24. Can't feel my face (The Weeknd)

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Lady Danbury, de nombre Agatha, había sido desde hace mucho tiempo, una de las figuras más temidas de todo Londres. Muchas veces la palabra intimidación iba intrínsecamente ligada a la palabra respetada, y este caso no era la excepción a la norma. Los Bridgerton desde el momento en que fueron concebidos tuvieron presente la imagen de esa mujer, y desde que, por orden de nacimiento, uno por uno comenzaron a asistir a los bailes de temporada, supieron que el papel de esa mujer en sus vidas tomaría uno más importante.

Anthony reflexionaba sobre los motivos por los que la fémina se había ganado esa reputación. Una mujer de modales dudosos, cuya gracia y simpatía había ido disminuyendo paulatinamente con el pasar de los años, que rebeldes y revoltosos, habían dejado su huella en ella.

Quizá era por esa habilidad de juzgar que tenía, quizá, por lo agobiante de sus preguntas, o puede ser que fuera su afán de chismosear. Pero sin duda, lo más atemorizante era su don de conocer y saber hasta los secretos más profundos de una persona prácticamente con solo mirarla a los ojos. Sabía leer los pensamientos, el lenguaje corporal...

Lady Danbury no hablaba aleatoriamente, todas sus palabras encerraban un significado cierto, y aunque muchos la descalificaban de "vieja loca", estaba cuerda, muy cuerda. El poder que sabía ejercer sobre la mente de los demás, era suficiente como para temerla. Dos noches habían sido las que habían pasado desde el último baile, dos noches en las que los pensamientos del Vizconde Bridgerton tenían nombre y apellidos dos noches en las que la voz de Lady Danbury no le habían dejado descansar: "hacen una pareja de lo más cautivadora", recordaba que le había dicho, reproduciéndose como un eco constante e incesante que no le abandonaba. ¿Pero para qué engañarse? Era verdad.

--¿Has pensado ya si vendrás a la exposición en la galería?

La voz de su madre le interrumpió. Sus ojos marrones de inmediato se dirigieron a la figura femenina. Esta lo tomó como una invitación para que entrara en su despacho. Madre e hijo permanecieron de pie frente al retrato de Edmund. Violet siempre pensó que Anthony sería como él.

--¿Es que acaso puedo negarme? Nunca lo consideré una opción, madre.

Respondió el mayor de los hijos de la ex Vizcondesa, robándole una tierna sonrisa a esta. Miraba a su hijo con orgullo, pero también con inmensa pena, pues ¿cómo iba a ser fácil observar a un hijo renunciar al amor y a la felicidad? Sabía que por mucho que él insistiera en autoconvencerse, su padre nunca habría querido eso.

--Tienes razón, querido, negarse no fue una opción en ningún momento

Le contestó con tranquilidad, pero con un tono divertido en su voz, que expresaba la ternura de una madre hacia cualquiera de sus amados hijos.

Anthony rio. Su madre no había perdido la sonrisa con el paso de los años, a pesar de todas las personas a las que había visto marchar, incluso al amor de su vida, Edmund. Sin embargo, le echaba enormemente de menos. El primogénito siempre supo que sus padres estaban hechos el uno para el otro, y cuando él era más pequeño, solía disfrutar escuchando de parte de su padre la historia de cómo se enamoró de Violet años atrás.

--Madre... ¿le importa que le haga una pregunta? Será breve, lo prometo.

Habló nuestro afamado Vizconde, mientras seguía los pasos de su progenitora fuera de su despacho. Violet notó en boca de su hijo un tono preocupado, quizá incluso confuso.

--No debes preguntarlo, Anthony. Estaré encantada de resolver cualquiera de tus dudas, aunque temo decir que no creo saber nada que no sepas tú ya, querido.

Serendipité|Anthony BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora