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Min Yoongi se había resignado a perderlo.

Seokjin lloró muchas noches seguidas, tratando de drenarse de su propio dolor hasta volver a ser él mismo. Pero no habían sido días, ni siquiera meses, sino años en los que Min Yoongi se había apoderado de su alma, entrando en su corazón sin dejar espacio para nadie más.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras veía su dedo anular, contemplando la piel levemente más clara en el lugar en el que llevó su anillo de compromiso hasta que él mismo decidió quitarlo al estar convencido de que eran un caso perdido. Arrancar el trozo de platino había sido como arrancarse el corazón aún bombeante, lastimado y arraigado al que consideraba su compañero de por vida.

Las llamadas, los mensajes, su voz al otro lado de la puerta mientras su mejor amigo hablaba con él. Seokjin había sido fuerte y se había negado a verlo todo ese tiempo, al menos hasta que el impacto de su ultimátum fuese procesado por ambos. Seokjin necesitaba un tiempo para sí mismo, para comparar su vida con con y sin él; pero Yoongi pensó que eso era algo estúpido, y se lo había hecho saber mientras Seokjin trataba de hacer las cosas funcionar. Mientras trataba de encontrar una manera de arreglar el desastre.

Jamás te he fallado, Seokjin. Sólo te amo a ti, y lo seguiré haciendo por siempre. — insistió, su voz rota a pesar de no estar soltando lágrimas. Seokjin se negó a consolarlo, pues sabía que no podría seguir con su discurso y las cosas se estancarían en las mismas arenas movedizas en que se hundían cada vez más.

—El amor no es sólo eso, Yoongi. Es complejo, y aún no estamos listos para el matrimonio si no aprendemos a amar correctamente. —susurró mientras giraba el anillo en su dedo para tratar de calmar su ansiedad.

¿Aprender a amar? —Su lengua filosa hizo presencia, y Seokjin supo que era en vano.

—Parece que es sólo un juego para ti.

—¿Te das cuenta de las tonterías que salen de tu boca?

Seokjin había tratado de hacerle comprender que para él el amor no era sólo serle fiel y quererse mientras trataban de convivir. Amar era arriesgar, amar era comprender y estar dispuesto a aprender juntos, pues la balanza debía estar nivelada para que lo suyo funcionara; debían dar para recibir mutuamente.

Pero Yoongi... él no pudo bajar su armadura. No pudo renunciar a su orgullo y a sus miedos, para enfrentarlos juntos; así que Seokjin no tuvo otra opción que romperle el corazón, incluso si también rompía el suyo en el proceso.

Alguna vez llegó a pensar que todo era su culpa, que pedía mucho y que tal vez había sido un poco egoísta de su parte poner a Yoongi entre la espada y la pared, con una advertencia implícita en sus palabras.

Los días pasaron y las estaciones habían hecho que las heridas no dolieran como en un principio. Pero no habían sanado por completo, porque de otra forma Seokjin no estaría sintiendo esto. No estaría viendo a la puerta de la habitación esperando por algo, sin saber exactamente qué era. No hubiese quedado afectado por verle huir una vez más, evadiéndolo como siempre lo había hecho.

Min Yoongi es un cobarde, pero Seokjin no podía fingir que nunca había pasado algo entre ellos, sobre todo ahora que deben convivir en ese espacio, en el cual podían esconderse pero no escapar. A Seokjin le parece irónico que el universo lo haya castigado de esa manera.

No sabe muy bien qué es lo que quería en ese momento. Su corazón parece gritarle algo, pero él hace oídos sordos porque tiene una idea de qué es lo que tanto le pide; y no, no puede permitirse escucharlo y hacerlo cometer un error. Había sido suficiente, amar a Yoongi había sido doloroso... pero recordar todos aquellos momentos felices hacían que el final de su relación pareciera algo sacado de contexto, algo demasiado abrupto. Sus lágrimas y las explicaciones a medias para sus amigos; nunca podía terminar cada vez que ellos preguntaban sus razones. Seokjin decidía esconder los pedazos rotos de su corazón, así nadie podía pisarlos y lastimarse con ellos.

My little quarantineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora