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Yoongi recuerda a la perfección la primera vez que vio a Kim Seokjin.

Él era sólo un chico de Daegu que, con grandes ambiciones, había conseguido entrar en una universidad en Seúl, logrando una media beca para la carrera de producción musical por su desempeño y dedicación.

Él trabajaba a medio tipo, y la otra mitad de su jornada la utilizaba para recibir sus clases, haciendo sus tareas en los pequeños tiempos libres que tenía. El primer semestre había sido muy difícil para él, pero eso era exactamente lo que quería. Estudiaba la carrera que había soñado aunque fuese complicado para alguien sin contactos como él, alguien que no venía de una familia acomodada como muchos de sus compañeros de carrera. Ellos tenían mucha ventaja sobre él, pero Yoongi no pensaba darse por vencido, incluso si le costaba el doble que a los demás.

La primera vez que Yoongi vio a Seokjin fue cuando ambos fueron voluntarios para repartir raciones de comida en un asilo de ancianos. Kim Seokjin era el chico perfecto ante todos: buen estudiante, notas sobresalientes y un corazón benevolente. Era exactamente lo contrario a él en muchos aspectos.

Se preguntaba si había sido una tonta coincidencia o simplemente estaba destinado a conocerle de esa manera. Yoongi había aceptado a regañadientes la invitación de su roomie, Jung Hoseok, quien era estudiante de enfermería en aquel entonces. Yoongi tampoco era un patán sin corazón, pero simplemente no tenía el tiempo suficiente para dedicarse a ese tipo de actividades. Apenas tenía tiempo libre, pero sabía que su roomie necesitaba la ayuda.

Cuando Seokjin se presentó con una sonrisa que iluminaba los días nublados, hablándole del trabajo comunitario gratuito que hacían, y otras cosas que a Yoongi no podían interesarle menos, su poco tiempo libre comenzó a ser dedicado a él. Tan solo ver al mayor hablar de esa manera lo hizo caer en una especie de trance. De pronto estaba compartiendo más tiempo con Kim Seokjin, el estudiante de artes gráficas que había terminado, al igual que él, ayudando a los ancianos y a otras buenas causas.

Kim Seokjin era un sueño.

Un sueño que sin darse cuenta se volvió realidad para él. De alguna u otra manera, terminó en la rutina de ver al mayor al despertar, su rostro entero hinchado por el sueño, sus labios hinchados por sus besos de buenas noches y sus ojos somnolientos viéndolo bajo las sábanas. Sus cuerpos desnudos complementándose a la perfección en las mañanas, justo antes de comenzar el día.

Estaba más que seguro que eso era lo que quería para el resto de sus días. Seokjin. Nadie más que él. Nada más que ellos.

—Yoongi... despierta.

Él solo podía sonreír como un estúpido, sin prestar atención a las palabras del mayor. El rostro de Seokjin de pronto se desfiguraba en una mueca de molestia y era hermoso.

—¡Yoongi! —pero él aún no responde, su cuerpo se siente adormecido—. ¡Despierta, Joder!

Como si fuera despertado de una pesadilla, Yoongi se incorpora—o eso intenta—, respirando irregularmente. Está desorientado y mareado sin notar de inmediato la presencia del otro, que sostiene un rociador de plantas en una mano y una toalla en la otra.

—¿Qué... qué pasó? —pregunta, sintiendo de pronto el peso de la realidad pinchando como una migraña en sus sienes.

—Que eres un maldito idiota, eso pasó —Seokjin parece molesto, pero a la vez su rostro está muy pálido—. Cuando mueras y no esté ahí para sentir lástima por ti y ayudarte, ni se te ocurra regresar para atormentarme, ¿Entendiste?

Yoongi continúa desorientado. Sabe que está en su estudio, recostado sobre el futón. Pero no logra entender por qué Seokjin lo mira de esa manera, ni por qué sus fosas nasales arden y su cabello está húmedo.

My little quarantineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora