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Seokjin siempre ha sido un verdadero entusiasta de los libros de ciencia ficción, sobre todo de aquellos en los cuales la humanidad es descrita como lo peor y la sociedad lleva un orden completamente diferente al acostumbrado en un futuro distópico. Los días se ven grises mientras el sol se apagaba poco a poco, como otra estrella más en el universo. No veía mucha diferencia entre aquellos escenarios ficticios con lo que vive en la actualidad, realizando su trabajo como una máquina más para el consumo humano.

—Feliz fin de semana, profesor Kim —dice uno de sus estudiantes. Seokjin sonríe mientras se despide agitando su mano hacia la cámara.

—Gracias por la clase. —dice otro.

—Hasta luego, chicos. Recuerden mantenerse saludables y enviar lo que llevan de su trabajo antes del lunes, así estoy al tanto de sus proyectos.

Los estudiantes se desconectan de la llamada y Seokjin se queda hasta que es el único dentro de ella, entonces cierra la pestaña y apaga su portátil, que ha estado funcionando desde su primera clase en la mañana. Su día se ha ido entre clases y llamadas individuales con los alumnos que necesitan asesorías con las animaciones que forman parte de sus proyectos finales. No es muy diferente a un día de trabajo normal, exceptuando que esta vez puede quedarse en pantalones de pijama todo el día.

Se pone de pie y estira su cuello un poco, este hace un ruido exagerado, al igual que su espalda baja. No es una sorpresa dado que ha pasado casi todo el día en la silla de su escritorio. Con pasos perezosos camina hasta salir de su pequeño estudio. Necesita un café y su mente no se activará hasta después de tomarlo, así que se dirige a la cocina para encender la cafetera.

Su apartamento no es muy grande, pero tampoco muy pequeño. Las cosas están distribuidas para que la sala y la cocina sean un buen espacio compartido. A pesar de llevar casi un año viviendo ahí, hay unas cuantas cajas con cosas sin ordenar, y no ha puesto demasiado empeño en la decoración del lugar. Antes de la cuarentena pasaba gran parte de su día en la universidad o diseñando anuncios para empresas, por lo que nunca pudo tomarse el tiempo para terminar de instalarse. Es un buen lugar, con una renta que se acomoda a su presupuesto.

Seokjin está sirviendo su café en una taza cuando escucha el sonido de su celular. Deja el café en su lugar y saca su teléfono del bolsillo de su pijama para atender. Ni siquiera está muy seguro de quien es, pues ha contestado sin ver la pantalla.

—¿Hola?

—Supe que estabas de regreso... —la voz lo hace despertarse sin la necesidad de la cafeína.

—Ah, ¿Wooshik?, ¿cómo has estado? —Seokjin aprieta sus dientes entre sí mientras escucha al otro hablar. ¿Por qué de pronto se siente tan incómodo?

—Muy bien, ¿qué tal tú? —su tono es cálido como siempre, pero Seokjin no logra sonreír sinceramente. Tal vez es que está cansado y no esperaba recibir una llamada a esa hora de la tarde.

—Bien, gracias por preguntar.

Las preguntas usuales se deslizan por su boca sin mucho esfuerzo, ¿qué tal tu trabajo?, ¿has estado saludable? Wooshik es dulce. Recordaba su aspecto desde su primera y última cita. Apenas un poco más alto que él, pero quizá más carismático y entusiasmado sobre su cita. Seokjin sabe que es un abogado en un bufete de Gangnam, amante de los perros y los deportes extremos. Definitivamente no es su tipo, pero de todas formas había disfrutado de su compañía en aquél momento.

—Quería saber si aceptarías cenar conmigo...

—¿Oh? —Seokjin tose un poco sobre su café, sintiendo vergüenza aunque no hubiese nadie viéndolo—. cenar, como, ¿ahora?

My little quarantineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora