12. Diamonds (Rihanna)

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--Buenas noches, señorita Dubois. ¿La interrumpo?

--No voy a mentirle, justo estaba por acudir a un lugar y resolver un asunto de importancia, pero creo que ya se ha solucionado.

--Perfecto. Ya que lo ha preguntado, puede ofrecerme su compañía. Muchas señoritas se han presentado ya, pero aún no he tenido el placer de conocerla a usted.

--Disculpe entonces, príncipe Friedrich, mi falta de cortesía; no he tenido tiempo de percatarme de que se encontraba aquí, pues hace días que no se deja ver por las fiestas de sociedad, y no sabía si al final acudiría a esta cita.

--No se disculpe, señorita Dubois, no hay motivo para ello, no espero que todos estén atentos a mis movimientos en cada momento.

--No debería sorprenderle que así fuera, alteza, debe usted recordar que es una de las figuras más importantes de la temporada para todos.

--¿Lo soy para usted?

Ante aquella pregunta, la pelirroja, sorprendida, no supo que responder. Esa habría sido, probablemente, de las primeras veces que se quedaba sin palabras frente a alguien. El silencio no se hizo incómodo, pero sí que se prolongó más de lo debido. 

--Lo es, desde luego, para Lady Whistledown. Esa escritora ya sabía que usted iba venir incluso antes de que recibiera su invitación.

Otro momento de silencio azotó a ambos jóvenes, parando la conversación nuevamente, pero bastaron un par de instantes más para que, con discreción Friedrich soltará una pequeña pero sonora carcajada. Las comisuras de los labios de Camille se alzaron en una alegre sonrisa, pues la incomodidad había vuelto a desaparecer.

Con malicia, otra sonrisa algo distinta a la anterior se dibujó en su rostro mientras pensaba en lo siguiente que podría añadir. Agradecía que su conversación permaneciera estática, pues en aquel momento, con la cantidad de personas que habían acudido al baile, no era fácil escucharle teniéndole de frente, como para deber hacerlo en movimiento.

--¿Así que no tiene usted prohibido reírse?

Volvió a pronunciarse la chica, añadiendo ahora un leve alzamiento de cejas de forma algo perspicaz, pero sin abandonar el tono e intención cómicos, acompañado de una curiosidad, que delataba su interés por el mundo de las monarquías.

Esperó que el miembro de la realeza no se hubiera molestado por aquella pregunta, pero justo al contrario, él, de hecho, expresó también gracia con su sonrisa como entendiendo su curiosidad, y contestando amablemente la cuestión.

--¿Usted se piensa que no podemos?

--No quiero ofenderle, príncipe, pero no es cosa de misterio el conocer que, en su mayoría, las monarquías suelen ser regímenes muy estrictos, pero soy principiante en la materia, pues cuando yo nací, los reyes franceses ya habían sido decapitados. No sé más que lo que he escuchado, leído, o curioseado. ¿Es muy difícil la vida en palacio?

--¿Puedo serle sincero?

--Todo lo que tenga permitido

Las jóvenes a su alrededor ya comenzaban a acercarse; no se acercaban tanto como para molestar, pero sí como para resultar ciertamente insolentes y hasta abrumadoras. Este hecho no pasó desapercibido tampoco para el miembro de la monarquía prusiana.

--Nunca me habían preguntado esto antes. Es usted la primera.

--Eso es porque mi curiosidad y preguntas pueden resultar poco educadas en ocasiones, pero no siempre puedo reprimir hacerlas.

Serendipité|Anthony BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora