8. Je te laisserai des mots (Patrick Watson)

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Sin duda, la casa de Lady Danbury no era similar a ninguna que hubiera visto antes. Era un palacio no muy ostentoso a pesar de la carga de los adornos que llevaba encima, tampoco prescindiendo de decoraciones, que a pesar de encontrarse en gran cantidad, no daban la sensación de ser para nada excesivas. Sin duda, Lady Danbury había sido desde joven una mujer con gusto, con una gran carga de historia a sus espaldas, siendo contada de manera indirecta por todos y cada uno de los retratos, relojes, muebles... sin duda, esa dama tenía mucho que contar, y pocos que se interesaran tanto como para darse cuenta.

El ambiente no era muy diferente a como solía ser. Algunos invitados seguían saludándose en el jardín evitando entrar dentro, otros, en cambio, no dudaron en disfrutar el calor que la sala de Lady Danbury les otorgaba.

Era extraño, sin duda, percatarse de como todos los invitados tomaban esto como desapercibido, renegando de la importancia que la historia de esta mujer tuvo en el pasado, y que se había convertido en las cenizas de la mujer que vemos ahora.

--Buenas noches

Saludaban algunas familias a su lado, casi de forma mecánica, cuando pasaban delante de los Dubois; estos amables gestos eran correspondidos gratamente por sus padres, que estaban encantados con esas buenas intenciones. La mayoría de debutantes ya había llegado, pero aún faltaban muchos de los caballeros, cosa que dejaría tranquilidad a Camille antes de que empezasen los primeros bailes.

--¿Te traigo algo de beber?

Preguntó su hermano mayor, Étienne, que parecía estar bastante atento aquella noche a todo lo que se encontraba cerca de él, especialmente a sus familiares. Nuestra protagonista movió su cabeza de un lado a otro, expresando así una clara respuesta negativa.

--Creo que esperaré un poco más

--Mejor, así podrá servirte de excusa por si quieres rechazar un baile.

Su hermano pequeño se introdujo en la conversación. Aquella diversión en su mirada contagió también a la pelirroja, que había tenido antes esa misma idea. Sabía que no sería a única mujer que recurriría a esa simple falacia para descansar un rato o negarse a un baile no deseado.

--Al menos, los hombres esta noche dan mejor imagen que ayer ¿no creéis?

--Desde luego. Algunos hasta parecen encantadores

Comentó Camille, aunque en este caso, no despectivamente; al contrario, no exageraría al decir que todos parecían mucho más agradables, eso sin nombrar el hecho de que eran considerablemente más. Se notaba la importancia de quien celebraba el baile. Nunca ninguno en los que había estado en Inglaterra había conseguido reunir a tanta gente.

--¡Jerome, Kalet! Es un placer verles de nuevo ¿Cómo han pasado el día?

—¡Lady Bridgerton! Es igualmente un honor poder disfrutar de su compañía esta noche. Hemos, sin duda, pasado una agradable mañana, pero nadie mejor que usted conoce el trabajo que da una gran familia

--Oh, desde luego. Aunque solo tengo dos niños pequeños, a veces son los mayores los que dan más trabajo

Su madre asintió efusivamente ante sus palabras, contando su propia experiencia, refiriéndose a aquellos cuatro herederos que se encontraban detrás de ella.

--Hablando de sus hijos... ¿dónde están? Estoy segura de que a Camille le gustaría ver a Daphne, y a todos nos gustaría saludarle de nuevo

--Por supuesto, querida Han ido a dar una vuelta y saludar a algunos invitados, pero no tardarán demasiado en regresar; estarán aquí enseguida.

Serendipité|Anthony BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora