O7: 𝒬𝓊𝑒 𝓅𝑒𝓇𝑒𝓏𝒶

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"Qué pereza"

O7

I drive myself crazy 'cause I can't escape the gravity

Linkin Park

L a l i s a

No tenía ganas de seguir revisando y torturándome innecesariamente con ese álbum de fotografías, así que lo cerré y, de manera rápida, lo metí dentro del cofre rojizo del que nunca debí haberlo sacado. Ese cofre me lo mandó mi madre para mi primera navidad lejos de casa, y desde que lo tengo solo me ha traído miseria, no logro estar en paz con mi mente.

Metí el cofre bajo mi cama, y no pensaba sacarlo de ahí hasta que se acumulara una gran capa de polvo, algo que no sucedería por la extrema limpieza en la que siempre se encuentran las habitaciones en donde resido. Manías del jefe, por supuesto.

Las paredes de la habitación eran blancas e iluminadas, lástima que yo no pueda mimetizarme con ellas.

Caminé hasta el ventanal para poder ver una agradable postal de un Seúl sumido en un hermoso atardecer. Saqué mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón rojizo, pero no para tomarle una foto al paisaje, sino que para realizar una llamada. Considerando la diferencia horaria que tenía con Tokio, de seguro la persona a la que intentaba llamar se encontraba disponible todavía.

"Moshi moshi" —me respondió una mujer a la otra línea.

—"Moshi moshi, Rarisa desu —me anuncié con mi mejor acento japonés—. Satō Motoko-san wo onegaishimasu".

—Lalisa-chan, hisashiburi.

Hisashiburi, yo también sentía que había pasado bastante tiempo desde la última vez que hablé con ella. ¿Cuándo fue la última vez? No recuerdo haber hablado japonés de manera tan formal, al menos no en el último tiempo.

—¿Cómo se encuentra, Motoko-san?

—Querida Lalisa, gracias por preocuparte por mí. Todo va muy bien por aquí.

—Me alegro mucho de oír eso.

—Tus plantas las he cuidado con mucho cariño. Están cada vez más grandes. Le diré a mi nieto que te mande unas fotos después, ya que yo no me manejo mucho con los teléfonos de hoy en día.

—Muchas gracias.

Suspiré y me dejé caer sobre mi sillón individual, sin embargo, no apartaba la mirada de Seúl, mucho menos considerando que la vista que tenía me permitía deleitarme con el Lotte World Tower. Se sentía extraño estar en Corea y entablar una conversación en japonés. De alguna manera, era como estar lejos físicamente, pero no socialmente. Yo no podría dejar Japón.

—Extraño Tokio, ¿sabe? El otro día estaba pensando en que debería volver lo más pronto posible.

—Pero, mi querida niña, ¿no estás feliz de volver a tus raíces? Recuerdo que cuando te mudaste al apartamento junto al mío, siempre decías que querías volver a Corea.

Sujeté el celular con mi mano derecha y le eché un vistazo a mi mano izquierda. Una de las tantas razones por las que no podría alejarme nunca de Japón, se explicaba con la simple existencia de esa argolla de oro en mi dedo anular.

—No es lo mismo que antes —le respondí—. Ya no es igual a como lo recordaba.

—El mundo va cambiando, Lalisa-chan, por algo va dando vueltas.

Motoko-san era una poeta, escribía haikús bajo un seudónimo masculino para no tener problemas con sus publicaciones: "Shimizu Kojiro". A pesar de que no era muy famosa, al menos en su pueblo natal, Taketomi, era conocida.

the golden cage 『❀』chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora