Capitulo 16

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Theo

Pisar la arena de La Palmera luego de varias, en serio varias, semanas era algo así como un tranquilizante. La isla estaba inundada de ese aire tan propio y único, el aroma a coco que inexplicablemente se esparcía por cada rincón.

Me gustaba volver a ver todos esos rostros conocidos de los que vivían en el lugar, muchos de ellos con los cuales conviví determinados tiempos en la travesía del Alba.

Empece a saludar a todos, si bien mi padre seguía ocupando el cargo de capitán, el de gobernador había pasado a ser mio a penas pase el mínimo de edad. A mi padre nunca le gusto tierra firme, y si bien sentía ese apego al pueblo como todos lo teníamos, gobernarlo nunca fue mucho de su interés.

Yo siempre tuve un don con los menores, supongo que instintivamente les caía bien. Estos me vieron bajar del barco y no tardaron en saludarme antes que todos, yo les devolvía el saludo con un choque de puños. Era impresionante la velocidad con la que crecían entre visitas.

Luego empece a saludar a los demás.

—Buenos días, Theodoro —me saludo el subgobernador, quien dejábamos como lo mas parecido al gobernador cuando yo no estaba —ya ha pasado un tiempo desde que no te veíamos por aquí.

Me estiro la mano como saludo. Le devolví el gesto

—He estado muy ocupado —respondí y miré hacia atrás donde apenas era visible como Susan llevaba a Julliette del brazo acercándola al amontonamiento de piratas.

—Eso parece —se rio rápido.

De pronto escuche un bullicio, y... esa irritante voz que tan bien conocía.

—Theo —Era Loren, una amiga de la infancia la cual no es nada secreto que esta loca por mi, y llega a ser bastante molesto e incomodo.

Empujó unas cuantas personas quienes se quejaban mientras corría hacia mi terminando con abrazarme.

—Te he extrañado muchísimo, Theo —dijo —no vuelvas a dejarme sin saber nada de ti en tanto tiempo.

—Estuve ocupado —le dije un poco más seco de lo que quería —luego hablamos, ahora necesitó acomodarme porque acabo de llegar.

La separe de mi e ignore por completo su muy poco disimulada cara de molestia dirigida a mi. ¿Le tenia aprecio? Si, pero no me interesaba en lo mas mínimo sentimentalmente como ella lo hacía y yo no miento ni mucho menos me miento a mi mismo.

—Veo que no has cambiado nada —dijo para si misma, sin embargo, pude escucharla.

[...]

Cuando termine de saludar a todos me dirigí al poblado para hacer un chequeo general de todo, esta era la parte más fastidiosa cada vez que visitaba la isla. Siempre había algún problema que el idiota del subgobernador no lograba solucionar por si mismo, entonces ¿A quien le tocaba resolverlo? Pues a mi, obviamente.

Pensándolo bien es mi trabajo y tengo que hacerlo, pero me enoja que nunca pueda llegar y que haya ningún conflicto sin resolver.

—La señora Ruguel tiene una plaga de ratas en su casa —me informó el viejo que iba a mi lado a medida que caminábamos por el pueblo.

Mi Mayor TesoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora