal razón por la cual mi padre nunca lo quiso. Solía decir que era una criatura sin clase a la cual le faltaba mano dura de un amansador o entrenador de perros. Es gracias a un capricho mio el porque nunca tuvo uno, sabia que lo harían un perro serio y aburrido o aún peor, que lo golpearían si hacia algo malo o si se portaba mal —casi siempre entonces —.

—¡Jack! — le grite riéndome cuando este se abalanzó sobre mi, luego hice que volviera a ponerse en cuatro patas porque de otra forma terminaría arrugándome el vestido y es algo que enfadaría a mi padre.

Mi Mayor TesoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora