9. Surprise, Surprise (Bruce Springsteen)

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--Vaya, señorita ¿ya está despierta?

--No he pegado ojo en toda la noche, debo admitirlo, estaba muy nerviosa.

--En ese caso, podemos empezar ya. Los hombres no tardarán mucho en llegar.

Con una ligera sonrisa, el proceso empezó. Anne le recomendó a la chica no llevar nada ostentoso hoy, y ambas coincidieron en que lo mejor sería mostrarse lo más natural posible. Aquellos momentos en soledad con la doncella le producían una ligera curiosidad por conocer más sobre ella. Claro estaba, y todos sabían que, aunque quisiera, no todas las jóvenes tenían las mismas oportunidades. La cuna era el elemento diferenciador entre las distintas clases sociales, y no todos corrían la misma suerte.

--¿Alguna vez se ha enamorado, Anne?

Cuestionó, mientras estaba continuaba probando distintos rubores naturales sobre la pálida piel de la chica. Aquella pregunta le sorprendió, y pudo notarlo cuando, repentinamente, apartó sus manos del rostro de la dama a la que servía y la observó con curiosidad. Normalmente, las familias no se interesaban en la vida de quienes les servían mientras que lo que ocurriera no impidiera su trabajo o fuera algún escándalo social.

--¿Puedo preguntarle por qué desea saberlo, señorita Dubois?

Solo obtuvo por respuesta un leve encogimiento de hombros por parte de su contraria y una mirada ligeramente divertida. Los ojos de Anne reflejaban ahora confusión, mientras que sus manos volvían a echarle esos polvos ligeramente rojizos, extendiendo estos sobre sus mejillas.

--Sólo quería saber si alguna vez ha sentido eso de lo que quienes lo han vivido siempre hablan. Su vida es tan distinta a la mía... era simple curiosidad.

--Podría decirse que sí, aunque no estoy demasiado segura

--¿Así que hay un hombre que ocupa su corazón?

Los pómulos de la joven se sonrojaron sin necesidad de utilizar aquellos polvos que sus manos portaban. Un grito ahogado surgió de los labios de Camille mientras la miraba con ligero orgullo, esa era una noticia agradable de escuchar, puesto que ahora que estaba entablando una amistad con su doncella, era enternecedor saber que confiaba en ella.

--Por favor, no diga nada.

La joven francesa llevó una mano a sus labios y pasó sus dedos por estos, insinuando que sus labios estaban sellados y que su secreto estaría siempre a salvo con ella. Supuso que quizá era aún algo pronto para saberlo con certeza, pero desde luego la forma en que sus ojos brillaban cuando el recuerdo de aquel hombre le vino a la mente, significaban algo, algo singular.

--Mes lèvres sont scellées

La hora de la verdad había llegado

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La hora de la verdad había llegado. El momento decisivo. Nunca antes aquellos peldaños se le habían hecho tan difíciles de bajar, le había costado un mundo llegar hasta la planta de abajo y entrar al salón. Parecía una distancia kilométrica y apenas se trataba de unos metros.

Serendipité|Anthony BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora