3. Material Girl (Madonna)

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No iba a negar que hombres bastante interesantes se acercaron a las damas que aún paseaban en círculos por el lugar, pero ninguno consiguió captar su atención. Daba igual cuan apuestos fueran, les faltaba algo que, sin poder describir que era, hacía que fueran muy poco atractivos para ella a pesar de su indudable belleza. Ahora que Anthony no estaba, Daphne aprovechó para bailar con uno de ellos, dejando a la pelirroja sola. Esta aprovechó entonces para echarse atrás y acercarse a una de las mesas donde las copas se ubicaban. Con cuidado, llevó su mano a una de estas y observó de nuevo la estancia que la rodeaba. Echó su cabeza hacia atrás y lanzó un suspiro al aire que solo ella fue capaz de oir, debido a su completa soledad en una sala llena de personas.

La música que estaba sonando cesó, y sin saber el motivo, todos los individuos, tanto hombres como mujeres, apartaron sus conversaciones, y como si se hubieran quedado mudos, dejaron de hablar. La curiosidad fue quien la guiaba ahora. Se había quedado atrás, y una enorme barrera de familias y parejas la retenía junto a la mesa a la que se había acercado minutos antes. Apartó su copa, y comenzó a abrirse paso ante la incesante llegada de cada vez más hombres que habían dejado libre la pista de baile, y de hecho, casi toda la sala.

Entre empujones, finalmente, la pelirroja había iniciado su paso hasta la primera fila. Intentó sujetar con fuerza su vestido con el propósito de que este no cayera al suelo, pero no todos los deseos podían cumplirse, y sin cuidado ni remordimiento, este fue pisado por, seguramente, alguna dama.

--Mon Dieu...

Susurró ella, comprobando mientras continuaba con su avance que el daño no había sido grave, o que al menos, su vestido aún seguía decente como para poder llevarlo un par de horas más. Su distracción provocó que su curiosidad se viera desplazada, y aunque no era la situación ideal para conocer a un príncipe, no había encontrado una forma de evitarlo. No, aún no sabía quién era aquella misteriosa persona que había conseguido que hasta los ingleses más reacios a rebajar su nivel se hubieran echado atrás para poder dejarle paso. Los suspiros de las señoritas y los leves murmullos de los hombres hicieron que aquel silencio de apenas unos minutos desapareciera, y desencadenó, a su vez, que la mirada de la joven se elevara de lo que la había mantenido ocupada.

Sus ojos se encontraron justo en ese momento con la reina, que paseaba despreocupada y con altitud cogida del brazo de quien interpretó Camille que era su familiar, y por tanto, el príncipe Friedrich de Prusia. No estaba acostumbrada a ver a tantos miembros de la realeza juntos, pues cuando su familia abandonó Francia, la república hacía años que estaba instaurada, así fue al menos hasta la llegada de Napoleón.

El príncipe Friedrich era una total representación de los ciudadanos prusianos. Un joven alto, apuesto, y educado. Una media sonrisa se dejaba ver por sus labios, sin ser esta demasiado prominente, pero lo suficientemente abierta como para dar una sensación confiable y amistosa. Su cabello rubio y rizado era un claro reflejo de la sociedad de su imperio en el momento, y sus ojos azules, incluso más azules que los de Camille, miraban aquí y allá, sin detenerse demasiado en ninguno de los presentes. El turno le llegó a la pelirroja, y mientras que seguía a los demás y se inclinaba ligeramente hacia adelante, sus ojos conectaron con los del caballero. 

--Príncipe...

Susurró entonces la chica, no siendo la única que dirigía estas primeras palabras al miembro de la realeza. Este, entonces, asintió ligeramente y continuó con su camino. Lo último que pudo ver de él fue su pulcro traje azul, que le llevó hasta el final del pasillo, donde pasó la mayor parte de la velada, siendo presentado ante las grandes eminencias del país a principios de siglo.

Serendipité|Anthony BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora