Capitulo 11

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Julliette

Desde la orden que hizo Theodoro esta mañana de dirigirse a esa isla, La Palmera, la cubierta nunca dejo de estar llena y con una notable alegría. Yo me quede con la intriga de que es ese lugar.

Por otra parte decidi ceder a su estupida propuesta de no hacer escándalo a cambio de que me deje salir un rato libre de esta pocilga que tengo de habitación en algún momento del día. Me dolía en lo más profundo del ego obedecer y quedarme callada cuando venían a dejarme comida o cosas así, pero creo que la recompensa valdría la pena.

Así pase sentada y callada durante todo el mediodía y parte de la siesta. Cuando mi poca paciencia ya estaba en su punto casi nulo tuve el honor — nótese el sarcasmo — de la visita de el pirata que mas malas vibras me daba dentro de toda la tripulación, Carlos. Gracias a los pocos encuentros, que cabe recalcar, no fueron de mucho agrado para mi, ya lo ponía en mi top dos piratas que mas odio.

El ganador del primer puesto era obviamente mi querido Theo, quien se encargo de arruinar la poca libertad que me quedaba. A él le debo una acogedora soga en el cuello, o en el mejor de los casos, un balazo en la cabeza proporcionado por mi misma.

Volviendo a Carlos, el se paro en frente de mi puerta, con su asquerosa cara arrugada llena de egocentrismo y sentido de superioridad —claro que carecía de esto último pero por lo menos por hoy no iba a decírselo —. Estaba contento ese día, según mi propia lógica era por dos posibles cosas, por nuestra próxima parada o el simple hecho de que —como toda la tripulación sabe —yo no podía responderle mal o pelearle.

—Hoy te estas portando como una buena chica —dijo ensanchando cada vez mas su amarillenta sonrisa a la cual le faltaba un diente canino —sigue así perrita desobediente y tal vez tu amo te deje sin la correa un rato — su asqueroso puchero burlón me estaban colmando la poquísima paciencia que gracias a Dios aún conservaba.

Pero decidí no caer en el jueguito que estaba armando, este obviamente estaba destinado a que yo pierda mis estribos y pierda mi oportunidad de salir de esta habitación. Así que me trague la impotencia y lo mire llena de la superioridad que a él le faltaba por montones.

—¿Qué sucede...—volvió a hablar un poco mas alterado porque no le conteste a la primera vez —ya no hablas, mocosa engrei...

Un palo de escoba lo golpeo en la cabeza impidiendo que este termine de hablar, abrí los ojos por la sorpresa, no me esperaba eso. Disfrute al ver su cara de dolor, quien lo golpeo lo hizo fuerte y sin miedo.

—Pirata insolente —dijo de pronto la señora de tercera edad con ambas manos en la cadera y mirándolo llena de ira —¿A quien se le ocurre tratar así a una dama?.

De repente sonreí. La señora lo había gritado. Ella quería que todo el barco la escuchara, y claro que lo logró, de repente tenía la atención de toda la tripulación que estaba en ese momento en cubierta.

—¿Le sucedió algo señora Susan? —pregunto de pronto uno de los mas jovenes entre los piratas, uno que rara vez hablaba, note como la miraba con ¿miedo? No, eso no era miedo, él la estaba mirando con un profundo respeto y admiración.

Susan... ese era su nombre, vi a esa mujer caminar por el barco muchas horas, muchas veces limpiando, llevando comida o cosas a alguna parte o solo admirando el paisaje de las olas que se movían alrededor del barco acompañado con el cielo com gaviotas.

—¿Donde se metió ahora Theo? —dijo aún enojada.

El chico miro a Carlos en un mirada de auxilio durante un segundo y este negó con la cabeza.

—No sabemos donde esta— bajo la cabeza un poco —discúlpenos si hicimos algo mal.

Yo estaba a punto de soltar una carcajada, eso último si era miedo, no puedo creer que piratas de su calibre tuvieran miedo a ella. Me considero fan numero uno de la Señora Susan, la admiro.

Mi Mayor TesoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora