#7 Traitor

369 60 21
                                    

—¿Quién es la gatita más linda del mundo?—. Acariciaba la pancita de Byeol con tranquilidad.

—Woo, me estás desconcentrando—. Dijo el alfa mientras daba un giro sobre su silla, un cigarrillo encendido entre sus dedos.

—Lo siento... ¿Fumas?—. Nunca había tenido la ocasión de ver a San fumando, por lo que era extraño para mí.

—Solo cuando estoy muy estresado—. Byeol huyo de mis toques para saltar al regazo del más alto.

—Gata traicionera.

Pude apreciarlo por un segundo desde mi mullido sitio en la alfombra del despacho de San. Su pelo negro como el carbón cayendo en cascada hacia sus ojos, cuello pecoso, hombros realmente anchos, clavículas marcadas, dejándose ver gracias a la camiseta que llevaba, brazos esbeltos, cintura estrecha, muslos gruesos en los que Byeol estaba tranquilamente recostada y unas piernas fuertes. La imagen en sí era caliente, San en una camiseta blanca corta con unos deportivos negros, con la gata sobre el regazo y el brazo levente apoyado sobre el escritorio mientras sostenía un cigarrillo encendido entre sus dedos que expulsaba humo. Mis mejillas rápidamente tornándose de un color rojo intenso, aparte la mirada cuando San puso el cigarrillo en su boca y empezó a inhalar el humo de nuevo.

—¿Por qué me dejas estar aquí si te desconcentro?—. Intenté cambiar de tema estratégicamente.

—Por qué siempre te quejas de que estás solo, además la gata siempre esta contigo y yo también quiero darle mimos, es relajante.

— Es raro para mí, pienso que me odias o directamente no te agrado—. Solté un largo suspiro mientras recostaba mi espalda en la alfombra.

—Bueno, es verdad que al principio no me hizo gracia que un omega desconocido viviera en mi casa. Pero supongo que aprendí a aguantar un poco tu personalidad chillona y enérgica, aunque para mí a veces eres muy molesto, ¿Acaso sabes que es la paz y la tranquilidad?—. Preguntó con el ceño fruncido.

—Esas palabras no existen en mi estilo de vida—. Me burlé.

—Maldito omega revoltoso.

—Así te gusto—. Dije sacando la lengua.

—Alto ahí, yo dije que no te odiaba, no que me gustaras—. El atisbo de una pequeña sonrisa haciéndose presente en sus labios mientras yo soltaba ruidos enfurruñados.

—¿Por qué te desagradan los omegas?—. Los hombros de San se tensaron ante la pregunta y su cara formo una mueca incómoda.

—A veces la vida no es demasiado afortunada con las personas, como conmigo...

—¿Me lo dices a mí? Debería escribir un libro sobre el hijo de puta de mi padre—. Volví a sentarme correctamente cruzándome de piernas mientras miraba al suelo.

—Nunca me contaste como acabaste en una subasta de omegas a decir verdad... ¿Quisieras contarme?—. Las palabras del alfa salían con cuidado.

—Mi padre me vendió, eso es todo—. Respondí seco.

—Sabes que me refiero a tu pasado Wooyoung, pero si no quieres contármelo esta bien—. San giro su silla para seguir trabajando.

—No es eso... Es que sé que si lo cuento voy a terminar llorando y necesitando un abrazo, sé que a ti eso no te gusta... Tampoco quisiera que fuera incómodo para ti, pero es algo duro para mí—. El alfa dejo el cigarrillo, bajo lentamente a Byeol de sus piernas y se sentó a mi lado en la alfombra.

—No te preocupes por mi Woo, está bien, todos necesitamos que alguien nos conforte cuando somos débiles—. Su tono sonando extremadamente triste.

—Bueno, todo empezó cuando mi madre murió a raíz del MRSA que básicamente destruye las células sanguíneas y el tejido pulmonar, hasta el momento no tiene cura y en menos de 24 horas provoca neumonía que a su vez causa asfixia, causando una falla masiva de todo el cuerpo. Cuando yo era pequeño mi padre—. Unos cuantos toques a la puerta fueron dados, San se levantó rápidamente susurrando un "Disculpame Woo" y fue a abrirla.

— Señor Choi, El señorito Jeong acaba de estacionar frente a la casa y quiere hablar con ustedes, huele a tristeza...—. La señora Misuk informo a San, quien se giró a mirarme.

—Bajemos.

Bajamos a la planta de abajo mientras la señora Misuk iba a abrir la puerta, rápidamente la casa se llenó de un intento aroma a tristeza y sonidos lastimeros, San y yo estábamos sentados en el sofá del gran salón, el uno junto al otro, mirándonos extrañados. Pronto Yunho apareció por la puerta con el rostro lleno de lágrimas, luciendo como si hubiera corrido una maratón, se acercó corriendo a nosotros y se echó encima de mí, no mucho ya que su pancita de 8 meses no le permitía recostarse del todo. San se colocó a su lado mientras yo sobaba su espalda mientras él solo lloraba sobre mi hombro desesperadamente.

—¿Qué paso Yuyu? ¿Por qué no esta Mingi contigo?—. Sus sollozos se hicieron más fuertes y también un ligero cambio en su aroma, enfado.

—¿Mingi?, Mingi no está aquí porque discutí con él...—. San soltó un suspiro cansado

—¿Qué hizo esta vez ese tonto?—Yunho lo miro directamente a los ojos, soltando un suspiro, preparándose para lo que iba a decir.

—Discutí con Mingi porque descubrí que me estaba siendo infiel—. Mis ojos se abrieron en demasía, mire a San para ver si reacción, pero él solo mantenía una expresión neutra.

—¿Acaso Mingi te lo dijo o como...?—. Pregunté

—Fui a la oficina porque quería enseñarle la nueva ecografía del pequeño Jongho, y me lo encontré follando al secretario de San encima de la mesa—. San rápidamente cambio su expresión a una sorprendida.

—¿A Hongjoong? No puede ser, él es la pareja de Seonghwa, Hongjoong lo ama mucho... O sea...—. El alfa no lograba procesar bien la información recibida.

—Claro que era el puto Hongjoong, baje al aparcamiento, Mingi me siguió y...—. Rápidamente, el omega volvió a romper a llorar en mis brazos, el cuerpo de San se tensó y se levantó con furia.

—¡Maldito Mingi!—. Grito el alfa enfurruñado, me acerqué a él lentamente y puse mi mano sobre su muñeca, en un intento de calmarlo.

—Tranquilizate San, no queremos asustar a Yuyu—. Dije suavemente.

—Lo siento...

Consolamos un rato más a Yunho y nos quedamos hablando sobre su visita al médico hoy, nos enseñó las ecografías y ¡Vaya! Realmente el pequeño Jongho había crecido un poco más, poco tiempo después fui a la cocina para preparar la cena mientras Yunho me ayudaba y San acababa su trabajo en su despacho. Comimos felizmente y tuvimos una conversación amena a pesar del estado decaído del omega.

—¿Puedo quedarme aquí hoy...?

—Todo el tiempo que necesites Yunho, hablaré con Mingi pronto—. San subió hacia su habitación, Yunho y yo nos instalamos en la mía. ¿Qué pasaría ahora con el matrimonio de Mingi? ¿Y con el pequeño Jongho?

𝗠𝗘𝗟𝗧𝗜𝗡𝗚 𝗢𝗙 𝗦𝗡𝗢𝗪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora