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Yoongi despierta con la mitad de su cuerpo fuera del futón en que suele dormir, el cual está estratégicamente ubicado en la esquina de su estudio.

Se estira y su espalda suena tan oxidada como la de un anciano, aunque ya está acostumbrado a ello. Luego de observar por veinte minutos seguidos hacia la pared gris frente a él, decide que tiene la suficiente sed como para salir de su estudio. Su estómago ruge cuando su nariz capta el olor de algo apetitoso.

—Hey.

—Hola.

Seokjin está cocinando. Yoongi se detiene por un momento a ver a su ex novio de espaldas, llevando una de sus camisetas como solía hacerlo antes—cuando estaban juntos—. Se obliga a sí mismo a salir de esa bruma de melancolía y a caminar hasta el refrigerador para sacar una botella de agua.

—¿Tienes hambre?

Yoongi detiene la botella a medio camino. Mira a Seokjin con los ojos entrecerrados y luego se encoge de hombros.

—No mucha, en realidad.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste decentemente, Min?

Yoongi comienza a beber el contenido de la botella como una excusa para no responder. Sin embargo, su mente trata de recordar, ¿Cuándo fue la última vez?

—¿Eso importa?

Seokjin resopla por lo bajo, y antes de que Yoongi pueda terminar de salir de la cocina, el mayor lo toma del cuello de su camiseta, haciendo que se gire instintivamente. Yoongi lo mira levemente preocupado, hasta que baja la vista hasta las manos del mayor, en las cuales lleva un plato con un desayuno completo.

—¿Uh?

—Al menos come lo que hago con las cosas que compraste. Si quieres comer en el sótano está bien, no me interesa.

Yoongi toma el plato y, luego de mirarlo fijamente por severos segundos sin saber cómo actuar, termina por carraspear y apartar la mirada.

—Gracias.

Seokjin no responde. Ni siquiera está seguro de que lo haya escuchado, pues está de vuelta junto a la estufa, dándole la espalda. Por supuesto, ¿qué esperaba? No es como si el mayor lo invitaría a comer con él. Tampoco tomaría la iniciativa, así que lo mejor sería regresar a su estudio.

Yoongi come en silencio, con el único ruido de fondo siendo el de el aire acondicionado. Ese lugar es como su propio búnker que creó desde cero, y que tiene todo el equipo necesario para llevar a cabo su trabajo sin molestias.

La comida es deliciosa, pero el simple hecho de estar probando algo hecho por su ex novio hace todo tan extraño. El mismo mal sabor de boca que sintió el día en que Seokjin llegó de improvisto, entrando a su casa como un fantasma del pasado. Un pasado no tan lejano, por lo que podía sentir cómo sus supuestas cicatrices aún no habían cerrado del todo.

Los cuatro días en los que ha tenido a Seokjin cerca han sido insípidos, pero eso es mejor a tomarlos por amargos. Su cerebro había tratado de aplacar sus sentimientos para no pensar, tratar de ignorar la presencia del mayor, pero no era sólo su cerebro el que lo podía mortificar.

Su plato está vacío, y se da cuenta de que una vez más se ha perdido en sus no tan buenos pensamientos. Justo lo que había tratado de evitar.

Trata de relajarse y volver a su trabajo. Su trabajo que no es obligatorio, pues no ha recibido indicaciones de parte de la compañía para la que trabaja. Así que simplemente está sentado, tratando de encontrarle un sentido a las letras que ha escrito recientemente. Encontrar el ritmo perfecto para hacer las cosas funcionar.

My little quarantineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora